La ballena franca austral (ESPECIE PROTEGIDA) es uno de los cetáceos que sufrió la mayor presión de explotación comercial entre los siglos XVII y principios del XX. En 1937, con la firma del Acuerdo Internacional para la Regulación de la Cacería de Ballenas, se les otorgó protección total. Desde entonces, la recuperación de la especie ha sido lenta pero sostenida. En la República Argentina se la declaró Monumento Natural Nacional en 1984.
Se trata de un mamífero marino de unos 13 a 15 metros de largo y un peso en los adultos de entre 40 y 50 toneladas. Las hembras son más grandes que los machos. La cabeza ocupa casi un tercio de su cuerpo y en ella se destaca una gran boca curva con unas 220 a 260 barbas córneas o "ballenas" de más de un metro de largo y hasta un máximo de 2,7 metros, colgadas a cada lado de la quijada superior. Con ellas filtra el agua reteniendo pequeños organismos de los cuales se alimenta. En la parte superior y en los costados de la cabeza presenta unas callosidades formadas por engrosamientos endurecidos de su piel.
Sobre ellas se asientan pequeños crustáceos generalmente blanquecinos conocidos como anfípodos ciámidos o "piojos de las ballenas". Dado que estas callosidades tienen formas y tamaños que varían entre un individuo y otro y tienen un patrón único e irrepetible, son utilizadas en estudios de la ballena franca austral para reconocer los distintos ejemplares. En la actualidad hay más de 1.800 individuos distintos identificados, que han habitado en uno u otro momento en la Península Valdés.
Cada año desde fines del otoño, arriban a las aguas de los Golfos San José y Nuevo, en la Península de Valdés, la que quizás sea una de las principales poblaciones de ballena franca, buscando aguas reparadas y poco profundas para aparearse, dar a luz y amamantar a sus crías. Entre los meses de octubre y diciembre, las ballenas abandonan el área de cría hacia sus áreas estivales de alimentación en aguas más australes -internándose en los océanos australes en busca de su alimento constituido principalmente por pequeños crustáceos planctónicos -copépodos, bogavantes y krill-.
Conservación de la Ballena Franca Austral.
Debido a su natación lenta y a la particularidad de que flota al morir, la ballena franca austral se cuenta entre los cetáceos que sufrieron la mayor presión de explotación comercial que tuvo lugar entre los siglos XVII y principios del XX. En la actualidad, la Ballena Franca Austral está protegida internacionalmente por la Comisión Ballenera Internacional -que prohíbe su caza- y la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Flora y Fauna (CITES), que prohíbe toda acción de comercio internacional al haberla incluido en su Apéndice I.
También se encuentra protegida por la Convención de Bonn sobre Especies Migratorias de Animales Silvestres (CMS), integrando su Apéndice I (Especies Migratorias en Peligro). La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) la ha incluido en su Libro Rojo bajo la categoría de “Bajo Riesgo - Dependiente de la Conservación”.
A nivel nacional, la Ballena Franca Austral recibe protección absoluta en 1984 cuando se la declara -por Ley N°23.094- Monumento Natural Nacional en aguas jurisdiccionales y sujeto a las normas establecidas por la Ley 22.351. Cabe destacar que la Ley 23.094 está abierta a la adhesión de las provincias que deseen hacerlo. A nivel provincial, Chubut ha dictado diversas leyes y regulaciones que protegen la Península Valdés y reglamentan el acercamiento y avistaje de las ballenas.
Historia natural
Durante los últimos años, a partir de fines de abril, unas 450 a 600 ballenas arriban a las aguas de los Golfos Nuevo y San José en la Península Valdés (Patagonia, Argentina). Permanecen en la zona durante todo el invierno y parte de la primavera y los últimos ejemplares abandonan la Península Valdés durante el mes de diciembre. Este lugar es una de las áreas de reproducción y cría de esta especie más importantes del mundo. Las aguas tranquilas y protegidas de los golfos son ideales para aparearse, parir y amamantar a las crías.
Mientras las ballenas están en aguas patagónicas, los adultos casi no se alimentan. La supervivencia en este período se basa en las reservas de grasas acumuladas durante el verano en las áreas de alimentación que se encuentran más al sur, principalmente en aguas subantárticas cercanas a la Convergencia Antártica.
Las ballenas francas, como todos los cetáceos, se aparean en el agua. Tienen una forma “cooperativa” de apareamiento, es decir que varios machos se ayudan entre sí para copular a una sola hembra, aunque también compiten entre ellos por el acceso a la hembra. Al final, la hembra termina siendo inseminada por varios machos, pero sólo uno fecundará al único óvulo. Así se forman los grupos de cópula, fácilmente identificables por la gran actividad que despliegan y que muchas veces puede extenderse durante varias horas. Generalmente el mes de septiembre suele ser el de mayor actividad sexual. Entre julio y octubre nacen unos 200 ballenatos o más. Luego del parto, la hembra amamanta a su cría durante su primer año de vida. La leche es muy nutritiva y densa, lo que permite a la madre expulsarla con fuerza directamente dentro de la boca del ballenato.
Accesos a lugares de avistamiento.
Desde la ciudad de Buenos Aires tomar la ruta Nac. Nº 3 a la ciudad de Pto. Madryn. Contratando un taxi hasta la playa El Doradillo, se pueden ver ballenas desde la costa sin provocarles ningún disturbio. También desde la terminal de ómnibus se puede tomar un colectivo hasta Puerto Pirámides (sale a las 8 hs. y regresa a las 16 hs). Desde allí se puede tomar una lancha para recorrer los alrededores de Puerto Pirámides (Golfo Nuevo) para realizar avistajes muy próximos y ver las ballenas desde la embarcación.
Fuente: Administración de Parques Nacionales (Web) y Internet
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