Editorial I del diario La Nación
A
la errática gestión en materia internacional, la Presidenta ha sumado
lamentables tensiones innecesarias por sus excesos en Twitter
En los últimos diez años, el conflicto
permanente parecería lamentablemente ser una de las pocas constantes de
nuestra errática, perjudicial y bastante poco coherente política
exterior. Hemos asistido a recurrentes y ruidosos incidentes
diplomáticos que abarcaron a casi todos nuestros vecinos inmediatos, con
quienes hemos acumulado todo tipo de problemas e innecesarias
tensiones. Tanto Chile como Brasil, Paraguay y Uruguay han sido víctimas
reiteradas de una tendencia evidente al maltrato.
No menos responsabilidad le cabe al canciller Héctor Timerman, algunos de cuyos gestos se han transformado en una pesada hipoteca para nuestro país, empezando por el triste episodio en el que se lo vio ante las cámaras portando un alicate con el cual hizo abrir valijas que venían en un avión militar norteamericano que había arribado a la Argentina por un acuerdo de cooperación con el gobierno nacional. Como ése, abundan los pretendidos actos mediáticos en supuesta defensa de la soberanía nacional que sólo terminan aislándonos internacionalmente cada vez más.
El último de los desgastantes y absurdos conflictos es el producido recientemente con Chile, con motivo de la actividad de cabotaje que presta la empresa aérea LAN, contra la cual las autoridades de Aerolíneas Argentinas, identificadas con la agrupación política La Cámpora, han embestido tratando de eliminar o dañar a un competidor que, con su eficiencia operativa, deja constantemente al desnudo la pésima gestión de la línea aérea de bandera, que sufre pérdidas cercanas a los dos millones de dólares diarios.
Con una elevada cuota de narcisismo que, entre otras cosas, la ha hecho adicta a las cadenas nacionales y, ahora, a "tuitear" sin descanso, como ocurrió en su momento con el desaparecido presidente venezolano Hugo Chávez, aprovechando lo que aparentemente percibió como una oportunidad más para ser protagonista, Cristina Kirchner dirigió recientemente una serie de insolentes e hirientes comentarios por la red social Twitter contra el presidente de Chile, Sebastián Piñera. Esos mensajes, naturalmente, motivaron una esperable réplica, de tono severo, por parte del canciller trasandino, generándose así un nuevo foco de conflicto.
El irresponsable e infundado ataque al presidente Piñera -al que la propia mandataria intentó más tarde bajarle el tono- se refiere concretamente a un país con el cual la Argentina tiene el mayor superávit comercial. Hablamos de unos 3800 millones de dólares anuales que están en juego. Prácticamente el doble del saldo comercial positivo que la Argentina tiene con Venezuela. Además, Chile es nuestro tercer socio comercial y sólo es superado por los intercambios con Brasil y China.
Lo sucedido se suma, por lo demás, a los graves incumplimientos, en tiempos de Néstor Kirchner, de las obligaciones oportunamente asumidas respecto de la provisión de gas natural al país trasandino.
Cuando existe una marcada escasez de dólares, consecuencia de una política económica tan equivocada como agotada, episodios como los aquí comentados resultan insanos. Particularmente, cuando se añaden a los cotidianos actos de patoterismo del secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, que traban y vuelven imprevisibles las importaciones, al tiempo que dificultan la actividad económica de muchos de los inversores chilenos en nuestro medio, incluidos los de empresas como Falabella o Cencosud.
Es hora de poner paños fríos y apuntar a recomponer una relación que, como se ha dicho, nos es sumamente ventajosa.
Lamentablemente, lo sucedido demuestra que quienes dicen actuar contra los monopolios en realidad añoran y actúan arbitrariamente a favor de la constitución de un monopolio a partir de una empresa como Aerolíneas Argentinas, cuya reestatización avanza hacia un tremendo desencanto. También es revelador de que el proteccionismo del que el mundo acusa a la Argentina es real y tiene mil caras. Y, finalmente, refleja que la integración regional y la "patria grande" en boca de los funcionarios del gobierno nacional son sólo declamaciones retóricas, que ceden frente a un viejo apego al nacionalismo, que destiñe de inmediato esos enunciados..
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