domingo, 25 de diciembre de 2011

Un padre atrapado en las disputas entre la Argentina y Gran Bretaña por Malvinas

Por Simon Romero - Servicio de noticias de The New York Times - © 2011
La historia -contada en The New York Times- del pintor kelper, hijo de un inglés que luchó por Inglaterra en la guerra de Malvinas de 1982, que se casó con una argentina y tuvo dos hijos, por los cuales ahora decidió nacionalizarse argentino. Una historia de vida en el marco del gran conflicto diplomático y político entre nuestro país y el Reino Unido.
Con la barba desaliñada, brazos tatuados y un atado de cigarrillos en el bolsillo de la camisa, James Peck, un pintor de paisajes azotados por el viento, inspirados por el maestro inglés J.M.W. Turner, parecería integrarse muy bien con los expatriados bohemios que rutinariamente llegan a los bares y cafés de Buenos Aires. Sin embargo, Peck -a quien algunos anuncian como héroe en Buenos Aires, su nuevo hogar, y otros denuncian como traidor en las islas Malvinas, donde nació y se crió- puede ser todo menos el típico trotamundos extranjero que llega a la Argentina.

Al ingresar en una de las disputas territoriales más fieras en Sudamérica, Peck es la primera persona de las Malvinas en conseguir la ciudadanía argentina desde la guerra de 1982 entre Argentina y Gran Bretaña por el archipiélago. El conflicto de 11 semanas reclamó más de 900 vidas y dio el control de las islas al segundo.

Peck, al aparecer en una ceremonia en esta ciudad en junio con la presidenta Cristina Fernández de Kirchner para recibir su credencial de identificación, se encontró en medio de la discusión diplomática cada vez más tensa por las Malvinas, que han atraído recientemente grandes inversiones para la perforación petrolera, la industria pesquera y el turismo, lo cual ha revivido la vieja animadversión.

Apenas este mes, Gran Bretaña se enojó por las noticias de que buques patrulla argentinos interceptaron embarcaciones pesqueras españolas en aguas que se disputan ambos países. Entre tanto, aviones británicos para una zona marina protegida cerca se las Malvinas provocaron una respuesta displicente por parte de funcionarios militares argentinos en Buenos Aires.

La pelea llegó a los niveles más altos del gobierno este año. El primer ministro David Cameron reafirmó el control de Gran Bretaña sobre las islas en junio. Poco después, Kirchner otorgó a Peck la ciudadanía y recibió a Ban Ki-moon, el secretario general de Naciones Unidas, para hablar sobre la reivindicación argentina de las islas Malvinas, que los británicos llaman Falkland Islands. “Mientras las Islas Malvinas quieran ser territorio británico soberano, deben seguir siendo territorio británico soberano”, dijo Cameron. “Punto final: fin de la historia”.

Una Kirchner iracunda respondió llamando a Gran Bretaña “una burda potencia colonial en decadencia”, y acusó a Cameron de “mediocridad rayando en la estupidez”. Más recientemente, en noviembre, almirantes británicos retirados censuraron en forma contundente la decisión de descartar al único portaaviones británico, sosteniendo que la medida “prácticamente invita” a la Argentina a invadir “las islas Malvinas y sus yacimientos petroleros”.

Gran Bretaña mantiene a unos mil elementos militares en las islas, y está programado para el año entrante -el aniversario 30 de la derrota de la Argentina en la guerra- el desplazamiento del príncipe William a las Malvinas como piloto de helicóptero de rescate, algo que las autoridades argentinas condenaron por considerarlo “un acto de provocación”.

Peck, de 43 años, parece a primera vista un personaje insólito para estar atrapado en tales emociones encendidas. Como muchos de los otros 3.000 kelpers, como se denomina frecuentemente a los habitantes de las Malvinas, debido al alga que se encuentra ahí, es descendiente de los inmigrantes británicos del siglo XIX.  Su padre, Terry, fue un oficial de policía y héroe de la resistencia contra la invasión argentina el 2 de abril de 1982, realizando tareas de espionaje para las fuerzas británicas en las semanas siguientes, así como que combatió junto con un regimiento de paracaidistas en la batalla del Monte Longdon.

Peck sólo tenía 13 años cuando la guerra, pero después de cumplir 18 años -dijo en una entrevista mientras bebía una cerveza Quilmes en un café en Buenos Aires- sirvió en la Fuerza de Defensa de las islas Malvinas, una unidad de voluntarios en la cual “aprendes a usar un rifle y cosas así”.

