Por Fernando Bertello De la Redacción de LA NACION
Es el caso de La Florencia, empresa que en una zona semiárida, busca revertir el deterioro del suelo para un proyecto productivo
En medio del fervor por la agricultura, que en la última década inclusive se expandió a regiones frágiles, en zonas de grandes coberturas con bosques nativos, en el sector hay proyectos que buscan seguir otros caminos. En el sudoeste de Formosa, a 460 kilómetros de la ciudad capital, en el establecimiento La Florencia, que posee 60.000 hectáreas, están trabajando con un proyecto ambicioso: la recuperación de extensas áreas degradadas y el "enriquecimiento" de sus bosques nativos. El objetivo: una vez recreado el ecosistema natural, recién ahí pasar a un proyecto forestal. El establecimiento está en la parte más seca de Formosa, en el límite con Salta; es una zona semiárida con una precipitación aproximada de entre 650 y 700 mm. La limitante es el agua pero también lo tarde con que llegan las lluvias, que van de mediados o fines de diciembre hasta abril y mayo.
El proyecto de recuperación de áreas degradadas comenzó en 2000 con algunas pruebas. En 2005 se hizo una primera fracción de 60 hectáreas; luego se hizo 90 ha en 2006; 130 ha en 2007 y 215 hectáreas en 2008. "En 2009 llevamos un plan de 740 hectáreas", contó Jorge Bellsolá Ferrer, a cargo del establecimiento. Año tras año se pusieron "en recuperación" más hectáreas. Según el productor, el plan es todavía más ambicioso: llegar a recuperar 3000 hectáreas por año. En su experiencia, el proyecto reunió información y técnicas de la Universidad Nacional de Formosa (UNF). Allí hay estudiantes realizando diversas tareas, como medición de desarrollo y crecimiento de las plantas, por ejemplo.
"La Florencia primero apunta a volver a su condición natural. Es un área con un alto nivel de degradación y esto tiene una historia. Las 60.000 hectáreas que la componen fueron, hace 100 años o más, bosques nativos de algarrobos, quebracho blanco, quebracho colorado y palo santo. La actividad del hombre afectó la zona hasta el punto de degradarla casi en su totalidad. Los bosques nativos de la región de Formosa, en la cual se encuentra La Florencia, en su mayoría están degradados en su composición cualitativa y cuantitativa, ya sea por sobreexplotación como por falta de manejo", comentó Bellsolá Ferrer.
Según diversas estadísticas, a principios de siglo Formosa y Chaco contaban con una gran superficie cubierta con bosques nativos, pero ahora habría el 50% del área que había en ese momento. En el establecimiento, las especies predominantes son, entre otras, algarrobo blanco, palo cruz, quebracho colorado santiagueño, quebracho blanco, palo santo y mora amarilla, entre otras.
Para trabajar en la recuperación se dividió el establecimiento en tres zonas según su nivel de degradación. El primer nivel, de unas 16.000 hectáreas, comprende áreas de suelos sin cobertura vegetal y erosionados. Es el nivel con máxima degradación. "Acá antes había montes naturales, pero ahora es un suelo totalmente pelado", dijo Bellsolá Ferrer.
En un segundo nivel, hay un zona de mediana degradación de 22.000 hectáreas. Es un área sin bosques ni árboles; hay suelos cubiertos con sotobosque (arbustos y algo de vegetación baja). "En esta zona no hay nada para sacar; hay que trabajar sobre la recomposición", comentó. Mientras tanto, en un tercer nivel aparecen "bolsones" de áreas dentro del establecimiento que, por determinadas razones, como la proximidad a un río o porque cuentan con más humedad, hay bosques. Esta zona tiene posibilidad de una regeneración natural del bosque, del pastizal y presenta una capacidad de mejoramiento. En términos de hectáreas, esta área comprende entre 23.000 y 25.000 hectáreas.
