Se cumple en este mes el décimo
aniversario de la invasión aliada de Irak para derrocar al régimen de Saddam
Hussein, aniversario silenciado por casi todos los actores interesados en el
olvido, sobre todo a la vista de el clima de guerra civil que se vive en el
país.
Conociendo desde dentro muchos de los acontecimientos relacionados con este conflicto y habiendo tenido la oportunidad de conocer el país, no pueden obviarse algunas lecciones aprendidas de cara a futuros conflictos que seguramente están por venir.
El tercer gran error fue de opinión pública. No había duda del uso de armas de destrucción masiva contra su pueblo, no había dudas sobre los bombardeos de las ciudades chiítas; y no había dudas sobre la amenaza que sobre el Golfo suponía Irak, y a pesar de todo ello, ni se consiguieron explicar las raíces del conflicto ni su legitimidad. Estados Unidos y sus aliados perdieron la batalla de la comunicación y eso les costó a muchos dirigentes políticos el olvido o el rencor.
Hoy en día los países occidentales no pueden organizar una guerra sin el apoyo de la opinión pública. Aunque ya sabemos que es un término difuso, en sentido práctico todos somos conscientes de la impopularidad de la guerra de Irak y este fue un problema de desinformación. Pero, a su vez, hay importantes lecciones positivas que extraer de la guerra de Irak.
Irak ha dejado de amenazar a Oriente Medio. Si la primavera árabe se hubiera dado estando Saddam Hussein en el poder, se hubiera convertido en el infierno árabe, ya que a menudo los enemigos se unen sin saberlo en una causa común. Entre Irán e Irak hubieran promovido una auténtica revolución que pondría en jaque a muchos gobiernos de Oriente Medio, amanerando la estabilidad mundial.
Irak se gobierna bajo un régimen democrático donde existen urnas y partidos; donde el poder judicial es independiente y hay prensa libre. Poco a poco la economía ha ido repuntando y, a pesar de los males nadie, quiere volver al régimen anterior.
Finalmente, en 2001, Occidente recibió el mayor desafío desde Pearl Harbour, con el ataque a Estados Unidos; en 2004, lo sufrió España y así otros muchos países, como consecuencia de los ataques terroristas de Al Qaeda. Israel padecía atentados desde Hizbulla y las organizaciones terroristas palestinas a diario; y los elementos extremos gobernaban en Afganistán. Hoy en día el terrorismo ha dejado de ser una amenaza estratégica a la estabilidad mundial. Sin duda persistirán durante años los atentados terroristas, como hemos visto en Boston, y que con la misma mecánica rudimentaria harán todavía mucho daño, pero el terrorismo radical islamista no cambiará nuestro modelo de vida.
En aquel momento hubo hombres con visión que supieron entender el peligro y la reacción. Algunos todavía sienten que cumplieron con su deber y otros procuran olvidarlo, envueltos en la bandera europea; otros intentaron sacar partido de la situación para beneficio propio, apoyando con una mano y criticando por la otra; y otros se pusieron del lado del mal y hoy sus pueblos padecen ruina y caos político. Seguramente en aquel momento no había otra opción y hoy debemos estar agradecidos a los que tomaron el timón de la defensa de nuestro modelo de vida.
Sin duda muchas cosas se hicieron mal y seguramente pensemos que nada se nos había perdido en aquellas tierras; pero el mundo estuvo en el precipicio y hoy no lo está. Pero, sobre todo, gracias a que Estados Unidos ha continuado liderando al mundo libre, sea quien sea su presidente, en su guerra contra el terror, pero tanta persistencia sólo está reservada para los grandes pueblos que tienen fe en su unidad y en su futuro y no para los que carecen de liderazgo político, moral y estratégico. God save America, please.
Conociendo desde dentro muchos de los acontecimientos relacionados con este conflicto y habiendo tenido la oportunidad de conocer el país, no pueden obviarse algunas lecciones aprendidas de cara a futuros conflictos que seguramente están por venir.
