Por Felicitas Sánchez
| Para LA NACION
Pozos
sobre el asfalto, parches mal arreglados, señalización deficiente y
animales sueltos en una vía por la que transitan 200.000 autos por día
Más de 200.000
conductores utilizan la autopista Buenos Aires-La Plata diariamente, en
un viaje que puede sonar sencillo y previsible, pero que en la práctica
puede resultar una auténtica y recurrente pesadilla.
La acumulación de reclamos y quejas de los usuarios y los incumplimientos de la concesionaria llevaron a que el 11 de julio pasado el gobierno de la provincia de Buenos Aires le rescindiera el contrato a Coviares, la empresa concesionaria desde 1983. Ahora está en manos de la estatal Autopistas de Buenos Aires Sociedad Anónima (Aubasa), se comenzaron algunas obras de repavimentación y hay planes de lanzar la licitación para sumar un carril más en cada sentido de circulación. Pero la situación está lejos de revertirse aún.
En un recorrido realizado por LA NACION el jueves pasado, se vio que el problema más grave y recurrente a lo largo de la vía es el mal estado del pavimento. A una velocidad siempre por debajo de los 80 kilómetros por hora, el auto vibraba y se sacudía constantemente por los desniveles en el asfalto, los parches mal hechos, las juntas de dilatación en mal estado, las grietas y los baches. A lo largo de sus 63 kilómetros se identificaron 31 sectores donde había roturas lo suficientemente serias como para obligar al conductor a realizar una maniobra evasiva o a desacelerar, con el peligro que ello implica.
Además, en gran parte de la autopista la banquina está sin demarcar, y en muchos casos sin pavimentar. Pese a ello, muchos conductores la utilizan para pasar a otros autos por la derecha -maniobra prohibida- o incluso para circular por allí. En Avellaneda, por ejemplo, en un lapso de unos pocos minutos, un auto y una combi de pasajeros recurrieron a la banquina para pasar a otro vehículo, y una moto directamente la utilizó para circular de contramano.
Las subidas y las bajadas no estaban mejor. El comienzo de la salida de la calle Espora, en Sarandí (km 17), por ejemplo, estaba indicado por cuatro barriles golpeados y despintados. El resto de la señalización horizontal ni se veía entre los siete grandes baches, el césped que le había ganado el espacio a la calzada y los restos desgranados de piedra y asfalto. Por encima, un cartel de señalización roto parecía estar a punto de desprenderse de su estructura y salir volando. Una escena propia de un pueblo abandonado, si no fuera por los miles de autos que pasan a diario por allí.
La presencia de perros en las banquinas, el mal estado de la señalización, la presencia sólo intermitente del guardrail y la acumulación de agua sobre el asfalto los días de lluvia forman parte de la regla y no de la excepción.
El deterioro de las cabinas de peaje es otra de las muestras del abandono. En Quilmes, por ejemplo, el cuadro de tarifas estaba escrito a mano en una hoja de papel pegada sobre la cabina sucia y despintada. Y en Hudson, a las 10.50 de la mañana no había nadie atendiendo las cabinas de peaje. Con las barreras levantadas, todos pasaban sin pagar. El desafío para Aubasa no será sólo arreglar un pavimento.
Dónde y cómo reclamar: Según informaron desde la concesionaria Aubasa,
aquellos conductores que quieran realizar reclamos por accidentes o
roturas que hayan sufrido por causa del estado de la autopista pueden
hacerlo presentando una nota en las oficinas que se encuentran en los
peajes de Dock Sud y de Hudson. El teléfono es el 0800-666-8353.
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