(OMS/Modificado por Desarrollo y Defensa) - La
agricultura puede tener un impacto considerable en el medio ambiente y
en la salud de la población.
La gestión inadecuada de la tierra y del
agua puede agotar los recursos hídricos, contaminar los sistemas de
agua, ser causa de la esterilidad del suelo y de la erosión, además de
destruir los ecosistemas naturales.
En muchas regiones, las aguas de riego se extraen más rápidamente de lo que se reponen. En el estado de
Tamil Nadu, en la India, el bombeo excesivo en algunas zonas ha reducido
el nivel del agua de los pozos entre 25 y 30 metros en un decenio. En
el norte de China, grandes extensiones de tierra agrícola están
amenazadas por el descenso del nivel del agua, debido a la utilización
excesiva del agua subterránea.
Además, gran parte del agua
extraída se desaprovecha: se pierde como consecuencia de las
filtraciones de los canales, derrames, infiltración y evaporación.
Aunque parte de esta agua llega de nuevo a los ríos o a los acuíferos
subterráneos, las pérdidas excesivas en los sistemas de riego afectan su
rendimiento, contribuyen a la extracción excesiva de agua y suelen
intensificar las repercusiones ambientales negativas que tiene el
regadío.
La irrigación debe gestionarse con atención para evitar
daños ambientales, sobre todo en las regiones áridas. Si el
drenaje de
las tierras de regadío no es el adecuado, la sal se acumula en el suelo a
medida que se evapora el agua, lo que reduce la productividad de la
tierra y puede volverla estéril.
La FAO estima que las prácticas
de drenaje e irrigación deficientes han conducido al anegamiento y
salinización de un 10 por ciento de las tierras irrigadas del planeta.
Estas prácticas contribuyen asimismo a la propagación de enfermedades
transmitidas por el agua, como la diarrea, el cólera, la fiebre tifoidea
y el paludismo.
La extracción de agua de los ríos y los lagos y
la construcción de
infraestructuras de riego a lo largo de las riberas
afecta a los ecosistemas frágiles. La excesiva aplicación de plaguicidas
y fertilizantes repercute directamente en la calidad del agua y afecta a
la salud de la población.
Es decisivo encontrar formas de mitigar
estos efectos ambientales negativos para proteger los ecosistemas de
los cuales depende la agricultura.
Soluciones limpias
Hay
distintas técnicas sencillas y asequibles que pueden aumentar la
producción de alimentos de los pequeños campesinos, sin una excesiva
extracción de agua ni daños para el suelo.
El
acopio del agua y el riego de cultivos con escurrimiento de aguas en las
fincas mejora considerablemente tanto los rendimientos como
la continuidad de la producción agrícola.
Y el
riego por goteo,
que dirige el agua sólo al lugar donde hace falta y en el momento en que
se necesita, es más eficaz que anegar las tierras o regar con
aspersores. Los resultados obtenidos en muchos países demuestran que los
agricultores que pasaron del riego por aspersión a sistemas de goteo
han reducido su consumo de agua del 30 por ciento al 60 por ciento.
Dosificar con eficacia la cantidad óptima de agua -y en ocasiones
también la de fertilizante- que se suministra a los cultivos, en el
lugar donde se necesita y en el momento necesario, suele incrementar
también el rendimiento de los cultivos.
En muchos países de Asia y
África se ha logrado aumentar la productividad de los agricultores
pobres utilizando
bombas de pedales, sencillas y económicas, que extraen
agua para riego de acuíferos poco profundos. El campesino tiene el
dominio total de los momentos en que se debe regar y de la cantidad de
agua que se bombea, que se utiliza con moderación dado el esfuerzo que
cuesta extraerla. Las pequeñas bombas de motor también han revolucionado
la horticultura en pequeña escala en torno a las ciudades.
El
reciclado de aguas residuales tratadas para destinarlas a la irrigación
es otra opción que reporta enormes beneficios potenciales. Una ciudad
con una población de 500 000 personas y un consumo de agua de 120 litros
diarios por persona, produce unos 48 000 metros cúbicos diarios de
aguas residuales. Si se tratan, estas aguas residuales podrían
utilizarse para irrigar unas 500 hectáreas. Los nutrientes que contienen
las aguas de descarga son casi tan importantes como el agua misma. Las
concentraciones que suelen presentar las aguas residuales tratadas
podrían suministrar todo el nitrógeno y gran parte del fósforo y el
potasio que se necesita para la producción agrícola.
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