Por Fernando Laborda | LA NACION - Twitter: @flaborda
Sus discursos ante la Asamblea General y el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas parecieron más propios de una mujer despechada y enojada con el mundo que de una jefa de Estado.
Ante un recinto semivacío en la Asamblea General, no se privó de comparar a los fondos buitre con los terroristas que ponen bombas. A nadie extrañó demasiado semejante desmesura en boca de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Desde que el gobierno argentino perdió la pulseada en la justicia norteamericana con aquellos grupos de acreedores, no ha venido haciendo más que redoblar constantemente sus apuestas.
Sí sorprendió la dureza con que la primera mandataria argentina cuestionó en el Consejo de Seguridad la política exterior norteamericana, delante del propio Barack Obama, a quien también acusó de ser cómplice de los fondos buitre.
La estrategia oficial de responsabilizar a los buitres y, desde hace menos tiempo, al propio gobierno de los Estados Unidos por las penurias económicas que afronta nuestro país es clara. Del mismo modo que resulta una falta de sensatez utilizar el ámbito de los dos principales órganos de las Naciones Unidas para lanzar diatribas orientadas casi exclusivamente a la política doméstica.
La progresión de las hostilidades verbales por parte de funcionarios del gobierno argentino hacia las autoridades norteamericanas había comenzado la semana pasada. Una declaración periodística del encargado de negocios en nuestro país, Kevin Sullivan, sobre la importancia de que la Argentina "salga del default lo antes posible para retornar a la senda del crecimiento económico sustentable y atraer la inversión que necesita" desató una andanada de críticas, protagonizada por el canciller Héctor Timerman con sus sobreactuaciones, por Jorge Capitanich, por Axel Kicillof -sugirió de manera insólita que el gobierno de Obama se hallaba detrás de la corrida hacia el dólar blue- y por la propia Presidenta, quien denunció vía Twitter una "intromisión en asuntos internos por parte de un diplomático extranjero", que sólo quiso expresar un gesto de buena voluntad hacia la Argentina.
Algunos analistas ven por parte de Cristina Kirchner la intención manifiesta de generar un conflicto político con los Estados Unidos.
Si fuera así, es menester señalar que por ahora se está lejos de un conflicto. La diplomacia norteamericana está acostumbrada, y desde hace muchos años, a los discursos "antiimperialistas" por parte de mandatarios extranjeros populistas, que pretenden sumar puntos para sus políticas de cabotaje por medio de bravuconadas verbales contra "los capitalistas yanquis".
No por eso tales funcionarios estadounidenses dejarán de asombrarse ante las oportunidades que ha dejado pasar en los últimos años el gobierno kirchnerista para imitar a vecinos como Uruguay, Chile, Perú y hasta la Bolivia de Evo Morales, que aprovecharon las fantásticas ocasiones del mercado internacional para obtener financiamiento a tasas bajísimas para el desarrollo de obras de infraestructura tan necesarias para la Argentina.
Esas oportunidades perdidas duelen más cuando se advierte que, hacia 2015, el país tendrá una fuerte necesidad de dólares para afrontar unos 14.000 millones de esa moneda por vencimientos de deuda -sin contar el reclamo de los holdouts beneficiados por el juez Thomas Griesa-, junto a una menor oferta de divisas por la caída de precios de nuestras exportaciones agrícolas. Y deberían dolerle al Gobierno al advertir que el impacto en un principio positivo de la estrategia "patria o buitres" se va diluyendo. A tal punto que encuestas como la de Management & Fit marcan en septiembre un deterioro en la imagen sobre la gestión gubernamental y una creciente desconfianza en el ministro de Economía..
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