Por Ricardo González - LA NACION
La región autónoma hará mañana una consulta independentista que sumaría convulsión a Irak
TÚNEZ.- Luego de su súbita eclosión con la toma de Mosul, la acción propagandística más potente del grupo Estado Islámico (EI) fue la declaración de la muerte del tratado Sykes-Picot, que inspiró la creación de las fronteras actuales en Medio Oriente. Paradójicamente, en el momento en el que el autoproclamado califato está en sus estertores, aparece un movimiento más serio que amenaza rehacer aquellas fronteras.
Mañana, la región autónoma kurda de Irak pretende celebrar un referéndum de autodeterminación en uno de los países más convulsionados del siglo en la región más volcánica del planeta, que siembra incertidumbre sobre su futuro.
Irak es un país que sufre una grave crisis política, social e identitaria. La más alta instancia judicial iraquí ordenó la suspensión del referéndum, al considerarlo inconstitucional, una opinión compartida por el gobierno iraquí. No obstante, las autoridades federales carecen de los mecanismos para aplicar la prohibición. Desde la primera guerra del Golfo, en 1991, la región autónoma kurda goza de una independencia de facto. Las instituciones estatales apenas están presentes en el Kurdistán iraquí, una zona que durante el siglo XX experimentó sublevaciones cíclicas contra la autoridad central.
En teoría, el único recurso posible al alcance del primer ministro iraquí, Haidar al-Abadi, sería enviar el ejército al Kurdistán. De hecho, no descartó esa posibilidad. Sin embargo, es altamente improbable, ya que la región kurda cuenta con un poderoso y disciplinado ejército, los peshmergas, clave en la batalla contra EI, que aún controla una pequeña franja del territorio iraquí.
Como máximo, Bagdad podría aprovechar la ocasión para intentar arrebatar del control kurdo Kirkuk, una ciudad multiétnica cuyo estatuto está en el limbo político desde la caída de Saddam Hussein.
Foto: LA NACION
Quienes tendrían una mayor capacidad de intervención militar son los vecinos Turquía e Irán, ambos con una importante minoría kurda y temerosos de que pueda haber un efecto contagio. El Kurdistán es la nación sin Estado más poblada del mundo, con cerca de 30 millones de personas repartidas entre Turquía, Siria, Irak e Irán. Anteayer, Estambul y Teherán advirtieron que tomarían medidas coordinadas contra la independencia kurda, si bien es más probable que sean económicas que militares. Y podrían ser dolorosas para el Kurdistán iraquí, ya que no tiene salida al mar y sus vecinos podrían fácilmente asfixiar su economía. La región es altamente dependiente de sus recursos minerales, sobre todo del petróleo, que atraviesa el territorio de sus vecinos antes de llegar al mercado internacional.
El único apoyo internacional de relevancia con el que cuentan los kurdos es Israel, que no goza precisamente de una buena prensa en la región. Francia cambió de opinión y ahora no se opondrá. Por su parte, Rusia usó un lenguaje muy ambiguo, sin adoptar una posición clara al respecto. En cambio, curiosamente, Estados Unidos rechaza sin ambages la consulta secesionista. La administración de Donald Trump instó de forma insistente a las autoridades de Erbil a que pospusieran la cita con las urnas, un dato a tener muy en cuenta, ya que sin el apoyo político y militar de Washington el Kurdistán iraquí nunca se habría convertido en una región independiente de facto. ¿Castigará Trump a los kurdos, un aliado clave contra EI, si no lo escuchan?
Por esa razón, hasta último momento la prensa kurda especuló con la posibilidad de que el presidente de la región autónoma, Masud Barzani, pueda cancelar la votación. La única certeza alrededor del referéndum es que el sí ganaría con amplitud. La independencia es una vieja aspiración, casi unánime, de los kurdos iraquíes. Ahora bien: una parte nada desdeñable de la sociedad considera que ahora no es el momento de hacer el referéndum. Ése es el caso del partido opositor Gorran, y una parte del UPK, el otro gran partido kurdo, junto al PDK de Barzani.
Estos sectores argumentan que el país no está preparado para convertirse en un Estado independiente y consideran una temeridad que su nacimiento llegue en un contexto de gran hostilidad de los Estados vecinos. Además, consideran que la votación es una cortina de humo de Barzani ante sus escándalos de corrupción y sus comportamientos autoritarios (hace dos años que terminó el mandato del Parlamento regional).
Muchos analistas creen que el presidente kurdo no realizará una declaración de independencia tras el referéndum, sino que más bien lo usará para intentar negociar con el gobierno federal desde una posición de fuerza asuntos como el reparto de los ingresos petrolíferos o el futuro de la codiciada Kirkuk.
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