Mauricio Macri apostó ayer a un método y a un concepto. El método: la fragmentación de las responsabilidades en el área económica. Hacienda y Finanzas serán, en adelante, materias de dos ministerios distintos. El concepto: una mayor preocupación por el desafío fiscal. La decisión encarna en varios nombres. Relevó a Alfonso Prat-Gay , quien desde hace dos semanas estaba, al menos en el plano emocional, fuera del Gobierno. Y designó en Hacienda a Nicolás Dujovne . Luis "Toto" Caputo fue promovido a ministro para seguir encargándose del financiamiento. El modo en que se movieron las piezas cierra algunas incógnitas sobre el funcionamiento de la administración. Y abre otras.
Según un consenso generalizado, uno de los inconvenientes de la gestión oficial es la excesiva segmentación de las decisiones económicas. Macri confirmó ayer que cree lo contrario. Es decir, que la administración funcionará mejor cuanto más se fraccione el antiguo Ministerio de Economía. Su criterio sería el siguiente: para alcanzar el éxito no hace falta concentrar en las manos de cada actor los instrumentos necesarios para lograr un objetivo; hace falta que ese actor sepa coordinarse con el resto. Esa exaltación del "equipo" oculta mal el interés por preservar la decisión final en un solo individuo. El jefe. Macri. La estética con que la Casa Rosada presentó la resolución de ayer confirma esta percepción: "Macri echó a Prat-Gay". ¿Por qué lo echó? "Porque no se dejaba coordinar". Ése fue el mensaje. Con una dimensión adicional: la leyenda, alimentada por el antecedente municipal, de que Macri no se desprende jamás de un funcionario fue refutada. Isela Costantini fue un banco de pruebas. Anoche también estaba saliendo el secretario de Obras Públicas Daniel Chaín. Carlos Balbín, Procurador del Tesoro, está en lista de espera.
La permanencia de Caputo en Finanzas esconde varios significados. El más obvio es que Caputo demostró una gran capacidad en gestiones complejísimas, como el acuerdo con los holdouts. Se trata de un logro relevante para la economía, pero también para la política. Para desencanto de Cristina Kirchner y Kicillof, en las encuestas el público aprecia más la salida del default que la reparación jubilatoria. Macri ha sido muy celoso de que ese logro le sea atribuido él y, en todo caso, al talento negociador de Caputo. No a Prat-Gay.
Caputo jugó un rol discreto también en otro plano. Convencido de que nunca se entendería con Prat-Gay, Macri confió en que Caputo funcionaría como amortiguador. Se lo prometieron su amigo Nicolás, primo del funcionario, y Horacio Rodríguez Larreta. La alquimia fracasó. Y los intentos de "coordinación" evitaron la intimidad: Macri y su ministro estuvieron en todo el año sólo un par de veces a solas. Mantuvieron lo que Borges llamó "una amistad típicamente inglesa, en la que lo primero que se suprimen son las confidencias y, al poco tiempo, el diálogo". Todo se deterioró con la crisis de Ganancias. Prat-Gay ya estaba, en un sentido emocional, fuera del Gobierno. Era lógico que ayer, cuando le ofrecieron otro cargo, no lo aceptara.
Con Dujovne, Macri suma a otro economista brillante a su Gobierno. El nuevo ministro conoció al Presidente en la campaña. Bromas del destino: fue durante un par de reuniones en las propuso una estrategia fiscal. Desde entonces tuvo excelentes vinculaciones con muchos miembros del oficialismo. Sobre todo Federico Sturzenegger, Jorge Triaca, Francisco Cabrera y Miguel Braun. El trato con Prat-Gay fue menos frecuente, aunque ambos se encontraron hace 15 días. En los últimos tiempos, Macri acostumbraba a comentar las tesis periodísticas del que ahora es su ministro. Lo entusiasmó, en especial, una columna en LA NACION, titulada "La oposición le da aire al Gobierno". Allí Dujovne describió las inconsistencias económicas del Frente Renovador de Massa. Miel para Macri.
