Por: Roberto Lavagna - EX MINISTRO DE ECONOMIA
Cortedad de miras y metas erradas explican la realidad de un país rico en potencia, pero con un destino nebuloso.
Nuestro país encierra en sí mismo una tremenda contradicción. En un amplio espacio territorial tiene tierras altamente productivas, agua, climas diversos: tiene, por ende, alta capacidad de producir alimentos. Cuenta con un balance energético favorable, con altas disponibilidades mineras y en una extensa plataforma marítima, goza de recursos vitales.
Por último, pero esencial, dispone de recursos humanos de buena calificación. Además, en su historia desarrolló un sistema institucional avanzado, con alta influencia del Partido Radical, y un compromiso con lo social claramente definido por la aparición del Justicialismo. Sin embargo, ha fracasado en absorber la pobreza que, lejos de bajar, ha subido en relación a la de los años setenta. Pobreza y pobreza extrema que se han agravado en los últimos tres años, transformándose a medida que pasan los años en un flagelo de carácter estructural.
El crecimiento ha sido en las últimas cuatro décadas insuficiente, inestable y concentrado. La educación y la salud han perdido prioridad. La inseguridad y el narcotráfico son importantes y la fragilidad institucional es un problema. La permanente oscilación entre extremos pseudo-ideológicos ha hecho de la política un campo de batalla donde quien gana no dialoga sino que se apodera y abusa de todo el poder hasta su derrumbe. Sería fácil explicar esta realidad haciendo responsable solamente al gobierno actual, al gobierno de turno, y sin embargo sería falso. Desde ya que el Gobierno tiene hoy mayores responsabilidades precisamente por ser gobierno y por ser el administrador de posibilidades. Pero no tiene toda la responsabilidad.
Acá hay una responsabilidad colectiva. No incluye a todos los ciudadanos que luchan por resolver sus problemas cotidianos, pero sí a toda la dirigencia: la política, la empresaria, la sindical, los medios de comunicación, los intelectuales, etc. Hay en definitiva un problema cultural de la dirigencia argentina en general y del gobierno en particular. La cuestión cultural tiene muchos aspectos, pero hay uno con marcada relevancia: la mirada puesta sólo en el corto plazo.
El predominio del "parche" por encima de la solución. La demagogia de dar alivio hoy, comprometiendo el futuro. Los ejemplos recientes y actuales son variados:
a) La matanza de vacas, de vientres -la "máquina" de hacer carne y leche- para evitar aumentos de precios, cosa que ocurrió en los dos últimos años y que compromete seriamente el abastecimiento y los precios en los próximos dos.
b) El subsidio a la energía que alcanzó un nivel presupuestariamente insostenible y acaba de dar lugar a un increíble tarifazo en el gas. Esos subsidios que hoy al achicarse golpean al consumidor, por su aleatoriedad, ni siquiera sirvieron para dar aliento a las inversiones y nos han conducido a una marcada pérdida de reservas comprometiendo el abastecimiento futuro.
c) El falseamiento estadístico generalizado que según el Gobierno habría dado lugar a ahorros en el pago de bonos indexados. El supuesto-falso- ahorro no habría sido hasta ahora de más de 1.600 millones de dólares y su costo real ha sido fuga de capitales, ininterrumpida desde el 2006 (en abril de ese año empezaron la intervenciones indebidas en las estadísticas) por un monto que sólo en los dos últimos años ha sido de más de 40.000 millones de dólares. ¿Un torpe negocio? Sin dudas.
d) El desorden de las cuentas públicas nacionales y provinciales que obligarán a emitir deuda a muy altas tasas de interés, abandonando la política de reducción de la deuda iniciada en el 2002. La lista podría seguir y seguir.
Un segundo aspecto de defectos culturales es ignorar que aun dentro de esa visión errada de "pan para hoy, hambre para mañana", se puede hacer menos daño si las prioridades son las correctas. Claro está que para eso hay que reconocer el principio de que gobernar es fijar prioridades, correctas. Precisamente lo que no ocurre. ¿O acaso alguien cree que dentro de la escasez de recursos tiene prioridad malgastar dos millones de dólares diarios en Aerolíneas en lugar de aplicarlos al dengue? ¿O es que acaso alguien cree que el dengue ha desaparecido mágicamente?
Cortedad de miras, desconocimiento de la idea de prioridad o su fijación de manera incorrecta, he aquí dos elementos que explican una parte sustancial de esta anomalía argentina: la de un país potencialmente rico, grande, atractivo para vivir, para estudiar, para invertir y este futuro chato, nebuloso que buena parte de los argentinos ve. Estos errores cuestan mucho y cuestan mucho más a quienes menos tienen.
Entre el 2008 y el 2009 los errores de gobierno, los económicos y sociales, los institucionales y los de política exterior, nos han costado a los argentinos el equivalente al 9 % del producto bruto tendencial argentino. Eso equivale a unos 25.000 millones de dólares. Como además las pérdidas nunca se distribuyen de manera igualitaria y golpean en particular a los trabajadores y jubilados, las pérdidas para este sector de la sociedad (no menos del 60 % del total, es decir unos 25 millones de compatriotas), equivalen a una disminución del poder de compra no menor al 15 %.
Una rebaja de lo que la mayoría de los argentinos tienen en su bolsillo, en su poder de consumo, del 15 % tiene efectos sociales negativos creando no menos de 3.500 pobres por día, desalienta la inversión, empuja a la fuga de capitales, desalienta y destruye empleo, en blanco y en negro. Otro camino es posible, como los argentinos nos lo demostramos cuando salimos solos, sin ayuda, y en un marco internacional y regional no favorable, de aquella megacrisis del derrumbe de la convertibilidad en el 2001. Es el camino de gobernar con visión de futuro en el marco de una sociedad que recompensa con su confianza a quienes escuchan, a quienes rectifican, a quienes creen en un Estado activo en lo social, pero que respeta la creatividad, el ingenio y la libertad de los ciudadanos.
Fuente: Diario Clarín
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