Una medida de fondo para preservar el patrimonio arquitectónico porteño y ordenar el tránsito vehicular en la zona céntrica.
Entre nuestras características, los argentinos tenemos natural tendencia a polemizar acerca de cualquier tema.
No es de extrañar, entonces, que no bien el gobierno porteño dio señales concretas de su apego por la peatonalización de la zona céntrica, se alzasen voces para formular criterios adversos a esa iniciativa urbanística, sobre todo en cuanto respecta a la calle Defensa, en el corazón del barrio de San Telmo, parte esencial del área histórica de nuestra ciudad (aunque a fines de 2008 se llegó a un acuerdo con los vecinos con respecto a temas como mantener el adoquinado original, modificar el recorrido de las líneas de colectivos, y reparar y renovar las fachadas de numerosas propiedades).
Así y todo, ya fue anunciado el ensanche de las aceras de la avenida Corrientes, desde Boulogne sur Mer hasta Riobamba, segundo tramo de una obra que ya ha sido completada entre la avenida Callao y la calle Cerrito. Y continúan las tareas de peatonalización que que se han venido realizando en Reconquista desde la zona de Retiro hacia el Sur.
El tema de la peatonalización del Centro, absoluta o parcial, no es novedoso. Hasta se podría decir que viene siendo tema de discusión a partir del momento en que, a fines de la década del 60 del siglo último, las entonces autoridades municipales decidieron erradicar definitivamente la circulación vehicular de Florida, la denominada "novia de Buenos Aires".
Ahora, caracterizados urbanistas, entre ellos el famoso especialista español Oriol Bohigas, estiman que se trata de una medida de fondo, imprescindible para preservar el valioso patrimonio arquitectónico porteño, cuya diversidad configura uno de los atractivos turísticos de la metrópoli, y, asimismo, entienden que su aplicación es imprescindible si es que sinceramente se pretende comenzar a poner orden en el caótico tránsito metropolitano y, por lo menos, descongestionar la zona céntrica.
Habrá quienes, es cierto, deberán resignar hábitos profundamente acendrados, como poder llegar con el auto hasta el lugar de trabajo (o bien utilizar la vía pública a modo de playa de estacionamiento por el tiempo que a cada uno se le antoje y sin costo). Pero estamos en el siglo XXI y la antiquísima traza plagada de arterias angostas no resiste más el abarrotamiento, a riesgo de que un día (lamentablemente, más y más cercano) se produzca un colapso total.
Muchas ciudades del mundo han adoptado la peatonalización en el sentido de calles vehiculares con "prioridad para el peatón", porque siempre debe ser factible que ingresen en ellas los móviles de servicio público (bomberos, policía, ambulancias, etcétera) y los particulares que necesiten hacerlo en forma imprescindible: por ejemplo, los automóviles propiedad de disminuidos físicos o de médicos y vehículos de transporte de mercancías y particulares que deban ingresar en sus cocheras (domicilio o trabajo).
En ese sentido, para Buenos Aires hay propuestas diversas, desde el proyecto para el Area Central, ganador del concurso auspiciado por el gobierno local y la Sociedad Central de Arquitectos, hasta la iniciativa de nivelar calzadas y aceras, de manera tal de facilitar la circulación peatonal y, al mismo tiempo, forzar la reducción de la velocidad de los vehículos a límites razonables.
Es obvio que esas modificaciones de fondo deberán ser elaboradas mediante el absoluto consenso de todos los involucrados. Sin duda, habrá que promover campañas educativas a fin de que los supuestos perjudicados por esas medidas entiendan que a estas alturas ya es imposible la forzosa convivencia con el creciente caos cotidiano que caracteriza en forma negativa nuestra zona céntrica.
Nada será posible, por supuesto, sin concretar el mejoramiento de la red de transporte público de pasajeros (trenes, colectivos y, en especial, subterráneos), para convertirla en moderna, eficiente y cómoda. Ello dependerá, entre otros aspectos, de que pueda ser absolutamente controlada por el gobierno de la ciudad autónoma y de la articulación de políticas de Estado entre éste y las autoridades nacionales y de la provincia de Buenos Aires.
Fuente: Editorial del Diario La Nación
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