(Infodefensa.com) Ginés Soriano, Madrid – El avión de combate Joint
Strike Fighter –desarrollado por nueve países liderados por
Estados Unidos y su multinacional
Lockheed Martin– ya ha demostrado su capacidad de despegar
verticalmente, como hasta el momento sólo podían hacer los helicópteros y los
aviones Harrier. Con este hito la compañía norteamericana –la principal
fabricante de material de defensa del mundo– obtiene un respiro en un proyecto
amenazado por su constante encarecimiento.
Un F-35B de pruebas –variante STOVL (despegue corto y aterrizaje vertical) de este modelo– se elevo por primera vez desde una posición totalmente estática en la base aeronaval de Patuxent River, en el estado norteamericano de Maryland, el pasado 10 de mayo, según confirmó el lunes Lockheed Martin.
La prueba cumple uno de los requisitos exigidos para el F-35B Lightning II, aunque no se considera como una capacidad principal. El avión está realmente pensado para despegar desde pistas muy cortas, como las de los buques anfibios LHD norteamericanos de la clase Wasp o las del Juan Carlos I español y los Canberra australianos fabricados en España por Navantia.
La facultad de poder despegar verticalmente (VTO, por sus siglas en inglés) de estos aviones es una baza con la que cuenta para poder operar en entornos en los que no le sería posible realizar un despegue corto. En esos casos, el aparato puede ejecutar el despegue VTO con una cantidad limitada de combustible.
Lockheed Martin ha divulgado un video en el que se recoge el momento de la prueba, pero en el que, como señala la web Defense Aerospace, no se incluye la transición en el aire entre el vuelo vertical de despegue y el vuelo horizontal de la aeronave, una fase clave de las operaciones VTO.
Tres versiones para nueve países
El Joint Strike Fighter es un proyecto liderado por EEUU en el que también participan Gran Bretaña, Italia, Holanda, Australia, Dinamarca, Noruega, Turquía y Canadá. Se han desarrollado tres variantes del avión diferenciadas por las letras A, B y C. El F-35A, el más ligero y ágil de los tres, está preparado para el despegue y el aterrizaje convencional (CTOL) en pistas habituales, y con él se prevé sustituir a los aviones F-16 y A-10.
La versión F-35B es la planteada para despegues cortos y aterrizajes verticales (STVOL) y, en caso de necesidad, es capaz de despegar verticalmente (VTO). Esta variante sustituirá a los cazas Harrier, como los que en una versión más antigua que los actuales empleó Gran Bretaña desde portaaeronaves en la Guerra de las Malvinas.
Finalmente, el F-35C es una variante naval preparada para operar en grandes portaaviones, desde donde despega con ayuda de catapultas y aterriza en un corto espacio gracias a su resistente tren de aterrizaje y al gancho trasero con el que atrapa el cable anclado al buque que consigue detenerle. El F-35C, que está diseñado con alas de mayor tamaño y plegables, está pensado para sustituir al caza naval Boeing F/A-18 Super Hornet.
Posibles abandonos y primeras entregas del avión
A mitad de 2012 el coste para EE UU de este programa de armas, que es el más caro de la historia del Pentágono y que no ha dejado de aumentar durante los últimos años, se estimaba en más de 310.000 millones de euros, lo que supone un incremento de casi el 70% respecto a los 180.000 millones de euros en los que se valoró hace once años.
Su desarrollo peligra si se confirma el abandono de alguno de sus nueve socios o se reduce significativamente el número de aeronaves finalmente adquiridas. Algo que se ha atisbado en varias ocasiones, especialmente durante el año pasado.
En diciembre, una auditoría sobre el programa canadiense del caza revelaba que el coste total de los aviones va a resultar demasiado caro para el país: más de 30.400 millones de euros durante la vida útil completa de los 65 aviones previstos. La cifra es muy superior a los menos de 19.000 millones de euros inicialmente calculados y podría obligar a reducir el número de unidades adquiridas o sustituirlas por otro modelo menos gravoso.
Tanto en un caso como en otro el programa internacional ahondaría aún más en su espiral de escalada de precios para tratar de compensar los ingresos que dejarían de obtenerse.
