martes, 12 de junio de 2012

Agricultura, la industria solar


Por Enrique Seminario Ing. Agronomo Extensionista y Consultor - Diario Clarín
En el contexto del Plan Estratégico Agroalimentario, el autor introduce una mirada industrial sobre la agricultura. Asegura que las chacras constituyen la “industria agrícola nacional”, que se nutre de la energía solar para llevar a cabo complejos procesos productivos, e invita a encontrar nuevos paradigmas compartidos.

En medio de las tensiones y confusiones locales y globales se hace difícil, ante los miedos o riesgos amenazantes, reflexionar saliendo de la coyuntura que dificulta la mirada estratégica sobre cuestiones esenciales. Una cuestión esencial que se instaló en la dinámica de la realidad global oriente-occidente es la cuestión de la energía en su versión granos derivados del flujo radiante, o radiación solar.

Acostumbrados a pensar y calcular principalmente en términos de stocks de energía fósil (petróleo y gas), hace unos años empieza a ocupar su espacio en el pensamiento estratégico la energía capturada por las plantas. Energía que es acumulada en sus tallos o en sus granos, que se industrializan para la fabricación de los biocombustibles.

La singularidad de los biocombustibles es que su fabricación se sostiene en las máquinas biológicas autoabastecidas energéticamente que constituyen las plantas. Singularidad que comparten con los diversos granos, fibras, frutas y verduras, con los cuales se han generado tensiones que habrá que encauzar ordenando el uso de la radiación solar incidente sobre el planeta. Las plantas, mediante la fotosíntesis que se desarrolla en sus partes verdes, combinan las materias primas dióxido de carbono y agua, y así fabrican glucosa como primera sustancia de la cual se derivarán luego otras muy diversas para su funcionamiento.

He aquí una máquina biológica que, asociada con muchas otras de su misma especie, conforman los cultivos que se combinan en el plan de producción de la “fábrica agrícola” llamada chacra. Fábrica que en su integración a otras miles de ellas, ocupando el territorio o espacio ambiental donde se asientan, constituyen la “industria agrícola nacional”. Desde esta mirada industrial sobre la agricultura, podríamos integrar a la agricultura como la industria que es, en el relato sobre nuestras fortalezas industriales como país.

De lograr esa integración en el imaginario colectivo y dirigencial, cosa que el PEA2 (Plan Estratégico Agroalimentario y Agroindustrial) parece movilizar en la conversación pública, estaríamos abriendo la posibilidad de un entendimiento más sistémico y realista de lo que doy en llamar Sistema Agroenergético-alimentario Nacional (SAN). Un sistema complejo donde se implican lo alimentario en su versión seguridad y calidad nutricional, lo territorial y su vínculo con lo urbano-rural, lo económico en tanto cadenas de agregación de valor y demanda laboral, lo ambiental en tanto cuidado del recurso agua y mitigación del calentamiento global, lo científico tecnológico en versión biotecnología para la eficiencia ambiental, lo geopolítico en tanto jerarquía de la región por su potencia alimentaria, bioenergética y su riqueza en biodiversidad, lo estratégico en tanto oportunidad que requiere de políticas de estado para el impulso del desarrollo humano federal, y otras cuestiones más.

Incorporar a la agricultura en la conversación industrial abriendo una nueva mirada social y dirigencial sobre la misma es un proceso que se ha iniciado. Profundizarlo abriendo la mirada sistémica del SAN contribuirá a ampliar el entendimiento sobre los valores en juego a combinar en una nueva etapa de desarrollo humano nacional. Tensiones y confusiones locales y globales a superar requieren revisar paradigmas y creencias. Es necesario encontrar otros nuevos paradigmas y creencias compartidos que nos permitan aprovechar la energía de flujo en lo que doy en llamar cuencas fotosintéticas industriales.

La agricultura, como industria que captura el flujo de energía solar hoy estratégico a nivel mundial, tiene, desde su potencial aprovechado en un SAN, mucho para aportar en una estrategia nacional que la visualice inteligentemente como lo que hoy en el mundo es. Una industria solar de enorme valor y potencialidad. Por algo las grandes industrias petroquímicas se fueron corriendo estratégicamente a la “biofotoquímica” de las plantas para desarrollar biotecnologías en el polo tecnológico del Bio Belt “Centro de la Ciencias de las Plantas y la Vida”. Polo similar al que se desplegó en el Silicon Valley para la informática.

La agricultura hoy es una llave estratégica en este mundo globalizado que requiere energía solar para alimentarse y vestirse, para hacer funcionar máquinas y herramientas con biocombustibles, para fabricar materiales como bio-plásticos (Plant bottle) bajando la contaminación y la presión ambiental.  Por suerte el PEA2 abrió el proceso de entendimiento social sobre el valor de la energía de flujo. Celebremos.

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