La reforma militar apunta a sumar profesionales civiles especializados para trabajar en la lucha contra los ciberataques.
La creación de nuevas unidades de despliegue rápido, una conducción militar más centralizada y el impulso de la figura de los reservistas, que hoy cumplen apenas un papel reducido y simbólico, son los ejes de la reforma de las Fuerzas Armadas que tiene en estudio el Gobierno.
En medio de la parálisis forzada por el operativo de búsqueda del submarino ARA San Juan , que postergó los ascensos y promociones en las tres fuerzas y el recambio de los jefes militares, el ministro de Defensa, Oscar Aguad , avanza en el diseño de una estructura más dinámica en el Ejército, en la Armada y en la Fuerza Aérea, que prevé la eliminación y la fusión de bases militares y el fortalecimiento de los reservistas: profesionales de distintas disciplinas en el campo civil que reciben preparación militar para sumarse al servicio activo cuando las circunstancias lo requieran.
"No es una versión renovada del servicio militar obligatorio. Será absolutamente voluntario y se buscará atraer a profesionales y técnicos, especialmente en el campo de la ingeniería, para atender mejor los desafíos de la ciberdefensa en el nuevo mapa de amenazas que hoy se plantea en el mundo", explicó a LA NACION una fuente cercana al ministro Aguad.
Los reservistas hoy existen en las Fuerzas Armadas, pero en la práctica son grupos aislados que reciben una o dos veces al mes entrenamiento militar a través de cursos que se imparten en algunas unidades. En algunos casos no es mucho más que un pasatiempo. Sin embargo, también tienen carácter de reservistas los exconscriptos, los egresados de liceos militares -entre ellos, el propio ministro Aguad- y los militares pasados a retiro o que en algún momento fueron dados de baja. Algunos reservistas, incluso, participan en los puestos de observación que trabajan en forma complementaria con el funcionamiento de los radares en el control del espacio aéreo.
Lo que evalúa el Gobierno es formar un Ejército de la Reserva, integrado por personal entrenado no permanente que se sumaría a las fuerzas regulares en caso de ser necesario.
Eso no significa que vayan a entrar en combate. "Hay que entenderlo en el nuevo esquema de las Fuerzas Armadas. Las hipótesis de conflicto son cosas del pasado, ya no tenemos problemas con Brasil ni conflictos limítrofes con Chile. El desafío es actuar en conjunto con nuestros aliados estratégicos. Ahora existen nuevas amenazas y la ciberdefensa es tan importante como el despliegue territorial y la cobertura del espacio aéreo, por eso vamos a necesitar ingenieros y técnicos especializados", explicó la fuente gubernamental.
Otros modelos
La figura de los reservistas está muy desarrollada en otros países, como Estados Unidos e Israel, además de Chile y Colombia, por citar modelos más cercanos. En Estados Unidos, por ejemplo, adquieren adiestramiento en operaciones de combate, ingeniería e investigación científica, así como en tecnología de la información, ciberseguridad y atención médica, entre otras especialidades.
El proyecto que definirá el Gobierno apunta a determinar primero cuántos efectivos necesita, por ejemplo, un ejército regular, y a partir de allí fijar cuántos reservistas serían necesarios. El Colegio Militar u otras unidades se encargarían del adiestramiento, que podría demandar entre tres y cuatro meses.
El Libro Blanco de la Defensa enumera la existencia de 129 puntos militares en el país. El Ejército, por ejemplo, tiene 6100 oficiales y 23.300 suboficiales, una proporción considerada desmedida por muchos especialistas, al recordar que apenas tiene una tropa de 20.000 voluntarios, muy lejos de los 120.000 que había cuando regía el servicio militar obligatorio. La idea se completa con el criterio de fortalecer la presencia de civiles en puestos no operativos de la conducción de las fuerzas.
En ese esquema, para el Gobierno no se justifica el despliegue territorial de unidades militares, surgido de una estrategia expansiva diseñada hace más de un siglo. Por eso se eliminarán o fusionarán algunas unidades, especialmente en el Ejército y en la Fuerza Aérea, y se potenciarán las brigadas de despliegue rápido. Cerca de Aguad estiman que las prioridades serán el cuidado de las fronteras, la cobertura del espacio aéreo, la colaboración para frenar el avance del terrorismo internacional y reforzar la presencia argentina en el Atlántico Sur.
Según pudo saber LA NACION, Aguad evalúa concentrar el manejo de estos objetivos en el Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas o en el propio Ministerio de Defensa.
"Esto no se hará de un día para el otro. Pero la idea es crear un sistema de defensa suficientemente flexible para adaptarse a los cambios de las amenazas", dijo una fuente cercana al ministro. En lo que concierne a la participación de fuerzas militares en la lucha contra el narcotráfico, la idea del Gobierno es que continúen prestando ayuda logística a las fuerzas de seguridad. Ello no quita que Aguad abandone la idea de crear una estructura regional para combatir el crimen organizado fuera del país. "Esas organizaciones no tienen un territorio de emplazamiento, pero operan en todos los territorios", se explicó.
En el entorno del ministro prevén que la reestructuración de las Fuerzas Armadas irá acompañada de una recuperación de la inversión en equipamiento. Está previsto que el 70% de lo recaudado por las ventas de inmuebles se destine al reequipamiento de las fuerzas. Se trata de una fuente de recursos de $200 millones al año.
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