Por Helene Cooper - The New York Times
Cuando el presidente Barack Obama anunció anoche el retiro de tropas de Afganistán, lo hizo con plena conciencia de lo que los 1,3 billones de dólares gastados en dos guerras durante la década pasada han significado para la economía de Estados Unidos: un déficit presupuestario astronómico, una deuda pública meteórica y una economía que no logra volver a ponerse de pie.
Mientras Obama empieza a intentar desenredar al país de sus promesas civiles y militares en Afganistán, sus defensores y detractores coinciden en que hay una relación directa entre lo que se gasta en apuntalar la enclenque economía norteamericana y lo que se gasta en Afganistán: 120.000 millones de dólares, sólo durante este año. Anteayer, la Conferencia de Alcaldes de Estados Unidos hizo explícita la relación entre ambas cifras, señalando que los impuestos de los norteamericanos deberían utilizarse para construir puentes en Baltimore y Kansas City, y no en Bagdad o Kandahar.
Esa agrupación de alcaldes aprobó una resolución que llama a un fin anticipado de la misión norteamericana en Afganistán e Irak y solicita al Congreso que reasigne los miles de millones de dólares que ahora se gastan en la guerra y la reconstrucción para cubrir las urgentes necesidades en el interior de Estados Unidos.
La resolución, que deja constancia de que sólo durante mayo los gobiernos locales recortaron 28.000 puestos de trabajo, representa la primera incursión que hacen los alcaldes en temas de política exterior desde la Guerra de Vietnam. Los gastos de la guerra en Afganistán se han disparado desde que Obama asumió el poder, hasta alcanzar los 118.600 millones de dólares este año. En 2003, cuando George W. Bush volcó sus recursos a la guerra con Irak, el gasto fue de apenas 14.700 millones.
El aumento es fácil de explicar. Cuando Obama asumió, se abocó con determinación a la que él llamó "una guerra por necesidad" (la de Afganistán) por encima de una "guerra por elección" (en referencia a la de Irak). Y lo hizo: las curvas de gastos en Irak y en Afganistán se cruzaron finalmente en 2010, cuando Estados Unidos gastó 93.800 millones de dólares en Afganistán contra 71.300 millones en Irak.
Pero la Casa Blanca es muy consciente de que el presidente se encamina a su campaña por la reelección, y mientras la desocupación sigue siendo muy alta, arañando el 9%, el índice de aprobación de la gestión económica de Obama se desplomó.
"¿Hace falta gastar 120.000 millones de dólares en un país cuyo PBI es una sexta parte de esa cifra?", se pregunta Bran Katulis, experto en seguridad nacional del Centro para el Progreso Norteamericano, un grupo estrechamente vinculado al gobierno de Obama. "La mayoría de los norteamericanos se indignaría al saber que estamos gastando parte de ese dinero, por ejemplo, en programas de empleo para talibanes reformados, y querrían saber qué pasa con los programas de empleo en Cleveland o en Detroit."
A medida que la campaña para las elecciones presidenciales de 2012 levante temperatura, el debate sobre la construcción de puentes en Kandahar o en Cleveland también será más acalorado. Pero incluso con la retirada parcial anunciada por Obama los norteamericanos seguirán pagando las cuentas durante muchos años más, señaló William R. Keylor, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de Boston.
"El costo total de la guerra, la más larga de la historia norteamericana y que además fue financiada con endeudamiento y no con mayores impuestos, no debería medirse solamente por los salarios de las tropas y los programas de ayuda", dijo Keylor. "También debería incluir los costos de la guerra a largo plazo, en especial beneficios para veteranos y para los soldados repatriados, que necesitarán atención médica y psicológica durante muchos años. Tendremos que pagar la parte oculta de esa factura muchos años después de que el último soldado haya vuelto al país."
Traducción de Jaime Arrambide (Diario La Nación)
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jueves, 23 de junio de 2011
Construir puentes en Cleveland y no en Kandahar
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El que rompe tiene que pagar.
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