Es el quinto cultivo del país, pero su suerte es errática por la falta de mercados. Todo podría cambiar si el país logra exportar el grano a China.
Quizás por su origen humilde (alrededor del Siglo I a.C. en Etiopía), el sorgo es considerado la “cenicienta” de la agricultura mundial. Desplazado por el maíz y por la soja, aquí esta gramínea llegó al punto de casi desaparecer a fines de los ochenta. Pero en los últimos años levantó cabeza y volvió a ubicarse entre los cinco principales cultivos. Ahora hasta sueña con encontrarse con el príncipe que lo haga bailar en las ligas mayores. Se trata de China, que podría comenzar a comprar grandes cantidades del grano.
Según datos del Ministerio de Agricultura, en la reciente campaña 2013/14 en el país se sembraron 1,10 millones de hectáreas con sorgo granífero, de las que se obtuvieron 3,7 millones de toneladas. Es poco menos del 4% de la cosecha nacional, pero implica un ingreso nada despreciable de 500 millones de dólares a los valores actuales de exportación, de unos 140 dólares por tonelada.
Casi la mitad de esa producción, sin embargo, se queda en del país, como alimento para los bovinos de carne y leche. Unas 150 mil toneladas anuales, además, son industrializadas: de ese sorgo se obtiene harina para la elaboración de pan, pastas, galletitas y cereales para desayuno. Una a favor del grano es que no contiene gluten y eso lo hace apto para los celíacos. Pero una que le juega en contra es que las variedades “rojas” y “marrones” que más se siembran en el país contienen grandes dosis de tanino, una sustancia que no resulta fácilmente digerible para los mono-gástricos como el hombre.
El sorgo es el quinto cereal en importancia a escala mundial, luego del arroz, el maíz, el trigo y la cebada. Por su origen tropical se adapta muy bien a regiones muy calurosas y secas, donde difícilmente puedan crecer otros cultivos. Fue ese "aguante" el que le permitió sobrevivir ante el avance arrollador de la soja en las últimas décadas. En el medio pasó por todos los estados. De batir todos los récord en 1970/71, comenzó a declinar desde la campaña 1984/85. Luego, a partir de 2009, volvió a emerger.
Mucho tuvo que ver en este renacimiento las chances de exportar parte de la cosecha, a destinos lejanos como Japón, pero también a países latinoamericanos como Colombia. Según el Ministerio de Agricultura, se espera colocar en el extranjero unas 1,9 millones de toneladas de la última cosecha, cerca del 60%. Pero para eso será vital que China acepte probarle el zapato al sorgo argentino.
El gigante asiático, en muy poco tiempo, se transformó en el principal importador mundial del grano y se espera que para 2015 absorba casi 4 millones de toneladas, la mitad del comercio total. La Argentina ya negoció con los chinos el protocolo sanitario que le permitiría participar del negocio, pero el acta nupcial todavía debe ser firmada. Hasta el momento China solo acepta el sorgo de tres países: Australia, Myanmar y Estados Unidos, el mayor exportador del mundo.
Solo con una demanda sólida como la china, el sorgo podría plantarse frente a las otras opciones agrícolas que tienen los chacareros. Esteban Martínez, del Departamento de Investigación en Sorgo de Nidera, cree que las posibilidades de crecer están a la vuelta de la esquina, pues las empresas semilleras han investigado mucho desde que en 1957 llegaran al país las primeras semillas híbridas. De todos modos también advierte sobre algunas limitaciones, en especial sobre un “mercado atomizado”, donde hay productores aislados y con mucho material que no resulta apto para la exportación. “Esto hace que a los acopiadores les resulte un cultivo poco atractivo, ya que cuesta llenar los silos”, relató el especialista.
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