Por PEPE CERVERA - El Confidencial - @Retiario
Tras una adjudicación polémica, el ejército de EEUU pidió a Boeing que fabricase su nuevo avión gasolinera. El proyecto se retrasa y encarece mientras sus rivales despegan
Foto: Un Boeing 767 italiano (del que deriva el KC-46) proporciona combustible en pleno vuelo a un Edwards B-52 sobre el desierto de Mojave, en California
Disponer de un punto de reabastecimiento de combustible volador multiplica la capacidad de una fuerza aérea, permitiendo a sus aviones de combate llegar mucho más lejos y estar en el aire mucho más tiempo: por eso los aviones-gasolinera tienen una capacidad estratégica de enorme importancia en la guerra moderna.
La primera fuerza aérea en demostrar la potencia del concepto, la US Air Force (USAF), dispone actualmente de centenares de tetrarreactores Boeing KC-135 Stratotanker con los que carga de carburante a miles de aviones en todo el mundo. Pero este aparato se diseñó originalmente en los años 50; de hecho proviene del prototipo Dash-80 de Boeing que dio origen al Boeing 707, el primer gran reactor de pasajeros, y aunque muy mejorados los KC-135 actuales van necesitando un recambio.
Tras muchos dimes y diretes este recambio será el Boeing KC-46A Pegasus, un derivado del avión de pasajeros Boeing 767 del que estaba previsto entraran en servicio 18 unidades en agosto de 2017. Pero problemas detectados en los prototipos supondrán otro nuevo retraso hasta enero de 2018 y 393 millones de dólares de sobrecoste, a sumar a los más de 1.500 acumulados hasta ahora. Para colmo de ironías el diseño competidor europeo, el KC-30 derivado del avión de pasajeros Airbus A330, vuela ya con varias fuerzas aéreas aliadas desde hace años.
El equilibrio entre peso y alcance
En un avión de combate hay múltiples equilibrios de ingeniería que cuadrar: si se refuerza la estructura el aparato será más resistente y podrá llevar más carga o armas, pero aumentará el peso reduciendo el alcance. Si se ponen depósitos más grandes necesitará motores más potentes para moverse con un consumo superior, con lo que quizá el aumento de combustible termine teniendo saldo negativo. O quizá sea necesario reducir a carga útil para obtener un mayor alcance, como se hace a menudo en los aviones con base en portaaviones.
Una forma de resolver el problema es colocar una gasolinera en el cielo; un avión cisterna (o nodriza) capaz de suministrar combustible en vuelo a otros aviones, que de este modo ven aumentada su autonomía, alcance y persistencia de combate casi hasta lo que aguante la tripulación y además pueden despegar con la carga de armas completa y los tanques semivacíos. De ahí la importancia de esta clase de aparatos.
La idea de repostar combustible en el aire nació en los años 20 del siglo pasado, cuando se utilizó para realizar proezas aeronáuticas un tanto absurdas como mantener un avión en el aire sin aterrizar durante 27 días seguidos. Los experimentos continuaron durante los años 30 con éxito, pero la técnica no se empleó en combate durante la Segunda Guerra Mundial, aunque estaba previsto usarla para enviar bombarderos británicos al frente japonés en 1945; las armas atómicas y la invasión rusa de Manchuria lo hicieron innecesario.
La llegada de los reactores a finales de los 40 agravó el problema, ya que este tipo de motores gastan mucho más combustible, de modo que las fuerzas armadas estadounidenses pusieron a punto no un sistema funcional de repostaje en vuelo, sino dos diferentes: uno para los aviones con base en portaaviones de la marina y la Infantería de Marina y otro diferente para los de la fuerza aérea.
Cómo repostar un avión en vuelo
La marina emplea el sistema de cesta-sonda, con una manguera flexible que cuelga detrás del avión nodriza y termina en una cesta similar a las plumas de una pelota de badmington que el avión receptor empala con una sonda rígida de la que dispone. Funciona muy bien con aviones pequeños y maniobrables como cazas y permite usar casi cualquier aparato de transporte como cisterna con pocas modificaciones y el añadido de un sistema retráctil de manguera.
Otra ventaja es que puede repostar a varios aparatos a la vez. A cambio la manguera tiene poca capacidad, de modo que el repostaje es más largo. Es el sistema por el que han optado casi todas las fuerzas aéreas occidentales y fue copiado por la URSS, por lo que también lo usan Rusia, la India y China.
Prototipo del Boeing KC-46 despegando en pruebas en julio de 2015 (Foto: Ken Fielding)
La USAF, en cambio, utiliza otro sistema diferente llamado de pértiga porque emplea un vástago rígido alargable que dispone de un pequeño par de aletas en su extremo. El avión receptor dispone de un orificio en la parte superior y el avión cisterna maniobra la pértiga hasta engancharla con este orificio: al ser un tubo rígido tiene mayor capacidad y opera con mayor rapidez, y se puede usar para repostar aviones grandes y menos maniobrables (los movimientos de ajuste los hace la pértiga).
A cambio se necesita un operador muy bien entrenado para la pértiga, sólo se puede repostar un avión a la vez y la mayoría de los helicópteros no lo pueden usar. La pértiga es usada además por Holanda, Israel, Turquía (que dispone de KC-135s estadounidenses de segunda mano) y por Irán (que dispone del único Boeing 747 adaptado para este uso).
