Por Jorge Castro
Mientras Hillary Clinton se encuentra este fin de semana en China, en lo que constituye su primer viaje al exterior como secretaria de Estado, la República Popular experimenta una profunda crisis económica, ante todo en su sector externo. Las exportaciones disminuyeron en enero 17,5% anual, y las importaciones cayeron 43,1%.
La caída mostró una agudización de la crisis, porque las exportaciones habían disminuido 2,8% en diciembre y las importaciones 21,3% anual. En el último trimestre, el PBI creció 6,8% anual, tras experimentar una profunda desaceleración, porque aumentó 9% en 2008 y se había expandido 13% en 2007. El núcleo de la crisis se encuentra en las provincias costeras del Sur, situadas desde Hong Kong hasta Shanghai.
La principal es Guangdong, con eje en Shenzhen, al norte de Hong Kong. Guangdong es la punta de lanza del crecimiento chino de los últimos 30 años, y la vanguardia de la experimentación capitalista en lo económico y en lo político desde que Deng Xiaoping proclamó allí (1992) el comienzo de una nueva ola de reformas, tras la impasse provocada por los acontecimientos de Tiananmen (1989). El PBI de Guangdong creció 10,1% en 2008 y 14,7% en 2007.
En 2008 cerraron en la provincia 62.400 empresas, y 800 mil trabajadores la abandonaron. Casi la totalidad de las industrias fallidas son trabajo-intensivas (calzado, textiles, juguetes y artículos deportivos). Entre un tercio y la mitad de su aparato productivo ha cerrado o se apresta a cerrar. Beijing informó la semana pasada que 20 millones de trabajadores migrantes –de los 150 millones que se volcaron a las ciudades en busca de empleos industriales– se encuentran desocupados; y que el mayor incremento del desempleo ocurrió en los últimos tres meses por la caída de la demanda externa provocada por la recesión en Estados Unidos, la Unión Europea y Japón.
La inversión pública aumentó 14% en enero. Es parte del plan de inversión por 586 billones de dólares (14% del PBI) lanzado en septiembre del año pasado. Beijing anunció esta semana una nueva iniciativa por 123 billones de dólares para proveer a la población china de un sistema universal de salud en un plazo de dos años.
El plan de infraestructura está centrado en la construcción de autopistas y ferrocarriles. En los últimos diez años, China construyó 50.000 km de autopistas; y serán 88 mil en 2020. Tendrá para entonces 10.000 km más de autopistas que los Estados Unidos. El ferrocarril que atravesará las provincias del noroeste, lindantes con Rusia y Mongolia, implica una inversión de 17,6 billones de dólares.
La red de transporte de carga que recorrerá el norte y el centro del país requerirá para su construcción 22 billones de dólares. La prioridad son las líneas urbanas. Toda ciudad de más de un millón de habitantes –unas 320– tendrá su propia red interurbana en los próximos diez años. Este año se invierten en ellas 88 mil millones de dólares; el año pasado fueron 44 mil millones. A la cabeza de la construcción ferroviaria se encuentran las líneas de alta velocidad. En este momento, 110 mil trabajadores completan la construcción de la ruta Beijing-Shanghai, que permitirá su tendido a un costo de 23 billones de dólares. Es tres veces la cifra invertida en la represa hidroeléctrica de las Tres Gargantas sobre el río Yangtze.
Para enfrentar la crisis, China está construyendo una infraestructura de transporte de nivel mundial, situada en la frontera de la innovación tecnológica, semejante –o quizá por adelante– de Estados Unidos, la Unión Europea y Japón. La Oficina del Banco Mundial señaló en Beijing: “No hay nada comparable al actual desarrollo de la infraestructura en China, al menos desde la construcción de la red ferroviaria y de canales de Estados Unidos que tuvo lugar en el siglo XIX”. Es una infraestructura que unirá por primera vez la totalidad del mercado chino; y que aumentará estructuralmente su productividad en el largo plazo: su competitividad mundial.
En el sur, sobre todo en Guangdong, no van a reconstruir las empresas perdidas. Van a impulsar el crecimiento de industrias de alta tecnología (high-tech), con el establecimiento en los próximos tres años de cien laboratorios de investigación y desarrollo científico (R&D), en su mayoría de empresas transnacionales, que procurarán transformar al triángulo Shenzhen/Hong Kong/Macao en un centro de innovación de nivel mundial. La lógica de las reformas en China en los últimos 30 años ha sido siempre enfrentar las crisis huyendo hacia adelante. Es probable que cuando supere la crisis actual, quizás en el segundo semestre de este año –o el año que viene–, sea todavía más poderosa y competitiva de lo que ha sido antes de su inicio.
Fuente: Perfil.com
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