(Infodefensa.com) Por Rafael Calduch – (*) Durante las últimas dos semanas la crisis de Ucrania y las avalanchas de inmigrantes en las vallas de Ceuta y Melilla han acaparado la atención mediática, ocultando ante la opinión pública el avance de las tropas de Bacher al Asad en Siria; la progresiva descomposición del estado libio, el incierto resultado de unas próximas elecciones presidenciales en Egipto
o las silenciosas amenazas africanas del terrorismo yihadista, la
piratería y el tráfico de estupefacientes que, poco a poco, van ocupando
el territorio de los fallidos estados africanos para imponer su poder a
las poblaciones mediante el terror y la corrupción.
En efecto, a finales de Febrero el grupo terrorista yihadista Boko Haram, operando desde sus bases en Níger, desató una campaña de atentados contra la población civil del nordeste de Nigeria. Más de un centenar de muertos en la aldea de Igze y otros 43 en una escuela de Bama,
acreditan la gravedad de estos ataques y, sobre todo, la capacidad
operativa de este grupo. La oferta de colaboración militar y de
inteligencia por parte de Washington a las autoridades nigerianas en la lucha contra estos grupos terroristas, pone en evidencia la gravedad de esta amenaza.
La efectiva intervención militar francesa en Mali, con la colaboración española, sólo ha servido para paliar la creciente amenaza de al Qaeda del Magreb Islámico (AQMI), pero no ha logrado erradicar el peligro del terrorismo yihadista especialmente en Níger y Nigeria. La importancia de este último país radica en su posición geoestratégica en el Golfo de Guinea,
pero también en sus importantes yacimientos de petróleo y gas natural.
En 2012 las exportaciones nigerianas de crudo ascendieron a 2,3 millones
de barriles/día y la producción de gas natural alcanzó los 42,5
millones de m3 con unas reservas superiores a las de Argelia.
El Golfo de Guinea se ha convertido en una región de renovada importancia estratégica. Con la producción de crudo en países como Guinea Ecuatorial y Angola,
el tráfico marítimo se ha incrementado significativamente y ha
propiciado un paralelo aumento de la piratería. En 2012 se produjeron 58
incidentes en esta región de los que 27 de ellos, con 4 buques
secuestrados y 13 abordados, se produjeron en las costas nigerianas
donde un año antes tan sólo se habían producido 10 incidentes.
En paralelo las redes del narcotráfico se han extendido en los países
costeros del Golfo, convirtiéndolos en bases seguras desde las que
operar en los nuevos mercados africanos y trasladar la cocaína a los
mercados europeos a través de los estados sahelianos y magrebíes. Según
las estimaciones de la Oficina de Naciones Unidas para la Droga y la Criminalidad (UNDOC),
en 2012 el tráfico de estupefacientes en el Golfo de Guinea generó unos
beneficios a los grupos criminales en torno a los 900 millones de
dólares, parcialmente garantizados por los 2,3 millones de consumidores
en la región.
Aunque los objetivos, organización y operatividad de estas tres
categorías de grupos delictivos son muy distintos, ello no les impide
una colaboración táctica que refuerza su implantación en la zona
mediante el reclutamiento de nuevos miembros, su constante rearme, la
extensión de los territorios sometidos a su control y la progresiva
corrupción de dirigentes políticos y militares de los estados en los que
operan. El resultado final ha sido la transformación de los países de
las regiones del Golfo de Guinea y el Sahel en estados fallidos y
potencialmente en zonas de recurrentes conflictos armados alimentados
por las rivalidades étnicas y religiosas.
Las guerras en Costa de Marfil, Sierra Leona y Mali, anticipan el alcance y las características de los conflictos que pueden resurgir en otros países de la región. Por otro lado, Guinea Bissau
constituye una demostración fehaciente de que la constitución de
narco-estados en esta zona no es ya una hipótesis especulativa sino una
realidad. Tras el golpe de estado de 2012 y la miseria en la que viven
sus 1,6 millones de habitantes, las opciones para los guineanos terminan
concretándose en tres escenarios: a) la lenta muerte por miseria y
epidemias; b) la incorporación a los grupos de criminalidad organizada o
terrorismo y c) el largo y arriesgado camino hacia la inmigración
ilegal en la Unión Europea, controlado por organizaciones criminales.
Sin duda los países del Mediterráneo Occidental constituyen la primera frontera de Europa con África. Los asaltos a las vallas de Ceuta y Melilla o las constantes llegadas de pateras a las costas de Lampedusa
así lo atestiguan. Ello les obliga a incorporar a sus estrategias de
seguridad nacional y a sus políticas exteriores las respuestas
inmediatas a las silenciosas amenazas de la pobreza, el terrorismo
yihadista, el narcotráfico y la piratería, que azotan a los países del Sahel y el Golfo de Guinea porque son las causas últimas que provocan estos desplazamientos masivos de población.
Sin embargo, sería un grave error de la Política Exterior y de Seguridad Común de la UE
considerar que tales amenazas son secundarias porque no afectan de un
modo directo e inmediato a la mayoría de sus estados miembros. Cualquier
iniciativa de desarrollo regional en el Magreb, el África Occidental o el Sahel requiere como condición previa el aseguramiento y estabilización política de los países de estas regiones.
Semejante objetivo, que sólo puede alcanzarse con una acción política
y militar a largo plazo, excede con mucho las capacidades operativas de
Francia, España e Italia. Por este motivo los tres países deberían articular un frente diplomático conjunto en el seno de la UE que lograse la adopción de una decisión común, contemplada en el art. 42.4 del tratado de la Unión Europea, que incluya la posibilidad de llevar a cabo misiones en las áreas del Sahel y el Golfo de Guinea como parte de la estrategia de respuesta europea a las amenazas de estas zonas.
Conclusiones:
Sin un previo desmantelamiento de las amenazas regionales cualquier
iniciativa de cooperación al desarrollo o, incluso, de ayuda humanitaria
está condenada al fracaso a medio y largo plazo. Al mismo tiempo, los
planes para reducir la inmigración ilegal, los atentados terroristas y
la entrada masiva de estupefacientes en Europa serán siempre limitados, con escasos resultados y motivo de recurrentes debates mediáticos.
Atenazada por la crisis económica, sin un liderazgo político claro y
dominada por una sucesión de ampliaciones que debilitan su cohesión
interna al tiempo que extienden sus mercados, la UE
corre el riesgo de olvidar que la principal amenaza que se cierne sobre
ella es que ignore o subestime las amenazas que ya tiene planteadas. Las
respuestas parciales e improvisadas sólo servirán para debilitar su
posición internacional y aumentar la inseguridad en sus fronteras, como
se pudo apreciar ante las rebeliones en el Norte de África, la guerra civil en Siria o recientemente la crisis ucraniana.
(*) RAFAEL CALDUCH CERVERA es catedrático de Relaciones
Internacionales en la Universidad Complutense de Madrid y socio fundador
de International Political Risks Analysis SL.
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