Por Fernando Gutiérrez - Juan Manuel Barca
Las cosas ya no son como eran antes. La relación transita por un carril diferente y se hace evidente el mayor recelo, tensión y rivalidad. La Presidenta marca límites e impone un nuevo protagonismo en temas laborales. ¿Cuál fue el error del líder de la CGT y qué escenario se espera para el país?
Recelo, tensión, rivalidad y búsqueda continua de erosionar el poder del adversario. Pero, al mismo tiempo, un temor reverencial y hasta el convencimiento de la mutua necesidad de que el otro estuviera ahí. Esa fue la lógica de la relación que caracterizó a las dos potencias que durante décadas mantuvieron el equilibrio conocido como "guerra fría".
Y, salvando las distancias, ese mismo tipo de relación es el que en estos días están inaugurando la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y el líder de la central sindical CGT, Hugo Moyano. Cada uno mostrando su arsenal, pero más con la intención de amedrentar con su poder de fuego que de entrar en una conflagración, concientes de que no conviene a ninguna de las partes.
Del lado de Moyano, las armas son considerables. Empiezan por la consabida capacidad para complicar la economía en sus puntos neurálgicos, como la logística, en un país cuyos ingresos de divisas dependen de que los cargamentos de soja sean transportados en camiones desde el lugar de cosecha hasta los puertos.
Siguen por la capacidad de exacerbar la puja redistributiva en las negociaciones paritarias y, de esa forma, echar más nafta a la hoguera inflacionaria. Y terminan con una capacidad de movilización lo suficientemente grande como para generar malhumor social en cada corte de avenida o con cada día en que no sean levantados los residuos domiciliarios.
Pero del lado de la Presidenta, también hay una capacidad de daño nada desdeñable. Desde gestos mínimos que marquen frialdad o toma de distancia en los actos públicos, hasta el aval apenas disimulado para que avancen las causas judiciales que investigan los casos de corrupción en las obras sociales. Todo esto, parte de un gran arsenal utilizable, si se requiere, para ponerle límites al poderío sindical.
"Se ve con claridad un cambio en la postura del Gobierno para con el sindicalismo. Que coincide con la nueva imagen de Cristina tras la muerte de Néstor Kirchner. Y está pasando algo contrario a lo que muchos advertían: la Presidenta no sólo no aumentó la dependencia de la CGT como apoyo político, sino que da la sensación de que ahora necesita del sindicalismo menos que antes", sostiene Santiago Rossi, director de la firma de opinión pública Ipsos Mora y Araujo.
Su argumentación es que la marcada mejora que la opinión pública tiene sobre Cristina abre un nuevo escenario político en el cual, si bien no puede prescindir totalmente de su apoyo, la Presidenta puede plantearse un estilo de gestión mucho más independiente de la dirigencia sindical.
"Cuando un gobernante siente que tiene legitimidad ante la gente y que eso se refleja en un 60% de valoración positiva en las encuestas, con una oposición fragmentada y sin liderazgos, entonces encuentra que posee un mayor margen de maniobra y que hay algunos sapos que ya no se tiene que tragar. Y Cristina ha demostrado que no tiene problemas en plantarse firme cuando quiere confrontar con alguien", grafica Rossi. El analista agrega que en las encuestas periódicas que realiza Ipsos sobre la imagen de diferentes sectores sociales, sistemáticamente los sindicalistas ocupan, junto a los piqueteros, el último lugar en el ranking de simpatías, en marcado contraste con el ascenso que han tenido los industriales.
En la misma línea de análisis, Alejandro Corbacho, director del departamento de Ciencias Políticas del CEMA, argumenta: "Lo que va a suceder es que el Gobierno va a tener que elegir. Y si quiere acercarse más a una percepción de normalidad no tendrá otra opción que profundizar su alejamiento de la CGT".
El analista observa que, dado el alto rechazo que el sindicalismo suele despertar en los sectores medios de la sociedad argentina, una jugada de ese tipo podría además tener una consecuencia favorable para la Presidenta desde el punto de vista electoral. "Es una estrategia que contribuye a mejorar el packaging de la candidatura", define.