Mario Quintana fue el encargado de invitarlo al gabinete. Primero fue un sondeo abstracto, el miércoles pasado. Desde hacía varios días en la Casa Rosada examinaban nombres para el reemplazo de Prat-Gay. Sonó el de Javier González Fraga. Pero Dujovne escuchó y, aceptó, una propuesta formal recién ayer por la mañana. Quintana lo llamó a Punta del Este para una conversación en la que también intervino Marcos Peña. Por la tarde se encontraron en Buenos Aires, con Gustavo Lopetegui sumado a la reunión. Desde allí Dujovne habló con Macri.
La secuencia corrobora un rasgo cada día más marcado del Gobierno. Macri reina a través de la trinidad que integran Peña, Quintana y Lopetegui. Peña sigue siendo el hombre de máxima confianza. Y, en particular, el que mejor interpretó -o el que más estimuló, nunca se sabe- el fastidio creciente de Macri hacia Prat-Gay. Quintana y Lopetegui ganan en autoridad administrativa. Ambos son íntimos amigos. Tanto, que ya hay quien los llama, con cariño, Rómulo y Remo.
Además de la insistencia con un método, la incorporación de Dujovne significa un reajuste conceptual. Nadie ignora lo que piensa: el problema estratégico de la Argentina radica en sus costos excesivos. No parece casual que alguien que defiende esa tesis llegue cuando se discuten las rigideces del mercado petrolero y aeronáutico. Entre esos costos está, para Dujovne, el excesivo tamaño del Estado, que entorpece el crecimiento. El nuevo ministro ha sido crítico del aumento del gasto, en especial de la reparación jubilatoria. Curioso: Macri también está inquieto con que haya más erogaciones, y se las atribuye a Prat-Gay. Y Prat-Gay se las atribuye a su inclinación por licuar las decisiones.
Dujovne está más preocupado que Prat-Gay por las consecuencias del triunfo de Donald Trump sobre los mercados, como escribió en este diario: "Las alarmas empiezan a sonar para el Gobierno", un texto hoy imprescindible. Prat-Gay consideró siempre que no sería dramático: "A lo sumo nos subirán un poco la tasa de interés". Dujovne es más precavido. Piensa que 2017 será un año exigente por las elecciones y por los vencimientos de deuda. Y no descarta que, si el crédito se vuelve más esquivo, al país le convenga fondearse más barato en el FMI.
Quizá Dujovne emite alguna señal antes del lunes. Mientras tanto, irán trascendiendo los nombres de sus colaboradores. Hay algunos movimientos previsibles. El secretario de Hacienda, Gustavo Marconato, pasará a retiro. Se había ganado mucha antipatía en el Gobierno. Sobre todo en Interior, donde le atribuyen algunas filtraciones para beneficiar a los gobernadores peronistas. En cambio, hay dos fiscalistas clave para Quintana y Lopetegui: Rodrigo Pena, de la Jefatura de Gabinete, y Raúl Rigo, de Presupuesto, en Hacienda. Pero Dujovne tiene carta blanca para armar su gabinete.
El nuevo panorama plantea una incógnita mayor: la apuesta a la coordinación de un staff cada vez más fragmentado, ¿no conspira contra el control del gasto? La mejor respuesta la propuso, hace dos semanas, un economista: Dujovne. En su columna de LA NACION, explicó: "La lógica de un gobierno en minoría parlamentaria". Sostuvo que el déficit es mayor cuanto más débil sea el Ejecutivo en el Congreso, cuantos más partidos integren la coalición oficialista, cuantos más ministerios haya, y cuanto más acotado esté el poder del ministro de Finanzas. Según Dujovne, Macri no puede corregir el primer par de factores. Pero sí podría achicar el número de ministerios. Y dotar de más espacio a Finanzas, para cuidar mejor los recursos y contener los gastos. Dujovne no pudo convencer a Macri desde afuera. Pero tal vez su ductilidad y empatía le permitan hacerlo desde adentro.
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