El avance de los carteles mexicanos de la droga sobre el resto del continente es una realidad que ya preocupa a todos los gobiernos. Una investigación especial del Grupo de Diarios de América sobre un negocio millonario que alimenta la corrupción y ya se ha cobrado miles de víctimas
Los carteles mexicanos de la droga, que mantienen una violenta ofensiva contra el gobierno de México, dejaron de ser una grave amenaza sólo para el gobierno mexicano. Con su expansión y presencia creciente en la región, se han convertido en una de las mayores preocupaciones no sólo para EE.UU., principal mercado consumidor, sino también para las autoridades de casi todos los países de América latina, entre ellos la Argentina (ver recuadro).
Los carteles mexicanos de la droga, que mantienen una violenta ofensiva contra el gobierno de México, dejaron de ser una grave amenaza sólo para el gobierno mexicano. Con su expansión y presencia creciente en la región, se han convertido en una de las mayores preocupaciones no sólo para EE.UU., principal mercado consumidor, sino también para las autoridades de casi todos los países de América latina, entre ellos la Argentina (ver recuadro).
El mapa actual de la ramificación del narcotráfico mexicano muestra que su influencia se extiende a 16 países de la región, y también en otros continentes.
Informes de las agencias antidrogas de EE.UU., México, Colombia, Argentina, Costa Rica, entre otros, confirman esa expansión y advierten el riesgo de que los narcos mexicanos exporten al resto de los países la ferocidad de la guerra que libran entre ellos por los mercados y las rutas de la droga. Un informe del Departamento de Justicia de Estados Unidos, con datos del Centro de Inteligencia Nacional de Drogas (NDIC) y de la Agencia Antinarcóticos (DEA), elaborado en 2009, revela que los narcotraficantes mexicanos operan tanto en Alaska como en Buenos Aires o Sidney. Los investigadores ven con preocupación el crecimiento de una red criminal de alcance global. Los carteles de Sinaloa y del Golfo-Zetas están clasificados por el gobierno estadounidense como las organizaciones que más han ampliado sus centros de operación en países de la región.
Con menor presencia se reporta al cartel de Colombia, las únicas dos naciones en las que operan todos estos grupos delictivos, mientras que el cartel de Juárez se ha asentado en Argentina.
La organización del cartel de Sinaloa, que lidera Joaquín El Chapo Guzmán, ha tenido una mayor capacidad de extender sus actividades delictivas en países latinoamericanos: está presente en 12 naciones, de acuerdo con el reporte de inteligencia de los Estados Unidos.
Con menor presencia se reporta al cartel de Colombia, las únicas dos naciones en las que operan todos estos grupos delictivos, mientras que el cartel de Juárez se ha asentado en Argentina.
La organización del cartel de Sinaloa, que lidera Joaquín El Chapo Guzmán, ha tenido una mayor capacidad de extender sus actividades delictivas en países latinoamericanos: está presente en 12 naciones, de acuerdo con el reporte de inteligencia de los Estados Unidos.
Además de ese informe, autoridades de Venezuela, República Dominicana y Costa Rica confirmaron la presencia de actividad criminal de esta organización en su territorio, como parte de sus planes de "internacionalización". Su fortaleza en México, donde tiene influencia en 17 estados, le permitió ganar terreno en 80 ciudades estadounidenses en la última década y desplazar incluso a los colombianos en el mercado de las drogas, lo que le abrió las puertas para realizar transacciones directas, sin intermediarios, con proveedores como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
Sus actividades delictivas se han extendido también a otras latitudes -como España, Alemania, Francia, Suiza, Italia y Australia- donde se aliaron con grupos de narcotraficantes locales.
El cartel del Golfo y su brazo armado, Los Zetas, bajo la jefatura de Heriberto Lazcano, El Lazca, y Miguel Ángel Treviño Morales, L-40, son los más fuertes rivales del cartel de Sinaloa (también llamado del Pacífico), por lo que la disputa por el control de territorios también se ha dado en países de América latina, donde este grupo tiene presencia en 10 naciones.
Esta organización, considerada la más violenta porque recurre a ejecuciones y al secuestro de sus enemigos, tiene centros de operación en 13 estados mexicanos, mientras que en los Estados Unidos ha optado por la estrategia de alianzas con pandillas locales en 43 ciudades, ampliando además la empresa criminal a países europeos como España, Italia y Portugal.
El cartel de Tijuana, negocio familiar de los Arellano Félix, a pesar de la captura de sus jefes más importantes continúa con una segunda generación de narcos liderada por Luis Fernando Sánchez Arellano, hijo de la operadora financiera de la organización, Enedina Arellano Félix. Son los encargados de mantener la presencia del grupo en cinco países latinoamericanos. A pesar de los golpes que ha recibido, mantiene sus zonas de influencia en 15 estados del territorio nacional y en 17 ciudades estadounidenses.
La estructura del cartel de los Beltrán Leyva, a pesar de que se independizó del cartel de Sinaloa en enero de 2008 -bajo la batuta de Héctor Beltrán-, ha logrado posicionarse en Guatemala y Colombia. En México tiene actividades en 11 entidades, y en 36 ciudades de los Estados Unidos con el mercado de las metanfetaminas. Aún no concreta operaciones en otros continentes.
En este mapa regional de la influencia de los narcotraficantes mexicanos en el exterior, la DEA no tiene registro de la presencia del cartel de Juárez -de los Carrillo Fuentes- en América latina, pero una investigación en Argentina (ver recuadro) documenta que este grupo ha logrado posicionarse en el mercado de la efedrina, para proveerse de este precursor químico y producir metanfetamina con el fin de distribuirla en Sudamérica. Además ha extendido sus operaciones a Europa, por lo que el control de la ruta desde el cono sur hasta ese continente es clave para el cartel.
Textos de: Silvia Otero, El Universal (México); Daniel Gallo, LA NACION (Argentina); Nicolás Aguilar, LA NACION (Costa Rica); Alfredo Ali Alava, El Comercio (Perú); Javier I. Mayorca, El Nacional (Venezuela); Miguel Díaz Román, El Nuevo Día (Puerto Rico); redacción de El Tiempo (Colombia); redacción de El Mercurio (Chile).
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