Hoy exporta tecnología nuclear al mundo. Pero también hace radares y satélites, instala infraestructura de televisión digital y diseña y construye centros médicos, aviones no tripulados y turbinas eólicas.
INVAP: Investigaciones Aplicadas, funciona en Bariloche. Vendió un reactor nuclear a Holanda y es líder en tecnología nuclear.
Ya se ha escuchado antes: vivimos en la sociedad del conocimiento. En el siglo XXI se cumple una predicción de Einstein: el poder se basa hoy en el saber. No es que los ejércitos o el poder económico ya no sean importantes. Es que los ejércitos y el poder económico están sostenidos por la aplicación de las tecnologías más diversas, sin las cuales no funcionarían ni los aparatos militares ni las industrias.
La potencia líder mundial (sigue siendo Estados Unidos, aunque cada vez menos hegemónica), es también el país líder en conocimiento. Por ejemplo, ha ganado más del doble de Premios Nobel que el país que le sigue (270 Estados Unidos, 117 Gran Bretaña), ocho de las diez mejores universidades del mundo son norteamericanas, y las cinco empresas más grandes del mundo son empresas de tecnología y ….. ¡las cinco son estadounidenses! (Apple, Google, Microsoft, Amazon, Facebook).
Ya desde la revolución industrial el destino de los países quedó unido a su capacidad para utilizar el conocimiento.
Durante los siglos XIX y XX hubo un extraordinario aumento de productividad, resultado de la aplicación del conocimiento a la producción de bienes y servicios. Así los países líderes consiguieron al mismo tiempo crecer a ritmos desconocidos hasta ese momento, reducir y hasta eliminar la pobreza y distribuir la riqueza así generada de forma más equitativa.
El desarrollo tecnológico de estos países ha siempre tenido en el Estado un actor principal e imprescindible. La generación y diseminación de conocimiento no son posibles si se dejan en manos del mercado. Si bien es perfectamente posible predecir que la inversión en tecnología será a la larga beneficiosa para cualquier sociedad, las inversiones en tecnología tienen un alto grado de incertidumbre y es muy difícil, a priori, garantizar su rentabilidad.
Podemos hacer una analogía con la educación. Sabemos que la inversión en educación es rentable a nivel país, que lo que cuesta la estructura educativa se recupera largamente con el incremento de productividad que el mayor conocimiento de la población permite.
Cuando mandamos a nuestros hijos a la escuela, no sabemos si eventualmente serán ingenieros o médicos, operarios o agrimensores. Sólo sabemos que la educación aumenta sus posibilidades de elegir, que cuánto más estudios tengan mejores oportunidades van a tener de conseguir un buen trabajo y desarrollarse satisfactoriamente como personas.
Pero resulta imposible predecir la trayectoria de su formación desde que ingresan al sistema educativo. Hay muchos eventos, decisiones y situaciones que van a ir determinando el camino, de destino incierto (no sabemos a dónde lleva), pero de resultado predecible: la posibilidad de una vida mejor.
Lo mismo sucede cuando un país invierte en tecnología: las fronteras de las posibilidades se expanden y nacen nuevas oportunidades debido al conocimiento adquirido, oportunidades que no hubiera sido posible ver antes de recorrer parte del camino. Así la inversión en tecnología abre puertas, crea oportunidades, ensancha los horizontes.
Miremos el caso de INVAP. INVAP nació en el área nuclear: los primeros contratos de INVAP provinieron de la Comisión Nacional de Energía Atómica. Uno de estos contratos, el de diseño y construcción del RA-6, fue fundamental para el futuro de la empresa. LA CNEA decidió, en lugar de comprar el RA-6 en el extranjero (como se propuso en su momento), confiar su ejecución a INVAP transfiriéndole mediante este proyecto el conocimiento que la CNEA había desarrollado en los proyectos de los reactores RA-1 y RA-3. Luego del RA-6 INVAP consiguió afianzarse como la empresa líder mundial en reactores de investigación, exportando tecnología nuclear a Argelia, Egipto, Australia, Arabia, Brasil y, recientemente, a Holanda.
Lo aprendido con el reactor de Australia permitió diseñar el RA-10, el nuevo reactor de investigación de Argentina, cerrándose así un círculo virtuoso que lleva del RA-6 al RA-10, de Argentina, pasando por el mundo, de vuelta a Argentina con tecnología más avanzada. Un empresario muy optimista podría haber justificado la inversión que para el país significó el RA-6 explicando que nos permitiría vender reactores de investigación en el mundo.
Pero el RA-6 no sólo permitió exportar tecnología nuclear. Los proyectos que CNEA confió a INVAP permitieron que, con el tiempo, INVAP también pudiera hacer radares y satélites, instalar la infraestructura de televisión digital y diseñar y construir centros médicos, diseñar aviones no tripulados y turbinas eólicas.
Por muy visionario que fuera, ningún empresario hubiera invertido en tecnología nuclear esperando recuperar su inversión con el desarrollo de satélites de comunicación. Esta es la ventaja de invertir en tecnología: el conocimiento desarrollado para un fin específico puede encontrar aplicaciones en otras áreas. Es por eso que la mayor fuente de inversión en desarrollo de tecnologías en todos los países del mundo es el Estado: la tecnología, como la salud y la educación, es un bien público.
Juan Pablo Ordoñez es ingeniero nuclear, trabaja en INVAP
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