domingo, 17 de febrero de 2008

Un nuevo recurso: La exportación de servicios

La Argentina exporta cada vez más talento, y lo hace sin que eso implique una fuga de cerebros. Todo comenzó cuando un grupo de empresas vio en una tendencia mundial cada vez más consolidada una oportunidad para exprimir al máximo algunas de las capacidades técnicas, culturales y creativas que se hallan aquí, un activo que muchas veces evita que el país quede hundido en los rankings de competitividad internacionales, muchos de los cuales no suelen ser dóciles con la Argentina.

Pero fue hace tan sólo un puñado de años, luego de la devaluación, que el país comenzó a explotar con un mayor ímpetu todas las oportunidades que el mundo globalizado de hoy ofrece. Empresarios y funcionarios buscan ahora conjugar esfuerzos para posicionar al país en lo más alto de la pirámide. Se trata de la exportación de servicios, un negocio que mueve cientos de miles de millones de dólares por año y que en la Argentina fue, durante décadas, un sector invisible... hasta ahora.

Todo surge a partir de la combinación de cinco fenómenos:
- la consolidación de un mercado mundial integrado de servicios –una tendencia que algunos llaman global sourcing–,
- un huso horario similar al de los principales clientes, es decir, los países desarrollados,
- el talento del recurso humano nativo, un concepto que, cabe aclarar, excede el nivel de calificación,
- la afinidad cultural con Occidente, y
- la devaluación del peso de 2002.

La Argentina no está sola. Países como la India, China, Irlanda, Israel, las naciones de Europa del Este, o Brasil y Uruguay, en la región, son competidores directos. Pero cada uno tiene características propias. De allí que uno de los consensos que ha tomado forma en esta industria naciente –que agrupa al software, el outsurcing y el offshoring, y los call centers, entre otras actividades– es no jugar cara a cara con la India, líder natural con tres décadas de experiencia y 1100 millones de habitantes de los que surge año tras año un nuevo ejército de ingenieros.

La estrategia parece orientarse hacia otra dirección: buscar los nichos donde la calidad y el talento hacen la diferencia, y donde el precio o el volumen de las operaciones, variables donde la India parece inalcanzable, a falta de una palabra mejor, se relativizan. Puede parecer, a primera vista, una actitud poco ambiciosa. Error.

Se estima que el negocio, que crece a tasas de dos dígitos, moverá US$ 827.000 millones este año en todo el mundo, un poco más de tres producto bruto interno (PBI) de la Argentina. Existen pocos datos oficiales sobre qué porcentaje de ese monto capta el país. Nadie duda, eso sí, de que tiene un potencial nada desdeñable en dos temas que a cualquier gobierno y a cualquier país les interesan: generación de empleo y de divisas.

Algunos datos sobre este último punto pueden encontrarse en el balance de pagos. Allí consta que las exportaciones de servicios, sin contar el transporte y el turismo -los dos rubros principales-, generaron ingresos por casi US$ 2600 millones en los primeros nueve meses de 2007 -más de lo que dejaron el trigo y el maíz en todo el año-, un 24% más que en el mismo período del año anterior.

El software, los servicios informáticos, el outsourcing - tercerización de tareas de una empresa en otra- y los call centers ya emplean a más de 100.000 personas. Las cifras son ínfimas si se las compara con, por ejemplo, la industria, el principal empleador del país con 1,2 millones de trabajadores. Es en las cifras de crecimiento donde el sector marca la diferencia. Llama la atención el optimismo que desbordan los empresarios, entusiasmo que, vale decirlo, es compartido por el Gobierno.

La crisis financiera global, que amenaza con derrumbar uno de los ciclos más prósperos del capitalismo, aparece como una ventana hacia nuevas oportunidades. No hay ataques de pánico cuando se habla de una probable apreciación del peso. Piden, más profesionales, ingenieros y programadores. Su escasez es, para muchos, una traba para el desarrollo pleno del sector, donde el cerebro es el principal insumo y la expansión está, ineludiblemente, atada a nuevas contrataciones.