Dinamarca, otro de los miembros del consorcio del Joint Strike Fighter (JSF), también se está planteando la reapertura de su programa de renovación de aviones de combate para dar cabida a otros desarrollos. Algunas voces del sector danés se quejan de los escasos retornos que el proyecto les está reportando, por lo que no es del todo seguro que el JSF acabe llevando los colores del país nórdico.
En Italia, otro socio, ya se ha recortado el número de aviones que prevé adquirir de 131 a 90 unidades, y aún podría reducirse más.
Hace ahora un año fue Australia quien desveló un nuevo contratiempo para el programa, al anunciar que retrasaría dos años la compra de los doce primeros F-35 previstos por razones presupuestarias.
Poco antes Holanda había anunciado la posible reducción de su participación en un programa que ya sembraba por entonces dudas en el plan de adquisiciones de Gran Bretaña a la vez que Japón advertía de la posibilidad de echarse atrás en su compromiso de adquirir 42 F-35 por el aumento de costes. Incluso la propia fuerza aérea de Estados Unidos advirtió entonces de que podría reducir el número de adquisiciones por el mismo motivo.
A todos ellos se unió Turquía a principios de este año al reconocer que está estudiando demorar la recepción de sus primeros cazas F-35 dos años más, aduciendo una reducción de expectativas operativas y el aumento de los costes que están experimentando los aviones.
De momento Noruega es el único país del consorcio de nueve países que desarrolla este caza de quinta generación que aún no ha sembrado dudas sobre el cumplimiento de sus compromisos de compra.
Por otro lado, como contrapeso de estas informaciones sobre posibles reducciones, se encuentra el balance ofrecido por Lockheed Martin correspondiente al año pasado.
Los responsables de la multinacional explican que durante 2012 el programa ha cumplido con la entrega de treinta aparatos y se han “logrado avances significativos en las pruebas de vuelo”. Para el fabricante, 2012 ha sido un año de “progresos continuados” en el proyecto. Entre las treinta entregas se incluyen 11 F-35A (CTOL), 18 F-35B (STOVL) y un F-35C (CATOBAR).
El despegue vertical logrado ahora se suma a los principales hitos del programa, que continúa avanzando.
Foto: Lockheed Martin
Un F-35B de pruebas –variante STOVL (despegue corto y aterrizaje vertical) de este modelo– se elevo por primera vez desde una posición totalmente estática en la base aeronaval de Patuxent River, en el estado norteamericano de Maryland, el pasado 10 de mayo, según confirmó el lunes Lockheed Martin.
La prueba cumple uno de los requisitos exigidos para el F-35B Lightning II, aunque no se considera como una capacidad principal. El avión está realmente pensado para despegar desde pistas muy cortas, como las de los buques anfibios LHD norteamericanos de la clase Wasp o las del Juan Carlos I español y los Canberra australianos fabricados en España por Navantia.
La facultad de poder despegar verticalmente (VTO, por sus siglas en inglés) de estos aviones es una baza con la que cuenta para poder operar en entornos en los que no le sería posible realizar un despegue corto. En esos casos, el aparato puede ejecutar el despegue VTO con una cantidad limitada de combustible.
Lockheed Martin ha divulgado un video en el que se recoge el momento de la prueba, pero en el que, como señala la web Defense Aerospace, no se incluye la transición en el aire entre el vuelo vertical de despegue y el vuelo horizontal de la aeronave, una fase clave de las operaciones VTO.
Tres versiones para nueve países
El Joint Strike Fighter es un proyecto liderado por EEUU en el que también participan Gran Bretaña, Italia, Holanda, Australia, Dinamarca, Noruega, Turquía y Canadá. Se han desarrollado tres variantes del avión diferenciadas por las letras A, B y C. El F-35A, el más ligero y ágil de los tres, está preparado para el despegue y el aterrizaje convencional (CTOL) en pistas habituales, y con él se prevé sustituir a los aviones F-16 y A-10.
