Con la pretenciosa y eufemística denominación de "península ecológica", un nuevo relleno de 20 hectáreas sobre el Río de la Plata podría ser creado en los próximos meses detrás de la Central Termoeléctrica en la Costanera Sur, según admitió recientemente el ministro de Desarrollo Urbano porteño, Daniel Chain.
El propósito de la iniciativa, que aún se encuentra "en estudio" (categoría en la que la administración de Mauricio Macri suele colocar sus propuestas más controvertidas), es destinar el predio, que podría crearse a partir de escombros y tierra removidos de otros puntos de la ciudad, a la transformación en materias primas de la basura que se recoge en el ámbito porteño.
De este modo, el gobierno local buscaría sortear la siempre dificultosa negociación con la provincia de Buenos Aires sobre el destino final de los residuos. De las 22.000 hectáreas con que cuenta la Capital, 1700 fueron ganadas al Río de la Plata desde 1925, a razón de un promedio de 20 ha por año. Las consecuencias son conocidas para los porteños. Con excepción de unos pocos kilómetros de la Costanera Norte, la contemplación del horizonte es una quimera para los habitantes de esta ciudad, acostumbrados a una visión limitada por las construcciones de la urbe interior.
Sólo la reconversión de Puerto Madero volvió a conectar el área ribereña con los porteños, acostumbrados a considerar el corredor de la Avenida del Libertador como el límite de la ciudad. Lo que hay desde ella hacia el río suelen ser zonas portuarias de acceso restringido, sitios de recreación concesionados o incluso villas de emergencia.
A diferencia de lo que ocurre en Rosario, donde el contacto con el Paraná se ha vuelto un proyecto estratégico de la ciudad, o más cerca aún, en Vicente López, Buenos Aires no tiene iniciativas para que deje de darle la espalda al Río de la Plata y aproveche el hecho de ser una metrópoli ubicada junto al río más ancho del mundo, como lo hace, en cambio, Montevideo.
Al moderno y sofisticado skyline porteño sólo es posible verlo desde el río y la visión del propio río, a su vez, sólo es factible desde las privilegiadas oficinas de algunas torres o de los millonarios pisos de Puerto Madero.
Al moderno y sofisticado skyline porteño sólo es posible verlo desde el río y la visión del propio río, a su vez, sólo es factible desde las privilegiadas oficinas de algunas torres o de los millonarios pisos de Puerto Madero.
El proyecto de una autopista ribereña, acaso provista de una nueva costanera que permita la circulación de peatones, podría suponer un cambio. Pero el trazado de la autovía y sus características aún son una incógnita. Los porteños, cada vez más volcados a actividades náuticas, no quieren olvidarse del río color de león, y sus gobernantes más bien deberían generar ideas opuestas a las de un nuevo relleno para que Buenos Aires vuelva a tener su conexión natural con el río del que supo ser reina.
Fuente: Por Javier Navia para Diario LA NACIÓN