En la mente de muchos, el "modelo" es aún el de los primeros años, entre 2003 y 2007, cuando la economía creció a una tasa promedio anual de 8,8%. Los motores de ese crecimiento fueron la elevada capacidad ociosa tras la crisis de 2001; el salto de competitividad producto de la devaluación; y el fuerte crecimiento de los precios internacionales de las materias primas (entre diciembre de 2001 y de 2003 el precio de la soja aumentó 77%). Con la recuperación económica bajó el desempleo y el consumo se reactivó, de la mano de un salario real que crecía y de una política económica expansiva.
Estos motores se fueron a apagando. Desde 2008 a 2011 la capacidad ociosa desapareció, la inversión no alcanzó para sostener tasas elevadas de crecimiento y la inflación fue corroyendo lentamente pero sin pausa la competitividad cambiaria. En 2007, tras un importante salto en la inflación, el gobierno decidió ocultar el problema e intervenir el INDEC. Más aún, la política oficial continuó siendo expansiva durante todo el período, aunque ello sólo se justificaba en 2009 frente a la crisis internacional.
El superávit fiscal también comenzó a dilapidarse. Las políticas expansivas y la masa de subsidios crecientes producto de la distorsión de los precios relativos indujeron al deterioro de las cuentas públicas. De nuevo, se tomaron medidas que no solucionaban el problema y que creaban otros: el deterioro se maquilló con transferencias del BCRA y con fondos de la ANSES después de confiscar las AFJP. Así, en 2011, uno de cada dos pesos emitidos por el BCRA se destinó a cubrir la creciente necesidad fiscal, lo que le puso un piso a la inflación, pero a pesar de ello en 2012 hubo déficit fiscal primario por primera vez desde 1996.
También desapareció el superávit externo. El sector energético pasó de tener una balanza comercial positiva de 4.000 millones de dólares en 2007 a un déficit de casi 3.000 millones en 2012. Además, la manipulación del INDEC, la nacionalización de las AFJP, la confiscación de YPF y el atraso cambiario fueron llevando a una fuga masiva de dólares: entre 2008 y 2011 se fugaron 70.000 millones de dólares. También aquí el gobierno aplicó una política de parches. El gobierno prohibió la compra de divisas y frenó las importaciones. El cepo fue poco efectivo para frenar el drenaje, disparó el dólar paralelo e impactó negativamente en el mercado inmobiliario y la construcción, mientras que las restricciones a las importaciones frenaron el nivel de actividad.
A 2013 se llega, así, con un modelo que hace agua por varios frentes. Las tasas chinas son un recuerdo lejano. Hace un año y medio que el nivel de actividad está estancado, el empleo privado no crece, el salario real cae y el tipo de cambio real volvió a niveles de la década de 1990. La inflación no baja de 24% y aviva la brecha entre el dólar oficial y paralelo. Ni la confiscación de YPF revirtió el déficit energético ni el cepo detuvo la caída de reservas, que actualmente están por debajo de los 39.000 millones de dólares. La economía está lejos de un colapso, pero a medida que pasa el tiempo sin que se implemente una verdadera política económica se confirma el escenario de estancamiento con inflación, aumenta la fragilidad de la economía y crece la probabilidad de una crisis. La política económica kirchnerista fue el colosal derroche de una excelente oportunidad de desarrollo, pero aún estamos a tiempo aplicando una política razonable, normal, como la de todos los países de la región que crecen.
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