En este contexto, para cada nivel de degradación se llevan adelante tres tipos de acciones. Por ejemplo, hay distintas áreas de clausuras con alambrado eléctrico y convencional. En el caso del primer nivel de degradación, lo primero que se hace es clausurar el área seleccionada para evitar el ingreso de animales, "principales causantes de la desertificación". Luego se siembran las pasturas más convenientes según un estudio de suelo previo para prevenir la erosión y recomponer las características originales del suelo. "Esta acción permite que en poco tiempo se cubra de plantas y arbustos autóctonos (sotobosque), recuperando así su estructura original y brindando al mismo tiempo muy buena humedad y temperatura", precisó.
Siguiendo esta línea, se foresta con plantines de árboles nativos de un vivero que tiene el establecimiento. Para eso, se identifican las mejores especies.
Un dato: entre los plantines que se usan más del 55 por ciento son de algarrobo. En un siguiente paso, lo que se procura es asegurarle las condiciones mínimas de vida al plantín, que se trasplanta en diciembre. ¿Qué se hace? En un suelo duro, con alta degradación, se cava un pozo de unos 25/30 cm de diámetro por 30 cm de profundidad para cada planta, pensando en aprovechar las primeras lluvias de diciembre. Pero el proceso no termina ahí. En este sentido, en los primeros 15 a 25 días se busca proteger a la planta de los roedores. Además, alrededor de los plantines se implantan pasturas, como grama rhodes. "Esto se hace porque, si no controlamos la temperatura del suelo, la planta no puede vivir", comentó Bellsolá Ferrer. También se pone fertilizante. "Protegemos los plantines y, cuando llueve, las raíces empiezan a romper naturalmente el suelo; empieza a haber drenaje", añadió el especialista.
A posteriori, lo que sigue es un control del crecimiento de la planta. Se realizan podas de "conducción", combate de insectos y plagas. "Durante tres años, después de las lluvias, se quitan las plantas invasoras y arbustos que interfieran en el normal crecimiento de las plantas recién implantadas", se lee en un resumen del proyecto de la empresa. En la zona de nivel tres, con menor degradación, se sacan las plantas enfermas y ralean para permitir el crecimiento de las especies seleccionadas y sus brotes. También se fomenta el nacimiento de nuevos ejemplares.
Además de las hectáreas que vienen recuperando año tras año, según Bellsolá Ferrer ya se observa un cambio en el ambiente. "La naturaleza responde de una forma impresionante y hoy ya hemos logrado un colchón de pasto", señaló. En esta línea, también lograron que el agua no corra con tanta velocidad.
Además de las hectáreas que vienen recuperando año tras año, según Bellsolá Ferrer ya se observa un cambio en el ambiente. "La naturaleza responde de una forma impresionante y hoy ya hemos logrado un colchón de pasto", señaló. En esta línea, también lograron que el agua no corra con tanta velocidad.
Según el encargado del establecimiento, la forestación y las pasturas son técnicas para llegar al objetivo de recuperar la zona. Luego, según cuenta, ahí vendría la segunda etapa: el proyecto forestal. "Primero apuntamos a que La Florencia vuelva a la condición natural; si se logra esto, se dispararía el segundo objetivo, esto es, un sistema sustentable de producción maderera. A los 23 años estos árboles van a ser talados", relató. En cuanto a los costos del proyecto, llevan una planilla sobre lo que representa recuperar una área degradada. En líneas generales, el costo ronda los 5000/6000 pesos por hectárea.
Según comentó Jorge Bellsolá Ferrer, este proyecto no tiene beneficios impositivos dentro de Formosa. No obstante, podría estar contemplada en la legislación de bosques implantados, que otorga un reintegro por plantación lograda. El espíritu de la norma fue cubrir el 80% del costo de la implantación. La empresa hoy estaría en condiciones de cobrar por lo implantado en 2005. No obstante, inflación mediante, según el productor hoy se llegaría a la cobertura del 25% del costo de la implantación de ese momento.
Un ejemplo de cómo convertir un terreno baldío en un terreno productivo. Deberían reglarse ventajas en los impuestos para algo así, pues no sólo la empresa saldrá beneficiada, sino toda la comunidad.
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