Por Nora Bär - nbar@lanacion.com.ar
Cada 17 minutos se agrega un paciente a la lista de espera; uno de ellos morirá cada 82 minutos
De tanto en tanto, desde los medios de comunicación damos a conocer historias resonantes acerca de trasplantes de órganos, pero a pesar de sus éxitos, que se traducen en una segunda oportunidad de vida para miles de personas (que la mayoría de las veces no aparecen en los diarios o la TV), la trasplantología no logra superar un lastre "fundacional" y angustiante: la falta de donantes.
Ayer, durante una jornada dedicada a analizar las causas de esta carencia crónica en la Asociación Médica Argentina, el doctor Félix Cantarovich, fundador del Incucai y especialista internacionalmente reconocido, dio un ejemplo contundente en números de Estados Unidos, aunque la situación es similar en el resto del mundo: el año último murieron allí 2.300.000 personas; sólo fueron donantes 7000. En España, el país en que más se dona, lo hacen 34,2 personas por millón de habitantes. En la Argentina, alrededor de 13 por millón.
Para comprender la trascendencia de estas cifras cabe mencionar que un solo donante puede salvar a ocho pacientes y que, según las estimaciones, el receptor de un órgano puede tener una sobrevida de 39 años, si tiene entre 0 y 19; de 31, si está entre los 20 y los 39, y de 22, si está entre los 40 y los 59.
Esta aguda falta de órganos que, hay que decirlo, si no se trasplantan, simplemente se abandonan a los estragos del tiempo, se traduce en un aumento inusitado de donantes vivos, en los casos en que es posible. Entre 1990 y 2002, estos últimos crecieron un 300%, mientras los cadavéricos aumentaron apenas un 12%. Según Cantarovich, probablemente la renuencia se deba a un malentendido: donar no es dar vida, sino compartirla, después de la muerte.
Cada 17 minutos se agrega un paciente a la lista de espera; uno de ellos morirá cada 82 minutos. Puede ser un hijo, un hermano, un amigo, usted o yo. Y la solución está en nuestras manos.
Fuente: Diario La Nación
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