La noción de un mundo en guerra no es nueva por parte del Papa Francisco, pero lo relevante es que acierta.
Las milicias del ISIS fueron perdiendo terreno en el último año. (REUTERS)
El Papa Francisco reiteró ayer, en el avión que lo llevaba a Cracovia, que “el mundo está en guerra”. Su denuncia no es una novedad. Comenzó pocos meses después de iniciar su pontificado a constatar que “vivimos una guerra mundial por pedazos”, o sea no orgánica, “pero si organizada”, como insistió en el avión. ¿Tiene razón? Sí. Y el deterioro general es cada vez más visible y angustioso. Vamos hacia un choque bélico que puede generalizarse en la medida en que la pérdida de hegemonía de las superpotencias favorecen el actual desorden, que pone continuamente a prueba la precariedad de los equilibrios geopolíticos. No se pueden hacer previsiones porque la realidad es totalmente novedosa en muchos de sus contenidos, salvo diagnosticar que una hecatombe se va haciendo más probable, aunque no se sabe cómo ni cuando.
El final de la era de la Guerra Fría, a comienzos de los años 90, incubó este proceso que ya ha pasado por varias fases. El “fin de la historia” con una sola superpotencia hegemónica se cayó rápidamente como las Torres Gemelas de Nueva York,. que iniciaron el proceso de decadencia norteamericano. La invasión de Afganistán e Irak y el comienzo en 2007/1008 de la crisis económica mundial que se instaló hasta hoy, se complementaron con el caso de una Rusia desequilibrada, que se siente bajo asedio, que ocupó Crimea y sigue en un conflicto con Ucrania que desestabiliza a toda la Europa del Este.
Las guerras de hoy tienen su escenario más trágico en el Medio Oriente. Hay una guerra de religión, que es una guerra civil entre las dos grandes facciones del Islam: sunnitas y shiitas. Esta crisis se encarna en el enfrentamiento entre Arabia Saudita y las monarquías del Golfo con el imperio persa que hoy se llama Irán y tiene el liderazgo mundial de shiismo. Menos mal que EE.UU. hizo un acuerdo hace un año con Irán para garantizar que Teherán no accederá a las armas nucleares.
Del nuevo incendio del Islam, en el que se mezclan enfrentamientos de poder e intereses económicos más que gigantescos, ha terminado emergiendo el ISIS que controla importantes territorios de Irak y Siria, embarcada en una guerra civil que se ha internacionalizado con la participación de EEUU y sus aliados por un lado, y de Rusia que apoya a Siria, por el otro.
El de Medio Oriente es un panorama muy complejo y peligroso porque los ataques terroristas en Europa en nombre del ISIS se intensifican mientras los feroces soldados del yihadismo intransigente sufren derrotas sobre el terreno que los debilitan. Por eso tratan de trasladar el conflicto fuera del Medio Oriente, a Europa y Africa. En Yemen, saudíes e iraníes combaten por el poder en un abierto enfrentamiento entre sunnitas y shiitas, que en otras partes del teatro medioriental asume el rostro trágico del terrorismo masivo que cada semana se cobra centenares de víctimas.
Los tráficos de armas han llegado a un nivel inédito por volumen y los miles de millones que circulan. Es continua la inyección de armas en Medio Oriente y Africa. Las mafias facturan fortunas inauditas.
El desorden abarca todos estos elementos. Cada día hay una novedad negativa, como ahora el intento de golpe en Turquía seguido de una represión de tales dimensiones que harán nacer un nuevo Estado Islámico sunnita, protagonista de otro escenario bélico que se encastra con la crisis del Medio Oriente, la tragedia de los refugiados y los equilibrios dentro de la OTAN, la alianza militar occidental, de la que Turquía es miembro estratégico.
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