Y respecto de cómo será la relación futura entre Gobierno y CGT, considera que no se llegará a una ruptura pero sí a una redefinición de los espacios de poder. "El sindicato es un apoyo importante para el Gobierno, pero siempre que acompañe y que no intente reemplazar al gobernante en la gestión. Ahí está su límite. Y ese fue el error de Moyano: intentó imponerle al Gobierno su propia agenda", sostiene Corbacho.
Otro analista político que está siguiendo el tema de cerca, pero con una postura más cercana al oficialismo, es Ricardo Rouvier. Cree que la relación entre Moyano y el Gobierno no amerita "por el momento" a ser calificada como de "distanciamiento", aunque sí admite que tras la muerte de Néstor Kirchner hay un nuevo clima político que implica movimientos en múltiples direcciones. "El problema reside en reemplazar algo irremplazable, que era la capacidad de Néstor en su función de: armador, articulador, y disciplinador, que ahora la deben cumplir otros", afirma.
A juzgar por las primeras señales públicas, Cristina parece dispuesta a ser quien cumpla esa función disciplinadora a la que hace referencia Rouvier. Un rápido repaso a las últimas actitudes de la Presidenta respecto de la cúpula cegetista son pruebas más que evidentes:
•Notorios gestos de frialdad hacia Moyano en los días posteriores a la muerte de Kirchner.
•Sugerencia de altos funcionarios del Gobierno hacia la dirigencia sindical para concretar reuniones con los empresarios, de forma de bajar el nivel de confrontación.
•Convocatoria sorpresiva a un diálogo social, cuando hasta la política del Gobierno había sido la de dar un aval tácito para todos los reclamos sindicales.
•Pedido de "racionalidad" en las negociaciones salariales (léase alivianar los reclamos de ajustes) y de moderación en los modos de protesta.
•Manifestación de Cristina a favor de definir una nueva legislación de ART más "digerible" para el empresariado.
•También una clara postura en contra de la "doble vía" de las indemnizaciones y la industria del juicio por despido.
•Virtual congelamiento del proyecto legislativo de la CGT para el reparto de ganancias, expresado en los mensajes informales de funcionarios del Gobierno a industriales para que no asistieran al debate parlamentario.
•Invitación a Gerardo Martínez, dirigente del sindicato de la construcción y tradicional rival de Moyano, para integrar la comitiva presidencial en la reunión del G 20 en Corea.
•Gestos de aislamiento político a Moyano en la interna del Partido Justicialista de la provincia, en contraposición con un marcado apoyo a la figura del gobernador Daniel Scioli.
•Falta de respaldo a la pretensión de la CGT de forzar un pago extraordinario de fin de año para los empleados de las intendencias bonaerenses.
•Finalmente, pero tal vez el gesto de mayor fuerza política, una prescindencia acompañada por un sugestivo silencio ante las causas judiciales vinculadas con casos de corrupción en las obras sociales, que están golpeando al entorno de Moyano.
Del otro lado del mostrador, también quedó claro que los mensajes de Cristina fueron recibidos y decodificados. Y las primeras respuestas se están viendo en estos días, con las advertencias y condicionamientos sindicales respecto de la agenda que deberá tener el "diálogo social" con el Gobierno y las agremiaciones empresariales.
Lo cierto es que la convocatoria al pacto social aparece hoy como la primera víctima de esta guerra fría. Y las primeras manifestaciones de apoyo y entusiasmo finalmente fueron dando lugar a expresiones escépticas.
Es cierto que las expectativas sobre moderación en la carrera de precios y salarios nunca generaron una euforia desmedida, pero al menos sí se elogiaba la importancia del diálogo como señal política de pacificación social.
Pero, tras la reunión sindical que tuvo lugar hace unos días en Mar del Plata, ya entró en duda hasta que los gremialistas y empresarios puedan llegar a sacarse la foto sentados en una misma mesa. Moyano ha negado su intención de boicotear el diálogo, pero es notorio el endurecimiento de su discurso. Ha pedido que la negociación salarial no tenga "ni piso ni techo", y puso condiciones para las conversaciones: "Debería ampliarse el temario y no limitarse exclusivamente a la discusión de precios y salarios".
