miércoles, 27 de junio de 2012

Pagar como alemanes a un Estado que da malos servicios

Por Jorge Oviedo - LA NACION (Mail: joviedo@lanacion.com.ar)

A Cristina Kirchner alguien la asesora mal. El peor y más injusto de los impuestos es la inflación. Lo paga toda la población y, sobre todo, los pobres. Los números que leyó ayer en la cadena nacional sobre la carga tributaria sobre el salario son, además, incompletos. La presión es mucho mayor. En algunos casos, el Estado termina quedándose con casi $ 55 de cada 100 que el empleador destina a pagar a un empleado.

Es muchísimo. La presión tributaria total en la economía está en los niveles más altos de la historia en la Argentina. Es producto de mejoras en la lucha contra la evasión, pero sobre todo de un fenomenal aumento de la presión que ha ocurrido desde 2002 y, sobre todo, desde 2003.

Pero, con todo, la carga teórica es de alrededor del 38% del PBI. Más o menos lo mismo que lo que pagan como porcentaje de su ingreso en países del Primer Mundo las familias asalariadas. Pero en la Argentina la evasión todavía es muy alta.
El 19% de los trabajadores registrados que pagan Ganancias, y que según la Presidenta son una pequeña proporción, es una muestra de cuánto ajuste hicieron primero su marido y ahora ella. En 2002 los asalariados alcanzados por el tributo eran uno de cada 12, es decir, menos del diez por ciento.

Pero, además, alrededor del 38% de los ocupados trabajan de manera informal. No tienen protección alguna y además no tributan. Es culpa del Gobierno que no sólo no termina con esa situación, sino que además aumenta los tributos a los salarios registrados. Si la presión tributaria promedio global no llega al 40% y hay asalariados a los que les quitan casi el 55% del ingreso, no hay que ir muy lejos para ver la injusticia.

La Presidenta se olvidó de incluir en los tributos que se pagan los supuestamente "patronales". Son muchos los economistas que piensan que, de todas formas, los paga el trabajador. El empleador se fija en cuánto dinero dispone para pagar un salario, descuenta todos los tributos patronales y personales y paga al trabajador el residuo.

La Presidenta también pareció deslizar que las contribuciones a la seguridad social no son impuestos y hay economistas que piensan así. Pero también hay trabajos académicos que califican como tributo todo lo que es obligatorio. Los aportes a la Anses y la obra social lo son. Pero el aporte sindical, mencionado por la Presidenta, legalmente no lo es.

Números

Un trabajo elaborado por el Instituto Argentino de Análisis Fiscal (Iaraf) calcula que en la actualidad un sueldo bruto de $ 7282, que se transforma en un neto de bolsillo de $ 6045 termina por abonar alrededor de $ 4192 de impuestos, es decir, el 46,8% de lo que el empleador tuvo que gastar para poder pagarle.

Para que a ese trabajador, que no está alcanzado por Ganancias, le lleguen al bolsillo $ 6045, el empleador debe gastar casi nueve mil. Pero además de los descuentos en el sobre del sueldo, el trabajador deberá pagar luego, cuando consuma, el IVA, ingresos brutos, tasas municipales y también el impuesto inmobiliario y, si lo tiene, patente de vehículos. El Estado se embolsará entonces los mencionados $ 4192, indica el Iaraf.

Al aparecer Ganancias, la carga aumenta mucho. Para un ingreso de bolsillo de $ 29.881 el empleador debe gastar $ 40.731 y el Estado se quedará con $ 21.718. El 53,3 por ciento.

Esta enorme presión sobre los salarios más altos, dicen algunos especialistas, hace que las multinacionales prefieran tener sus unidades de investigación en los Estados Unidos, a pesar de haber buenos recursos humanos en la Argentina, Les resulta más caro pagarles buenos sueldos aquí que en la mayor economía del mundo, que además tiene muchas otras ventajas.

La comparación internacional muestra también que en la Argentina, y según los datos recolectados por el Iaraf, salarios que no son de lujo y apenas pasan de los 6000 pesos mensuales de bolsillo, pagan más que el promedio de los alemanes.

Pero los alemanes reciben luego buenos servicios públicos en salud, educación y seguridad. Las excelentes autopistas no tienen peaje y a los alemanes no los empobrece la constante inflación

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