Por César González-Calero LA NACION
En el imaginario brasileño, hay una frase atribuida a Charles de Gaulle, que no ha dejado de resonar en cuatro décadas. "Brasil no es un país serio", habría dicho el presidente francés tras una crisis política entre ambos países en los años 60.
En el imaginario brasileño, hay una frase atribuida a Charles de Gaulle, que no ha dejado de resonar en cuatro décadas. "Brasil no es un país serio", habría dicho el presidente francés tras una crisis política entre ambos países en los años 60.
El acuerdo militar suscrito entre París y Brasilia despeja cualquier duda sobre lo que debe pensar Nicolas Sarkozy del gigante brasileño. El millonario desembolso que hará el gobierno de Luiz Inacio Lula da Silva (más de 12.000 millones de dólares) para adquirir material y tecnología bélica francesa otorga a Brasil, a los ojos del Elíseo, la calificación de socio estratégico.
El convenio militar, el más importante para Brasil en el último medio siglo, se lleva gestando desde hace más de un año, paralelamente al programa de modernización de las fuerzas armadas brasileñas. La visita de Sarkozy a Brasil en diciembre pasado sirvió para cerrar los últimos detalles de la compra de los cuatro submarinos convencionales Scorpène, los 50 helicópteros EC-725 y el acuerdo para la construcción conjunta del submarino nuclear, el gran sueño de Brasil desde hace años.
Con esta demostración de fuerza, coronada hoy, en el Día de la Independencia, con la presencia de Sarkozy en el país, Brasil refirma su intención de convertirse en potencia no sólo regional, sino mundial. El ministro de Defensa brasileño, Nelson Jobim, insiste, cada vez que tiene ocasión, en que el nuevo Plan de Defensa Nacional (en el que se inscribe el acuerdo con Francia) tiene un carácter meramente "disuasivo". Efectivamente, la inversión militar de Brasilia (que supera a las compras de Venezuela a Rusia y al Plan Colombia firmado entre ese país y Estados Unidos) no está diseñada para agredir a nadie.
El objetivo principal es otro: la protección de los casi inagotables recursos naturales con que cuenta el país. Recientemente, Lula anunció un plan para fortalecer el papel del Estado en la explotación de los yacimientos de petróleo del país. Sólo las reservas descubiertas en 2007 en la franja atlántica (conocidas como "presal") superarían los 50.000 millones de barriles de crudo. La modernización de las fuerzas armadas sería el blindaje elegido por Lula para ese plan de explotación de los recursos naturales.
Brasil se proyecta con este acuerdo como la primera potencia militar de la región en un momento decisivo. Tras el controvertido convenio entre Washington y Bogotá para que Estados Unidos pueda utilizar bases militares en territorio colombiano, Brasilia le recuerda sutilmente a la Casa Blanca que en Sudamérica ya hay una potencia regional con peso internacional. No es casual que el Plan de Defensa Nacional se tejiera después de que la IV Flota de Estados Unidos volviera a patrullar aguas del Atlántico Sur.
Para el experto en historia y estrategia militar Joâo Roberto Martins, el acuerdo militar entre Brasil y Francia demuestra el interés del gobierno de Lula en asumir una política regional sin la hegemonía de Washington. En una entrevista con el diario Folha de S. Paulo, Martins declaró que ese contrato con Francia "va a entorpecer no sólo los intereses estratégicos norteamericanos, sino también sus intereses comerciales de la industria naval y aeronáutica".
Brasil descartó precisamente a otros proveedores militares, como Rusia y Alemania, porque Francia le ofrecía la oportunidad de transferirle tecnología avanzada, un detalle crucial para entender el alcance del acuerdo franco-brasileño. Marco Aurélio Garcia, asesor de Lula para asuntos internacionales, fue muy gráfico al explicar las razones de la elección de la oferta francesa: "No vamos a salir más de compras, sino que vamos a coproducir nuestro armamento, y eso tiene una importancia para el actual cuadro de defensa de Sudamérica". Para Garcia, "la cuestión esencial de la elección [de Francia] es el intercambio de tecnología, que otros países no ofrecieron".
Con la tecnología y el respaldo de Francia para la construcción de plantas nucleares, Brasil entrará en la elite de los países con capacidad para desarrollar su propio programa de energía nuclear. Pero Lula no es el único que sale favorecido con el acuerdo militar. El presidente Sarkozy ha logrado mucho más que un jugoso contrato de varios miles de millones de dólares. Francia aspira desde hace tiempo a redoblar su presencia comercial en América latina. La asociación estratégica con Brasil será determinante para competir en la región desde una plataforma privilegiada. Sarkozy ha encontrado en Brasil algo más que un gran socio comercial. Ha encontrado un país serio.
Fuente: Diario La Nación
Estou muito feliz pelo caminho que o Brasil esta seguindo.
ResponderEliminarUm grande pais se faz com homens livros e ARMAS.
Paulo Sá