Por Enrique Navarro - Defensa.com
Más allá de las palabras grandilocuentes, exportar es una necesidad imperiosa para la industria ligada a la defensa y la seguridad en este momento. Es muy importante que las empresas entiendan que el grifo español se acabó para tantos años, que no tiene ningún sentido esperar. Aquellas empresas que no tengan un producto o un servicio competitivo para vender en terceros mercados, más vale que echen el cierre, porque la agonía aquí puede ser dolorosa. Ahora bien, dicho esto, ¿cómo se materializa en un mercado donde escasean las ocasiones y abundan los competidores, algunos de ellos con políticas gubernamentales muy activas? En mi opinión deben yuxtaponerse tres fenómenos para llegar a una estrategia de éxito.
Primero, admitiendo que nuestro sector industrial es muy heterogéneo, debemos posicionarnos en cuanto a producto y valor añadido, con el fin determinar los mercados donde podemos estar y con qué grado de éxito. Nuestra estrategia debe ir en tres líneas de actuación: en primer lugar, incidiendo y no renunciando a nuestra condición de plataformistas o integradores. Es esencial que vendamos aeronaves, buques y vehículos blindados. Este debe ser sin duda el primer objetivo, donde podemos ser competitivos, incorporando tecnologías foráneas, pero teniendo la capacidad de integración. En segundo lugar, hay que ser activos en los servicios. Existe una gran transformación desde la compra de equipos a la contratación de servicios; las empresas españolas, especialmente las de medio tamaño deben estar en los procesos de externalización del mantenimiento en terceros países, aprovechando la ventaja comparativa que todavía gozamos. Finalmente, es necesario buscar alianzas internacionales con empresas en las que existan sinergias para proyectos de envergadura.
Segundo, en todas estas acciones, la labor del Gobierno es esencial, y debe manifestarse desde distintos puntos de vista. En primer lugar, debe descararse en el apoyo abierto a la industria militar y mojar a toda la estructura del gubernamental en las operaciones de exportación. En cualquier negociación el Estado debe poner en la balanza acuerdos comerciales, tratos de favor…, en definitiva, diplomacia económica. El Ministerio de Defensa tiene que entrar en acuerdos directos de venta de equipos y de sistemas a otros gobiernos. Hay una clara tendencia a los acuerdos entre gobiernos, pero tienen que ser los ministros de Defensa los que firmen los contratos. Necesitamos dentro de la estructura administrativa del Ministerio de un auténtico sistema FMS (Foreign Military Sales).
Finalmente, el Gobierno debe involucrar a las entidades financiadoras, desde las públicas, como el ICO (Instituto de Crédito Oficial), a las privadas, como cajas de ahorros y bancos, en los proyectos de exportación de material de defensa. Hoy en día la diferencia entre el éxito y fracaso de una operación comercial está en las facilidades de pago. También precisa fortalecer financieramente al CESCE (Compañía Española de Seguros de Crédito a la Exportación) para que sea una entidad de solvencia AAA, respetada y considerada por la banca internacional. A su vez, es imprescindible poner a los servicios de inteligencia al servicio de esta política de Estado.
El Ministerio de Defensa posee importantes instrumentos para coadyuvar en esta política: más de 2.000 millones en activos de offsets que deberían orientarse a la exportación; unas Fuerzas Armadas de primera línea, conocidas y respetadas; una historia admirada y un idioma común a 500 millones de personas… Necesitamos una presencia mucho más activa y proactiva en la Agencia Europea de Defensa y en NAMSA (NATO Maintenance and Supply Agency), donde hay que poner personal con una clara orientación comercial, porque allí se manejan amplios presupuestos.
Por último, debe impulsarse a nivel de Unión Europea una política que permita que dos ejércitos de dos países adquieran el mismo material, sin necesidad de acuerdos internacionales, ni memorandos de entendimiento, con total naturalidad y que, a su vez, puedan compartir activos. Hay un mercado de la defensa en Europa de 40.000 millones de euros todavía muy fragmentado.
Finalmente, el Ministerio de Defensa español, gracias a los programas, que debería pagar Industria en su gran mayoría, dispone de una serie de plataformas punteras a nivel internacional, como los A400M, C295 de patrulla marítima, Tigre HAD muy superior al resto; la F-100; el S-80, el Leopardo 2E, el Pizarro, etc.; colocar estas plataformas, que no sabemos cómo mantener, en terceros países en condiciones económicas muy ventajosas permitirá fidelizar mercados, que a la postre es el fundamento del éxito del mercado internacional.
Iberoamérica y África deben ser nuestros grandes retos. El presupuesto de adquisiciones de toda la América hispana es veinte veces superior al español; y los países africanos crecen a tasas del 10 por ciento. Sin embargo, durante muchos años apenas tuvimos una reunión bilateral o una visita de un ministro de Defensa español a estos países. Hay que coger el maletín de esa cartera y viajar, mientras aquí las cosas están más o menos bajo control. No hay mayor servicio que hoy se pueda hacer a la Defensa de España que apoyar a nuestra industria en el exterior.
Como decía el ministro Morenés, cada euro invertido en defensa genera tres, pero hay que conseguir que se queden en España y para ello hay que abandonar ciertas veleidades del Gobierno anterior, que se rindió a Europa y a sus imposiciones, que ni nos convienen ni nos benefician. Hay que ser revisionistas en todo lo que se ha hecho en esta materia en los últimos ocho años. Y para esto solo hace falta decisión, que sé por experiencia que no le falta a Pedro Morenés.
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