Por Silvia Gómez - Diario Clarín
No se sabe si retomarán la obra para que empalme con Cantilo hacia el Norte. El Gobierno nacional debe correr la reja perimetral del Aeroparque y polemizan por la reubicación de torres radiales.
Menos de un kilómetro es lo que falta para que terminen las obras de extensión
en la autopista Illia. Una vez que empalme con la avenida Cantilo, los
usuarios de esta vía rápida, y también los vecinos, aprovecharán los
beneficios: no sólo porque se agilizará una de las salidas más
complicadas hacia el Norte bonaerense, sino porque el tránsito pesado
dejará de pasar por la Costanera y así la Ciudad recuperará un paseo
vital de cara al Río de la Plata.
Y aunque el último tramo de la Illia es en rigor una obra de infraestructura corta y sencilla –la traza es a nivel de la calzada actual, sin dificultades en el terreno y con menos de un kilómetro–, nadie sabe cuándo se retomarán los trabajos. Básicamente porque se trata de otro conflicto que enfrenta a los gobiernos de Nación y Ciudad, en perjuicio de los usuarios. La discusión gira en torno a dos ejes, el corrimiento de las rejas perimetrales del Aeropuerto Jorge Newbery y de las torres radiales de alta frecuencia que guían a los aviones en condiciones de visibilidad muy bajas. Nación dice que ambos desplazamientos debe hacerlos la Ciudad; el Gobierno porteño, lo contrario, y entiende que las obras se pueden hacer sin mover las torres.
Al menos entre noviembre y fines de
abril se completó un tramo de casi dos kilómetros que se puede ver
desde las vías del tren Belgrano Norte o la misma Lugones. Las obras
arrancaron a la altura de la avenida Sarmiento y llegan hasta Avenida de
Los Ombúes. Se puede ver que la autopista corre entre las vías del tren
y los hangares del Aeroparque, y que ya se colocaron las luminarias y
hasta el guardarrail. Previamente, en agosto, se había inaugurado una
nueva bajada a la altura de la Avenida Sarmiento (hasta ese momento,
mano al Norte, Salguero era la única).
Tanto los gobiernos de Nación como de Ciudad rehusaron hablar ante Clarín del tema. Es así que no se sabe cuándo o quién moverá las rejas, cuál es el presupuesto de la obra o qué pasará con los costos del peaje si es que alguna vez se termina la obra.
Ahora todo el tránsito circula por la avenida Costanera Norte, en donde también hay semáforos que organizan las entradas y salidas al Aeroparque porteño y al Club de Pescadores. Y por el uso intensivo, la avenida se encuentra colapsada y con profundas huellas, peligrosas cuando llueve o incluso para maniobrar.
El proyecto de extensión de la Illia está a punto de cumplir 10 años, e incluye las obras que se hicieron sobre la Costanera Norte: una nueva rambla y cuatro carriles más con sentido Norte, que se construyeron sobre terreno ganado al río. Además extendieron el muelle del Club de Pescadores, porque las puertas principales del edificio casi quedaron sobre la avenida.
Otro beneficio de la extensión de la autopista tiene que ver con la seguridad vial. Según AUSA –la empresa de la Ciudad que administra las autopistas porteñas y que está a cargo de la obra–, de lunes a viernes ingresan a Buenos Aires entre 52 y 53 mil vehículos por la Illia. Sin embargo, en el regreso a casa la cifra baja a 30 mil. Eso deja en evidencia que muchos automovilistas evitan la Illia y terminan transitando, y colapsando, otras calles y avenidas porteñas.
Es increíble que la presidente y el jefe de gobierno de la ciudad no hablen, solo los separa la plaza de Mayo... y a alguien el amor a la patria.
Y aunque el último tramo de la Illia es en rigor una obra de infraestructura corta y sencilla –la traza es a nivel de la calzada actual, sin dificultades en el terreno y con menos de un kilómetro–, nadie sabe cuándo se retomarán los trabajos. Básicamente porque se trata de otro conflicto que enfrenta a los gobiernos de Nación y Ciudad, en perjuicio de los usuarios. La discusión gira en torno a dos ejes, el corrimiento de las rejas perimetrales del Aeropuerto Jorge Newbery y de las torres radiales de alta frecuencia que guían a los aviones en condiciones de visibilidad muy bajas. Nación dice que ambos desplazamientos debe hacerlos la Ciudad; el Gobierno porteño, lo contrario, y entiende que las obras se pueden hacer sin mover las torres.
Tanto los gobiernos de Nación como de Ciudad rehusaron hablar ante Clarín del tema. Es así que no se sabe cuándo o quién moverá las rejas, cuál es el presupuesto de la obra o qué pasará con los costos del peaje si es que alguna vez se termina la obra.
Ahora todo el tránsito circula por la avenida Costanera Norte, en donde también hay semáforos que organizan las entradas y salidas al Aeroparque porteño y al Club de Pescadores. Y por el uso intensivo, la avenida se encuentra colapsada y con profundas huellas, peligrosas cuando llueve o incluso para maniobrar.
El proyecto de extensión de la Illia está a punto de cumplir 10 años, e incluye las obras que se hicieron sobre la Costanera Norte: una nueva rambla y cuatro carriles más con sentido Norte, que se construyeron sobre terreno ganado al río. Además extendieron el muelle del Club de Pescadores, porque las puertas principales del edificio casi quedaron sobre la avenida.
Otro beneficio de la extensión de la autopista tiene que ver con la seguridad vial. Según AUSA –la empresa de la Ciudad que administra las autopistas porteñas y que está a cargo de la obra–, de lunes a viernes ingresan a Buenos Aires entre 52 y 53 mil vehículos por la Illia. Sin embargo, en el regreso a casa la cifra baja a 30 mil. Eso deja en evidencia que muchos automovilistas evitan la Illia y terminan transitando, y colapsando, otras calles y avenidas porteñas.
Es increíble que la presidente y el jefe de gobierno de la ciudad no hablen, solo los separa la plaza de Mayo... y a alguien el amor a la patria.
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