La versión F-35B es la planteada para despegues cortos y aterrizajes verticales (STVOL) y, en caso de necesidad, es capaz de despegar verticalmente (VTO). Esta variante sustituirá a los cazas Harrier, como los que en una versión más antigua que los actuales empleó Gran Bretaña desde portaaeronaves en la Guerra de las Malvinas.
Finalmente, el F-35C es una variante naval preparada para operar en grandes portaaviones, desde donde despega con ayuda de catapultas y aterriza en un corto espacio gracias a su resistente tren de aterrizaje y al gancho trasero con el que atrapa el cable anclado al buque que consigue detenerle. El F-35C, que está diseñado con alas de mayor tamaño y plegables, está pensado para sustituir al caza naval Boeing F/A-18 Super Hornet.
Posibles abandonos y primeras entregas del avión
A mitad de 2012 el coste para EE UU de este programa de armas, que es el más caro de la historia del Pentágono y que no ha dejado de aumentar durante los últimos años, se estimaba en más de 310.000 millones de euros, lo que supone un incremento de casi el 70% respecto a los 180.000 millones de euros en los que se valoró hace once años.
Su desarrollo peligra si se confirma el abandono de alguno de sus nueve socios o se reduce significativamente el número de aeronaves finalmente adquiridas. Algo que se ha atisbado en varias ocasiones, especialmente durante el año pasado.
En diciembre, una auditoría sobre el programa canadiense del caza revelaba que el coste total de los aviones va a resultar demasiado caro para el país: más de 30.400 millones de euros durante la vida útil completa de los 65 aviones previstos. La cifra es muy superior a los menos de 19.000 millones de euros inicialmente calculados y podría obligar a reducir el número de unidades adquiridas o sustituirlas por otro modelo menos gravoso.
Tanto en un caso como en otro el programa internacional ahondaría aún más en su espiral de escalada de precios para tratar de compensar los ingresos que dejarían de obtenerse.
Dinamarca, otro de los miembros del consorcio del Joint Strike Fighter (JSF), también se está planteando la reapertura de su programa de renovación de aviones de combate para dar cabida a otros desarrollos. Algunas voces del sector danés se quejan de los escasos retornos que el proyecto les está reportando, por lo que no es del todo seguro que el JSF acabe llevando los colores del país nórdico.
En Italia, otro socio, ya se ha recortado el número de aviones que prevé adquirir de 131 a 90 unidades, y aún podría reducirse más.
Hace ahora un año fue Australia quien desveló un nuevo contratiempo para el programa, al anunciar que retrasaría dos años la compra de los doce primeros F-35 previstos por razones presupuestarias.
Poco antes Holanda había anunciado la posible reducción de su participación en un programa que ya sembraba por entonces dudas en el plan de adquisiciones de Gran Bretaña a la vez que Japón advertía de la posibilidad de echarse atrás en su compromiso de adquirir 42 F-35 por el aumento de costes. Incluso la propia fuerza aérea de Estados Unidos advirtió entonces de que podría reducir el número de adquisiciones por el mismo motivo.
A todos ellos se unió Turquía a principios de este año al reconocer que está estudiando demorar la recepción de sus primeros cazas F-35 dos años más, aduciendo una reducción de expectativas operativas y el aumento de los costes que están experimentando los aviones.
De momento Noruega es el único país del consorcio de nueve países que desarrolla este caza de quinta generación que aún no ha sembrado dudas sobre el cumplimiento de sus compromisos de compra.
Por otro lado, como contrapeso de estas informaciones sobre posibles reducciones, se encuentra el balance ofrecido por Lockheed Martin correspondiente al año pasado.
Los responsables de la multinacional explican que durante 2012 el programa ha cumplido con la entrega de treinta aparatos y se han “logrado avances significativos en las pruebas de vuelo”. Para el fabricante, 2012 ha sido un año de “progresos continuados” en el proyecto. Entre las treinta entregas se incluyen 11 F-35A (CTOL), 18 F-35B (STOVL) y un F-35C (CATOBAR).
El despegue vertical logrado ahora se suma a los principales hitos del programa, que continúa avanzando.
Foto: Lockheed Martin
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