Editorial II del diario La Nación
Los
porteños no sólo recuperarán un patrimonio cultural que les pertenecía;
también dispondrán de un nuevo espacio público que deberá ser cuidado
por todos
Después de dos años y medio de estar ocupada , y ser vandalizada hasta extremos inimaginables, la sala Alberdi del Centro Cultural General San Martín reabrirá sus puertas en septiembre próximo
. Pero esta reapertura, un hecho que alegra a todos los que de
distintas maneras bregaron por que ello ocurriera, no puede ni debe
hacernos olvidar cómo y por qué se llegó a estas instancias.
Desde estas columnas, hemos ido dando cuenta del avance de un proceso de destrucción e invasión del espacio público, que no se limitó solamente al Centro Cultural y a la sala Alberdi.
Durante varios meses, todos los fines de semana la avenida Corrientes, entre Paraná y Montevideo, se volvía territorio de los que apoyaban la ocupación con espectáculos callejeros, lo que obligaba a desviar el tránsito y sometía a los transeúntes impotentes a cantos y representaciones no elegidos voluntariamente, sobre la base de que de esa manera había ciudadanos que generaban "una movida a favor de la cultura popular", según expresaban equivocadamente. Vale la pena recordar, también, que el hecho contó con el apoyo y el beneplácito de algunos sectores que nunca alzaron su voz para exigir la liberación de la sala.
En la actualidad, la causa por la ocupación avanza, y la fiscalía penal y contravencional de la Ciudad, a cargo de Claudia Barcia, pedirá que vayan a juicio los únicos cuatro imputados -los tres hombres y la mujer que fueron los últimos en abandonar la sala, cuando fueron desalojados el 25 de marzo pasado-, aunque la defensa sostendrá que no hubo delito.
Aunque afortunadamente poco común por su nivel de agresión, un hecho como éste debe servir para hacer reflexionar no sólo a las autoridades porteñas. También a los ciudadanos, que vieron cómo lentamente se iba destruyendo un patrimonio de todos y ante la vista de todos, y por obra de unos pocos que se arrogaban la representatividad del resto en nombre de una muy mal entendida defensa de la cultura, burlando además un fallo de la Justicia por el cual se les había prohibido a los ocupantes seguir pernoctando en la sala.
Ahora, dos años y medio después de que el gobierno porteño hubiera tomado la decisión de mudar las actividades que se desarrollaban en la Alberdi para refaccionar el espacio -agrandar el escenario dos metros, colocar butacas rebatibles para que sea destinada a distintas clases de experiencias artísticas y encuentros-, su recuperación pone a disposición del público un nuevo espacio cultural. Es de esperar que esta vez sepamos cuidar de nuestro patrimonio sin intermediarios erigidos en "dioses tutelares"..
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