"Estado calamitoso". Esa fue la unánime evaluación de un grupo de expertos de la Prefectura Naval Argentina (PNA) después de tomar contacto por primera vez con el que fue, sin duda, el motovelero investigador más importante de la historia.
Desde 1985 flotaba en estado de semi-desguace en el Puerto de Ingeniero White, vejado por la falta de mantenimiento, la desatención y la mucha desmemoria. Hubo hasta quien propuso darle destino final con el hundimiento. Y cuando su curso errático le marcaba la hora, lo salvaron.
Pocos sabían que ese casco flotante prácticamente arruinado, ya sólo de colores óxidos y piezas originales en extinción había sido el buque que Estados Unidos mandó a construir a los astilleros de Burmeister & Wain de Copenhague, Dinamarca, en 1930, con el ambicioso objetivo de ayudar a develar incógnitas que hasta entonces permanecían sin respuesta.
Fue el Woods Hole Oceanographic Institution (WHOI), de Massachusetts que después de bautizarlo "Atlantis" llevó a su punto más álgido sus extensos logros científicos. Se recuerdan tantos, que en su honor, la NASA llamó así a su reconocido trasbordador espacial, cuya primera misión fue el 3 de octubre de 1985, con el lanzamiento al espacio de dos satélites militares de comunicaciones.
Aunque lo más valioso de su amplia trayectoria fue haber sido la plataforma desde donde se gestó la teoría de la deriva de los continentes –movimiento de las placas continentales a lo largo de millones de años de la historia geológica de la Tierra-, uno de los mayores descubrimientos de la primera mitad del siglo XX.
Este buque único para la época navegó los océanos Pacífico, Atlántico, e Índico, los mares Rojo y Mediterráneo, con un promedio de 260 singladuras por año. Y a bordo de él viajaron, entre otros, los premios Nobel de Medicina, el danés August Krogh (1920) y el ucraniano Selman A. Waksman (1952) hacia Buenos Aires Aires.
Hacia 1966, el Dr. Bernardo Houssay, entonces presidente del CONICET, se obsesionó con traer el Atlantis –que estaba parado en Norteamérica- al país.Tras duras negociaciones con el WHOI, adquirió al buque de investigación que más millas había navegado, en apenas u$s 3000. Se impuso la condición de cambiarle el nombre: se eligió "El Austral" y después, "Dr. Bernardo Houssay", denominación que conserva hoy. El ahora "ex Atlantis" –Estados Unidos ya tenía el Atlantis II- navegaba aguas argentinas bajo un convenio con la Armada, que luego se dejó sin efecto pasando el buque a manos del Centro Nacional Patagónico de Puerto Madryn. Pese a que este último invirtió impulso y voluntad para ponerlo en servicio, lo hizo sin el suficiente capital.
Su deterioro se aceleraba. Mientras, realizaba una cuarentena de campañas anuales. Hasta que, por necesidad de rescatarlo, el CONICET se lo ofreció a una autoridad de la PNA para que se hiciera cargo, con un bonus: un pequeño crucero de 20 metros que se llamó Dr. Leloir. Este último barquito se puso a navegar, pero el Houssay quedó detenido, hace ya más de 20 años, olvidado del glamour que había ostentado apenas décadas atrás y al borde de su destrucción total.
Aunque, sin duda, era demasiado su currículum para dejarlo morir. Fueron algunos "soñadores" de la PNA que se propusieron salvarlo encabezados por los entonces Prefectos Nacionales, Prefecto General Juan J. Beltritti y posteriormente -su primer capitán en la PNA- Prefecto General Carlos E. Fernández acompañado por un pequeño grupo de Oficiales Superiores y Oficiales Jefes de la Prefectura."El buque estaba destruido, era una misión muy difícil y entonces se barajaron distintas posibilidades, como iniciar la reconstrucción por cuenta propia un taller de San Fernando. Finalmente, decidimos llevarlo a TANDANOR (un astillero ubicado en el barrio porteño de La Boca)", contó el Prefecto Mayor (R) Luis Zunino.
El objetivo era reconstruirlo "tratando de no privar a la humanidad de una nave de estas características: en la Argentina teníamos un barco cuyo homenaje rinde el mundo y hubiera sido una pena y un error irreparable el haberlo hundido", destacó.
El mal estado de la proa y la popa, que descansan hoy en el astillero y lo harán por siempre alejadas de la carroza, hizo que no pudieran recuperarse (aunque un proyecto de la PNA propone realizar con ellas una plaza dedicada a las ciencias para lo cual ya se ha tomado contacto con autoridades porteñas).
En un recorrido por el interior de este barco de 43.51 metros de largo, 8.56 metros de ancho y poco más de 3,60 metros de profundidad, puede apreciarse el gran trabajo de restauración que se lleva adelante. Llevará las piezas originales y levantará sobre las aguas sus velas de hasta 39 metros de altura y 760 m2 de superficie."La emoción es muy grande, es inexplicable lo que se siente estar realizando esta reconstrucción y la responsabilidad también es importante", admitió Prefecto Principal Jorge Affonso.
"La Argentina se va a poder lucir con este barco. No es el mismo porque le cambiamos partes, pero mucho se reinstalará y la historia estará en esas piezas y en el espíritu del barco", destacó Zunino. Con una inversión que ya acumula más de 8 millones de pesos desde 2005, resurge el "Atlantis", que volverá al mar en 2010 para lo que fue creado y botado: descubrir los más profundos misterios del mar.
Fuente: Por Andrea Sambuccetti (Infobae.com)