Los empresarios también alegan que un diálogo social no puede limitarse a la negociación salarial, pero ahí se terminan las coincidencias con Moyano: cuando se trata de ver qué otros temas deberían estar en la agenda, las diferencias son notorias. El líder sindical pretende incluir todos los temas sobre los cuales la Presidenta se manifestó en contra. Mientras que los empresarios quieren hablar de medidas para mejorar la competitividad y el clima de inversión.
Otro cambio que no pasó inadvertido en el discurso moyanista es el referido a la inflación. Su visión benigna, que había expresado a comienzos de año (cuando veía a los aumentos de precios como un síntoma de crecimiento de la economía y un antídoto contra el desempleo), ahora dejó lugar a un discurso más ortodoxo, que considera a la inflación como el principal enemigo de los asalariados.
En definitiva, lo que resulta bastante claro es que las negociaciones paritarias de 2011 se parecerán notablemente a las de este año. Y no necesariamente porque así lo haya dispuesto Moyano, sino porque desde las entrañas de la misma CGT han surgido resistencias a que una moderación salarial sea el precio a pagar por la paz social.
Dirigentes sindicales consultados por iProfesional.com han expresado con claridad que no consideran que exista margen para que los reclamos sean inferiores a los ajustes obtenidos en 2010, y que además se buscarán algunos puntos adicionales de recuperación en el ingreso.
De hecho, en la visión de varios analistas y dirigentes sindicales, a Moyano no le queda otra alternativa que endurecerse en el tema salarial. Desde el Observatorio Social de la CTA (la central sindical rival de la CGT), el abogado y consultor Horacio Meguira opina que Moyano no tendrá apoyo interno si no logra modificar la agenda del pacto social. "El único objetivo del Gobierno para convocar a un pacto es garantizarse un clima tranquilo en un año de elecciones", analiza.
Y su conclusión respecto de cómo se leerá esta situación en la interna de la CGT es contundente: Moyano perderá su sustento si se pliega a ese diálogo.
"En definitiva, ¿qué es lo que le da vigencia a Moyano? Que los trabajadores comprendidos en sus convenios estén bien pagos. Ya tuvo un autolímite en paritarias pasadas, en donde negoció una suba menor pero porque partía de una base salarial mejor que la de otros gremios. Pero de ahora en más no podrá permitir que se degrade el salario real de su sector", afirma Meguira.
Y esto lleva a la pregunta de qué ocurriría durante 2011 si es que Cristina no tiene eco en su llamado para que los conflictos no impliquen bloqueos de fábricas, cortes de rutas, avenidas o autopistas ni otro tipo de episodios violentos.
Rossi, de Ipsos, aporta un dato que puede dar la pista al respecto: "Las encuestas marcan un fuerte rechazo de la sociedad hacia estas modalidades de protesta. Y no me refiero sólo a la clase media que va en auto por la Panamericana, sino también a los trabajadores del conurbano que toman colectivo y tren para llegar a su trabajo".
"Ante estas situaciones, lo que la gente demanda es acción de las autoridades. Apenas un 7% de los encuestados opina que el Gobierno debería mantenerse al margen. De manera que si Cristina permanece indiferente, la opinión pública se volverá en su contra. Y si trata de limitar la protesta mejorará su imagen", apunta Rossi. Finalmente, el otro tema que no se puede soslayar es que esta nueva tirantez entre el Gobierno y los sindicatos ocurre en un momento en el que la representatividad gremial está en crisis, con un crecimiento de los sectores antimoyanistas en la CGT y también con el afianzamiento de la CTA.
Nadie cree que el cargo de Moyano esté en peligro, pero resulta evidente que su margen de maniobra se achica tanto a nivel sindical como político.
Al respecto son elocuentes las consideraciones de Rodolfo Daer, dirigente del gremio de la industria alimenticia y figura notoria del ala conocida como "los Gordos". "Los sindicatos existen más allá de Moyano y no se agotan en él. Lo que corresponde en este momento del país, en el que tenemos viento de cola favorable, baja desocupación y un Gobierno fortalecido, es aprovechar el contexto para hablar sobre qué país industrial queremos".
Fuente: iprofesional.com
Como siempre, gracias a iprofesional.com por enviarme este excelente articulo
Jorge Elias
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martes, 14 de diciembre de 2010
Entre el temor, el manejo del poder y la necesidad mutua: la "guerra fría" entre Cristina y Moyano
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