En Irak se cometieron tres grandes errores por
parte de la coalición aliada. El primero, considerar al régimen de Hussein y a
su partido como el enemigo. La salida forzosa de militares profesionales y
funcionarios leales al régimen anterior creo un vacío de poder y administración
que nunca fue suplido por los funcionarios occidentales, que al intentar
exportar su modelo de gestión fracasaron. Igual que en la Alemania nazi, o en la
Unión Soviética, o en la dictadura, no todos los funcionarios o militares pueden
ser considerados como los dictadores que los comandaron.
El segundo error fue no planear el futuro tras el
conflicto. Oriente Medio es un caleidoscopio difícil de entender y menos de
poner de acuerdo. Se consideró que, destronado Saddam, las ansias de libertad y
el petróleo serían suficientes para convertir a Irak en una democracia al estilo
de Jordania o Túnez. No se consideró la influencia de Irán, verdadero motor del
clima de guerra civil en Irak; no se apreció el odio eterno entre chiítas y
sunnitas y de los dos con los kurdos. La coalición aliada pasó de ser de
liberadora a opresora y decidió dejar el país cuando le interesó y no cuando le
convenía a los intereses del pueblo de Irak que se pretendía liberar.
El tercer gran error fue de opinión pública. No había duda del uso de armas de destrucción masiva contra su pueblo, no había dudas sobre los bombardeos de las ciudades chiítas; y no había dudas sobre la amenaza que sobre el Golfo suponía Irak, y a pesar de todo ello, ni se consiguieron explicar las raíces del conflicto ni su legitimidad. Estados Unidos y sus aliados perdieron la batalla de la comunicación y eso les costó a muchos dirigentes políticos el olvido o el rencor.
Hoy en día los países occidentales no pueden organizar una guerra sin el apoyo de la opinión pública. Aunque ya sabemos que es un término difuso, en sentido práctico todos somos conscientes de la impopularidad de la guerra de Irak y este fue un problema de desinformación. Pero, a su vez, hay importantes lecciones positivas que extraer de la guerra de Irak.
Irak ha dejado de amenazar a Oriente Medio. Si la primavera árabe se hubiera dado estando Saddam Hussein en el poder, se hubiera convertido en el infierno árabe, ya que a menudo los enemigos se unen sin saberlo en una causa común. Entre Irán e Irak hubieran promovido una auténtica revolución que pondría en jaque a muchos gobiernos de Oriente Medio, amanerando la estabilidad mundial.
Irak se gobierna bajo un régimen democrático donde existen urnas y partidos; donde el poder judicial es independiente y hay prensa libre. Poco a poco la economía ha ido repuntando y, a pesar de los males nadie, quiere volver al régimen anterior.
Finalmente, en 2001, Occidente recibió el mayor desafío desde Pearl Harbour, con el ataque a Estados Unidos; en 2004, lo sufrió España y así otros muchos países, como consecuencia de los ataques terroristas de Al Qaeda. Israel padecía atentados desde Hizbulla y las organizaciones terroristas palestinas a diario; y los elementos extremos gobernaban en Afganistán. Hoy en día el terrorismo ha dejado de ser una amenaza estratégica a la estabilidad mundial. Sin duda persistirán durante años los atentados terroristas, como hemos visto en Boston, y que con la misma mecánica rudimentaria harán todavía mucho daño, pero el terrorismo radical islamista no cambiará nuestro modelo de vida.
En aquel momento hubo hombres con visión que supieron entender el peligro y la reacción. Algunos todavía sienten que cumplieron con su deber y otros procuran olvidarlo, envueltos en la bandera europea; otros intentaron sacar partido de la situación para beneficio propio, apoyando con una mano y criticando por la otra; y otros se pusieron del lado del mal y hoy sus pueblos padecen ruina y caos político. Seguramente en aquel momento no había otra opción y hoy debemos estar agradecidos a los que tomaron el timón de la defensa de nuestro modelo de vida.
Sin duda muchas cosas se hicieron mal y seguramente pensemos que nada se nos había perdido en aquellas tierras; pero el mundo estuvo en el precipicio y hoy no lo está. Pero, sobre todo, gracias a que Estados Unidos ha continuado liderando al mundo libre, sea quien sea su presidente, en su guerra contra el terror, pero tanta persistencia sólo está reservada para los grandes pueblos que tienen fe en su unidad y en su futuro y no para los que carecen de liderazgo político, moral y estratégico. God save America, please.
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