Globant, una empresa de software fundada en 2002, en plena debacle económica, por cuatro socios, cuenta ahora con 700 empleados -o globers , como les gusta llamarse- repartidos en sus oficinas de Buenos Aires, Tandil, La Plata, México, Boston, Palo Alto, Phoenix y Londres. Prevén, para este año, ser 1200 y duplicar sus ingresos.

Hubo, días atrás, una convocatoria del Gobierno que no hizo más que elevar el entusiasmo. "Es una de las cadenas principales en la que vamos a trabajar", dijo en público el ministro de Economía, Martín Lousteau, tras un encuentro de más de dos horas con empresarios y representantes del sector. El jefe del Palacio de Hacienda justificó este impulso en que se trata de "un sector que puede generar cientos de miles de puestos de trabajo de todo tipo de calificación", además de, claro, ser una fuente de divisas. La intención oficial es posicionar a la Argentina entre las diez naciones con mayor potencial para exportar servicios. "Le doy prioridad absoluta en mi agenda para recibirlos a cualquiera de ustedes que traiga un proyecto", les dijo a los empresarios en privado.

Si bien se reconoce que el sector no es inmune al contexto macroeconómico, no se habla de muchas amenazas que puedan poner en riesgo el buen andar de las compañías -pequeñas, medianas y multinacionales-, que forman parte de un negocio que muchos asocian a los call centers o al desarrollo de software, pero que también abarca el trabajo de ingenieros, arquitectos, contadores, actuarios, médicos, y que implica tareas que van desde la liquidación de sueldos, el soporte tecnológico hasta la consultoría, por nombrar algunas.

Existen, no obstante, dos variables que parecen preocupar a los empresarios. Una es la inflación, y la otra, ya se mencionó, la disponibilidad de personal. La inflación implica suba de costos y, por ende, menos competitividad ante un dólar planchado. Pero también impacta en la evolución de los salarios, o, mejor dicho, en las negociaciones salariales, más allá de que en muchas de estas empresas no existan convenios colectivos sino acuerdos individuales.

Ventajas relativas: Los empresarios repiten una y otra vez que la ventaja que abrió la devaluación, al deprimir los costos en dólares -incluido el salario-, ayudó al despegue de la industria, pero no es el catalizador principal del sector. El talento, la educación, la creatividad, la cultura de los profesionales y trabajadores argentinos sí lo son. En el mundo desarrollado escasea la mano de obra calificada. Además, ante esta realidad, la influencia que tiene el costo del servicio en la elección del proveedor pasa a un segundo plano.

Existe un interés de las compañías norteamericanas, entre otras, de aprovechar el contexto actual para bajar sus costos y enfrentar la escasez de mano de obra en las economías desarrolladas. Ademas, se percibe que los empresarios locales quieren desarrollar el negocio no sobre la base de las ventajas que generó la devaluación, es decir, a partir del menor costo relativo respecto de otras economías, sino sobre el valor agregado que pueda generar el llamado "talento argentino".

Dos temas ya se vislumbran como los principales: incentivar la formación de recursos humanos y de las exportaciones. "La legislación actual tiene un claro sesgo antiexportador", sostuvo el ejecutivo de Deloitte y presidente de la Cámara de Importadores (CIRA), Diego Pérez Santisteban.

Datos:
Empleo: 106.000. Fue la cantidad de empleados en empresas de software, outsourcing, servicios informáticos y contact centers en 2007
Ingresos: $ 5800 millones. Fue la facturación del sector, sin considerar los contact centers, en 2007. La cifra fue un 21% superior a la registrada en 2006.
Exportaciones US$ 10.000 millones. Fueron las divisas que habrían generado los servicios, incluidos el turismo y el transporte, en 2007, casi un 30% más que en 2006.

Fuente: Autor: Rafael Mathus Ruiz (LA NACION)
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