A partir de los años 60 tanto el sistema de la marina como el de la fuerza aérea se extendieron y desarrollaron, convirtiendo el repostaje en vuelo en rutina; se emplea en misiones de combate, incluso transcontinentales, en traslados de aparatos o en misiones de transporte o espionaje; algunas de ellas imposibles antes del uso de esta técnica.
Por ejemplo el avión espía SR-71 Blackbird, capaz de superar tres veces la velocidad del sonido, usaba un combustible especial y necesitaba la versión especial del KC-135 llamada Q, con una pértiga especial de alta velocidad e instrumentación diferente. El SR-71 despegaba casi vacío y necesitaba repostar al principio de sus misiones y cada 90 minutos de vuelo supersónico; los KC-135Q tenían que desplegarse adecuadamente.
A la búsqueda del nuevo avión cisterna
A pesar de las numerosas mejoras para principios de siglo estaba claro que los KC-135 estaban alcanzando su límite de futuro desarrollo y era necesario empezar a diseñar un nuevo avión cisterna para reemplazarlos. Así se lanzo un primer programa en el año 2000 con la idea de alquilar (no comprar) 100 ejemplares de una versión adaptada del avión de pasajeros Boeing 767 denominada KC-767A. La idea causó polémica política, especialmente cuando se descubrió un presunto escándalo de corrupción con sobornos de por medio para adoptar el aparato. El programa se canceló en 2003, pero el problema continuó. En 2006 se lanzó de nuevo la compra, esta vez como un proceso competitivo denominado Programa KC-X con varias diferencias.
Para el KC-X Boeing presentó una versión del B-777 de pasajeros llamada KC-777 Strategic Tanker de mayor capacidad. La sorpresa vino de la mano de la compañía europea Airbus que presentó (asociada con la estadounidense Northrop Grumman) el A-330 MRTT basado en el avión de pasajeros Airbus A330, bajo la denominación KC-45. La oferta se reformuló en 2007 y pretendía adquirir 179 aviones (1 prototipo y 178 operativos) por un importe cercano a los 40.000 millones de dólares para entregar hacia 2016/17; el cambio de condiciones molestó a Airbus/Northrop, especialmente cuando Boeing aprovechó para cambiar su oferta y reemplazarla por una versión del B-767.
Un Airbus 330 MRTT del ejército australiano provee de combustible a otros dos aviones en pleno vuelo (Foto: Airbus)Un Airbus 330 MRTT del ejército australiano provee de combustible a otros dos aviones en pleno vuelo (Foto: Airbus)
Era la primera vez que un competidor extranjero optaba con posibilidades reales a un concurso de armamento estratégico en los EE UU, de modo que el asunto generó polémica. En especial cuando en 2008 la USAF anunció que el ganador del concurso KC-X era el KC-45 de Airbus/Northrop. En pocos meses una protesta de Boeing el convirtió en una investigación que acabo por cancelar el programa KC-X, y por tanto la victoria de Airbus, reabriendo el proceso de compra. Esta vez Northrop Grumman se retiró, y aunque Airbus persistió el resultado era cantado y se optó por el KC-46 de Boeing. Eso sí: para entregar 18 de ellos en 2017 y con un precio fijo; cualquier retraso o sobrecoste tendría que asumirlo el fabricante.
Retrasos y sobrecostes para Boeing
El KC-46 está basado en la versión 767-200LRF (Long Range Freighter, carguero de largo alcance) de su pariente civil, que combina elementos de varias versiones incluyendo los motores, 'flaps', cabina y sistema de vuelo ‘fly-by-wire' de la versión 767-400ER. El aparato vuela con tres tripulantes (dos pilotos y un técnico de reabastecimiento) y además de combustible puede configurarse para transportar hasta 190 pasajeros, 19 pacientes o 19 palés de carga estándar. Tiene 48,5 m de longitud, 47,6 m de envergadura una altura máxima de 15,8 m. En vacío pesa algo más de 82 toneladas y el peso máximo al despegue es de casi 187 toneladas. Sus dos motores Pratt&Whitney PW4062 le impulsan a una velocidad de crucero de 850 km/h; su techo de vuelo excede ligeramente los 12.200 m, y tiene un alcance de hasta 12.200 km.
Tras una serie de pruebas quedó claro que la pértiga de reabastecimiento tenía problemas de rigidez y se combaba al repostar aviones grandes
Para mediados de este año ya estaba claro que el programa tenía problemas: la Fuerza Aérea había destinado 4.900 millones de dólares al desarrollo del KC-46, y cualquier sobrecoste tendría que ser asumido por Boeing, que ya había anunciado casi 1.600 millones a sus accionistas.
Tras una serie de pruebas con el primer prototipo, quedó claro que la pértiga de reabastecimiento tenía problemas de rigidez y se combaba al repostar aviones grandes como el transporte C-17. Esto sumó otros 393 millones de dólares a los sobrecostes ya encajados y, lo que es peor, retrasó la entrega de los primeros 18 aparatos a enero de 2018, como pronto. En julio se anunció que la nueva pértiga ya está lista y ha pasado sus pruebas. Al paso que va el KC-46 puede acabar siendo ruinoso para Boeing en términos económicos, pero también de imagen.
Y por si la pérdida de casi 2.000 millones de dólares y de prestigio no fuese suficiente para Boeing, y los retrasos problemáticos para la USAF, el KC-30 (versión australiana del Airbus A330 MRRT-KC-46 que perdió el último concurso) lleva desde 2014 operando sin problemas y suministrando combustible a aviones aliados, incluyendo los estadounidenses. Comprar 'Made in America' le está saliendo caro tanto al comprador como al vendedor, parece.
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