Cambió las armas por pinceles cuando se fue a Londres a estudiar arte. El tiempo que estuvo fuera le permitió tener un nuevo entendimiento de su hogar, concentrarse en los detalles lingüísticos que, dijo, hablan más de los matices en la historia del archipiélago que los relatos patrioteros de ambos lados sobre la guerra.

Se dio cuenta de que “che”, un término afectivo que usan los kelpers y que Peck usaba para dirigirse a su madre, debía provenir de Argentina, donde aparece en las conversaciones cotidianas. Y supuso que otro término, “el campo”, utilizado para describir a las áridas extensiones del archipiélago, proviene del español.

De hecho, las relaciones entre Malvinas y la Argentina, que ha reclamado la soberanía sobre las islas desde 1833, cuando Gran Bretaña ocupó el archipiélago, no siempre han sido tan tensas. Los criadores de ovejas solían alternar entre el sur de la Patagonia y las Malvinas. Y bien entrado el siglo XX, algunas familias kelpers enviaban a sus hijos a escuelas en Buenos Aires, como la Escuela Escocesa San Andrés, que atiende a la gran comunidad de habla inglesa de Argentina.

Peck dijo que sus primeros viajes a Buenos Aires en los ’90 sabían a “fruta prohibida”. Llegó para exhibir sus pinturas, algunas de las cuales tienen que ver con la guerra y sus cicatrices psicológicas. Conoció a una argentina y siguió el romance. Se casaron y tuvieron dos niños, que ahora tienen nueve y cinco años. Vivir con su esposa en Stanley, la capital de las Islas Malvinas, resultó difícil, dijo Peck, en parte por la hostilidad hacia ella. Y, dado que la Argentina aún limita los vuelos a las Malvinas por su espacio aéreo, tener que hacerlo vía Chile no ayudó, sostuvo.

Cuando su esposa regresó a la Argentina con sus hijos, Peck la siguió, aunque ya se separaron desde entonces. Comentó que su decisión de nacionalizarse argentino tiene que ver en gran medida con estar más cerca de sus hijos.

Algunos en las Malvinas etiquetaron a Peck de traidor, incluidas personas con las que creció, y recibió amenazas de muerte por correo electrónico. Las amenazas provocaron que el ministro de Relaciones Exteriores de Argentina, Héctor Timerman, sostuviera en Naciones Unidas que Gran Bretaña sería responsable si Peck sufría algún daño por parte de “fanáticos” de las islas. “En el mundo del pensamiento en blanco y negro, se trata de una deserción”, dijo. “Pero, para mí, no lo es”.

Meses después, los ánimos aún se enardecen por la decisión de Peck, aunque algunas reacciones son más moderadas: “Es un joven confundido”, opinó en entrevista telefónica Mike Summers, de 59 años, un integrante de la asamblea legislativa de las Malvinas. “Es un triste estado de cosas, de verdad. Si aún viviera su padre, todo el asunto podría haberle ocasionado un ataque cardíaco”.

No obstante, Peck se siente seguro de su decisión. Lentamente, afirmó, se está forjando una vida en Buenos Aires. El Archivo Nacional le dio trabajo en la restauración de documentos. También canta en una banda de rock llamada El Documento. Siente que está del lado correcto de la historia y se autoproclamó un firme partidario de Cristina Fernández de Kirchner. “Sudamérica tiene muchos recursos”, dijo, refiriéndose a las posibilidades del continente mientras la crisis de la deuda arrecia al otro lado del Atlántico, “¿y qué tiene Europa?”.

No obstante, las Malvinas, que están en medio, son otro asunto. Para Peck, tienen algo de lo que carece en Buenos Aires: inspiración. Aún se siente nostálgico de los dominios despoblados allá que influyen en sus asombrosas pinturas, que, dijo, también se inspiran en Martin Kippenberger, el artista alemán que tuvo una vida dura, amaba la controversia y murió a los 44 años. “La verdad es que prefiero pintar en las islas”, comentó. “Quiero decir, a veces salía de mi estudio a caminar a las dos de la mañana y era como si fuera la última persona viva. No había nada”.

Fuente: http://www.losandes.com.ar/notas/2011/12/24/padre-atrapado-disputas-entre-argentina-gran-bretana-malvinas-614643.asp

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