Por Martín Redrado para LA NACION
La Argentina se encuentra en una encrucijada económica. A la creciente erosión de los pilares del "modelo", es decir, de los superávits gemelos, se ha sumado con mayor contundencia el atraso cambiario y un esquema de financiamiento, que ya se está agotando. El enfoque puede graficarse con el ejemplo de un avión que tiene una tormenta por delante. El problema puede resolverse con un piloto que tenga la habilidad para diseñar una ruta alternativa que permita llegar al mismo destino. Hasta ahora, las señales emitidas muestran que vamos de frente hacia la tempestad.
La fatiga de este ciclo se manifiesta en las variables más importantes. Esta es una economía que para funcionar necesita de "sojadólares" y de una caja fiscal abultada para financiar las políticas orientadas a incrementar la demanda agregada. Sin estos resortes disponibles, el esquema de crecimiento orientado a la expansividad del mercado interno, llegó a su límite. El año 2011 exhibirá por primera vez desde la salida de la convertibilidad la desaparición del superávit fiscal y de cuenta corriente, trayectorias ambas que se tornarán deficitarias hacia adelante.
En este marco, la elección de financiarse con recursos extraordinarios también muestra un notable agotamiento. La estrategia utilizada para cubrir los vencimientos de deuda pública mediante la emisión monetaria y para sostener el gasto con recursos de las dependencias públicas (utilidades y adelantos transitorios del Banco Central y recursos de capital de la Anses), ha perjudicado notablemente sus balances y la capacidad de maniobra de estas entidades.
Hasta el momento este esquema se ha podido llevar adelante, pero a costa de una tasa de inflación que desde 2009 a la actualidad, se ha duplicado. En 2012, sin embargo, esta disyuntiva se agrava. Las necesidades de financiamiento totales se ubican cerca de los 16.000 millones de dólares. Del monto total, cerca de 6200 millones están denominados en pesos, 2100 millones corresponden a organismos internacionales y 7440 millones corresponden a tenedores privados (relacionado fundamentalmente a pagos del Boden 2012, del cupón PBI y de servicios de los bonos Discount y Par).
Continuar con más de lo mismo llevará inexorablemente a la falta de dólares. Las llamadas "reservas de libre disponibilidad" se ubicarían a fin de 2011 en no más de 5500 millones y resultan insuficientes para cubrir nuestros compromisos. Esto ocurre en un marco donde la base monetaria crece al 40% interanual y las reservas internacionales dejan de acumularse, o incluso, según nuestras proyecciones, descenderían hacia fines de 2012 hasta los 45.000 millones.
¿Hasta dónde llega el límite del deterioro del balance del BCRA, que ya posee un 50% de letras intransferibles en relación a sus reservas? Hay varios indicadores preocupantes: el respaldo de la emisión monetaria con reservas, netas de la deuda del BCRA (Lebac y Nobacs) cayó de 113,5% a fines de 2009 a un 58,5% en 2011. Otro ejemplo en ese sentido, es el descenso de 20 puntos porcentuales en el ratio de cobertura de los pasivos financieros durante el mismo lapso (de 91% a 70%). De esta manera se corroe el poder de fuego de la autoridad monetaria para administrar el tipo de cambio en el futuro próximo.
La creciente inconsistencia de la política económica, donde la dominancia fiscal de la política monetaria es cada vez más incompatible con la política cambiaria, posee consecuencias ampliamente conocidas en la Argentina: falta de inversión, fuga de capitales, inflación creciente, desbordes salariales, precios relativos distorsionados, trabas comerciales, entre otros. Todo esto sin dejar de contemplar la sensibilidad que tiene la campaña agrícola al impacto de un potencial shock externo que afecte volúmenes cosechados, o eventualmente precios, en nuestro país. De esta forma, el agotamiento de este enfoque está generando distorsiones de difícil resolución. En el marco de una insuficiencia inversora y de capacidades instaladas sectoriales más comprometidas, y con un tipo de cambio que apenas se deslizará un 8,5% en 2011, los costos de producción en dólares se están acrecentado a un 20% anual.
Con la competitividad sectorial de la economía seriamente afectada, las empresas contarán con serias dificultades para seguir vendiendo al mundo a este ritmo, en un marco donde los salarios formales en dólares ya sobrepasan su nivel de 2001 en más de un 25 por ciento. La estrategia de crecimiento solamente basada en el consumo, el esquema de financiamiento con stocks domésticos y el conjunto de políticas proinflacionarias, junto a un tipo de cambio prácticamente inalterable, están cerca de su límite.
Es necesaria entonces una pronta recalibración de las variables económicas para que la corrección no ocurra de manera desordenada. Las medidas descoordinadas no son exitosas. Esto sólo se resuelve con un plan integral y un equipo cohesionado. Apuesto a la planificación, a la administración de riesgos y a la visión estratégica. No a la improvisación en la política económica.
El autor es socio de MR Servicios Financieros y fue presidente del Banco Central.
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