La Argentina es el país más eficiente del mundo en la producción de soja, el que produce y exporta al mejor costo por tonelada. Tanto protagonismo en la expansión de la frontera agrícola, terminaron por convertirlo en su principal enemigo.
Absolutamente al contrario de lo que se insinuaba en la comedia de Mel Brooks "Con un fracaso millonarios", la soja recorre paradójicamente en la Argentina el camino inverso: por un triunfo llueven los problemas. Su desarrollo fue tan explosivo, su adaptación a prácticamente todas las zonas agropecuarias del país es tan notable, que hoy asistimos a los conflictos originados básicamente por su éxito.
La soja: un cultivo tan competitivo que terminó acechado por las desventuras (léase "retenciones móviles"). El desarrollo masivo del cultivo de la soja comenzó en la Argentina en octubre de 1974. En ese mes- basado en promisorias siembras ensayadas en años anteriores y en una situación de precios internacionales muy favorables- un grupo de funcionarios del Ministerio de Agricultura de la Nación, enviaron dos aviones Hércules de la Fuerza Aérea para traer desde la zona sur de EE.UU. (Mississippi-Arkansas) los primeros cargamentos masivos de semilla de soja de calidad genética probada.
Lo que ocurriría con el cultivo en las décadas posteriores no podía ni ser imaginado por los más optimistas. La soja se comenzó a difundir en principio en la zona agrícola chacarera del centro sur de Santa Fe (Arequito-Casilda), pero pronto comenzó a incorporarse en la rotación de toda la zona agrícola tradicional. A mediados de la década del 80 ya era el cultivo que incorporaba más tecnología y utilizaba más insumos. Esta situación impulsó la llegada del mensaje profesional a través de los ingenieros agrónomos, la consolidación de una serie de empresas internacionales y nacionales de insumos, y el desarrollo de una red de distribuidores con asistencia técnica profesional a lo largo y ancho del país.
La clave de su expansión era que los productores la elegían. ¿Por qué? Aparte de su capacidad para "fijar" nitrógeno atmosférico, o sea "fabricar" su propio fertilizante, la soja se mostró más resistente a sequías temporarias (muy frecuentes en la pampa húmeda argentina), y capaz de sumarse en "doble cultivo" al trigo. Así su difusión se fortaleció y siguió creciendo hasta mediados de la década del 90, pasando ya en esa fecha a liderar la superficie sembrada por cualquier otro cultivo en el país.
Fue en ese momento (1996) con la llegada de las sojas transgénicas (o OGM), resistentes al glifosato y con la consiguiente facilidad para la expansión de la "siembra directa", que su expansión se hizo explosiva. El manejo de las "malezas" se simplificó enormemente, la falta de competencia y el mejor manejo de las reservas de agua en el suelo como consecuencia de la siembra directa, lo convirtieron en el cultivo más "seguro". El más apto para resistir las contingencias climáticas adversas.
La suma de razones técnicas anteriores permitió su expansión a zonas antes, poco aptas, para la agricultura (Noroeste Argentino, Cuenca del Salado, etc.), lo que sumó terreno al cultivo hasta llegar a las casi 17 millones de hectáreas actuales. De esta forma, la Argentina no sólo se consolidó como el tercer productor mundial de soja, sino que también comenzó a liderar, junto con Brasil, la exportación mundial de grano, aceite y harina de soja. Además, ha sido con claridad el país líder en capturar el crecimiento en el comercio mundial de aceites y harinas oleaginosas en la última década. Casi tres cuartos de todo lo que se expandió en el comercio mundial fue capturado por la República Argentina.
En un marco de decisiones distribuido en miles de empresas, en numerosas regiones productoras y a lo largo de años de mercados y reglas de juego cambiantes, la soja ha sido elegida por los productores para continuar su crecimiento sostenido. Y ha sido capaz de acomodarse a un creciente nivel de retenciones para su exportación desde 2002 a la fecha. Tantas virtudes, tanta adaptación, tantas ventajas competitivas, tanta tecnología, tanta resistencia al cambio de reglas de juego, tanta adhesión por parte de los productores, tanto protagonismo en la expansión de la frontera agrícola, terminaron por convertirse en su principal enemigo.
Fuente: Por Osvaldo Bertossi para el Diario La Nación.
El autor es profesor de la Maestría en Agronegocios de la Universidad Austral