Editorial del diario La Nacion
La corrupción y la ineficiencia se han fundido en la gestión de Julio De Vido, quien convirtió la cartera a su cargo en un ministerio de falta de planificación
El kirchnerismo ofrece una incesante demostración de las deformaciones que produce la eternización en el poder. A pesar de esa monotonía hecha de abusos institucionales, agresiones retóricas y desaguisados administrativos, hay un ministro que ha logrado, en los últimos días, destacarse. Es Julio De Vido, quien publicó un texto tan incoherente desde la perspectiva argumental que merece ser incorporado a una colección del realismo mágico.
Como si se refiriera a su propia gestión en un rapto de sinceridad, De Vido título su artículo, publicado en Página 12, "Zonceras energéticas y el fin de los espejitos de colores". Renglón tras renglón, se aglomeran insultos, afirmaciones exaltadas entre signos de admiración y oraciones en las que se echa de menos la elemental coordinación de sujeto y predicado.
El ministro habla de una misteriosa energía que no figura en los libros de física, y que él denomina "nacional, popular, federal y democrática". En una nota que iba a referirse a cuestiones energéticas, pierde el hilo y se queja de la "politización de las inundaciones". Como si el padecimiento de innumerables argentinos que ven sus hogares anegados no fuera un hecho político, por cierto lamentable, cuya raíz está en la desidia que él, como ministro, comparte con otras autoridades nacionales y provinciales. Y, dominado por una pulsión autodestructiva, vuelve a defender a las constructoras de Lázaro Báez, sospechadas de una gigantesca operación de lavado de dinero en combinación con las empresas hoteleras de la Presidenta.
De Vido se queja de que un "golpismo mediático-judicial" pretenda "la alineación internacional de los precios de los hidrocarburos". Es una denuncia desopilante. Primero, porque la formula el ministro que, gracias al déficit de reservas energéticas que provocó su falta de previsión, condenó al país a importar gas con costos siderales. Esta alocada receta no sólo determinó que proveedores internacionales formularan fundadas denuncias de corrupción que el ministro nunca contestó. También condujo a un problema macroeconómico: la razón principal de la falta de dólares que estrangula la economía argentina, y que obligó a un recesivo cepo cambiario que impide importar insumos para la industria, es la necesidad de comprar combustibles en el exterior a la que llevó la mala praxis en la gestión.
El otro aspecto insólito de la queja de De Vido es que echa en cara a esos imaginarios "golpistas" la pretensión de alinear los precios de los hidrocarburos con los que rigen en el mundo. Es decir: les reprocha que defiendan que, cuando el petróleo y el gas se derrumban, en la Argentina también se vendan más barato. En vez de prestar ese beneficio a los consumidores argentinos, el Gobierno sigue subsidiando a las empresas petroleras, que reciben 75 dólares por barril, cuando en el resto del planeta cobran 50 dólares.
Otra de las "zonceras" de De Vido es reprochar a sus críticos pretender "la entrega lisa y llana de Vaca Muerta", cuando ha sido el kirchnerismo el que suscribió con la multinacional Chevron un acuerdo tan beneficioso para explotar ese yacimiento que le da vergüenza hacerlo público.
El funcionario también sostuvo que el gobierno de la Presidenta y de su esposo realizó el plan de infraestructura más importante desde 1810, cuando por culpa de la imprevisión del kirchnerismo hubo que lamentar varios accidentes ferroviarios, uno de los cuales costó 51 muertes y cientos de heridos. Esa tragedia motivó que se pidieran varios años de prisión para los ex secretarios de Transporte Ricardo Jaime y Juan Pablo Schiavi. De Vido, en cambio, quedó a salvo de eso y ni siquiera fue llamado a indagatoria, gracias a una vergonzosa negociación judicial.
Por culpa de la misma incompetencia, compartida con las autoridades de la provincia de Buenos Aires y de la municipalidad de La Plata, en esta ciudad se produjo en 2013 una inundación que ocasionó 89 muertes, de las cuales se pretendió ocultar 39.
De Vido ostenta el curioso récord de gestionar tan mal las telecomunicaciones que la Argentina es el único país en el que se vuelve a recurrir a la telefonía fija por el colapso del servicio celular.
No hace falta calificar el modo en que administró la obra pública. No sólo está viciado por numerosísimos indicios de corrupción. También, por la ineficiencia: muchísimas obras anunciadas no se hicieron. Entre los casos más patéticos está el soterramiento del ferrocarril Sarmiento, que se prometió por lo menos siete veces.
Carente de razones técnicas para refutar a sus críticos, agravió a varios profesionales basándose en antecedentes personales que a él le suenan reprochables. El artículo del ministro parece un largo informe de Inteligencia, propio de los regímenes autoritarios. Así, aprovechándose de que ocupa un cargo relevante, insulta a varios especialistas por haber sido funcionarios de gestiones anteriores. La imputación más frecuente es haber servido a gobiernos de facto o a políticas de corte liberal. Es una recriminación inesperada: uno de los principales asesores de De Vido es José Roberto Dromi, quien fue intendente de Mendoza durante el gobierno militar y ganó notoriedad como cerebro de las privatizaciones de Carlos Menem, aplaudidas en su momento por Cristina Kirchner. De Vido no menciona a Dromi.
De todos modos, el trance más doloroso por el que atraviesa el ministro de "falta de planificación" no ha de ser la objeción de expertos o funcionarios de gobiernos anteriores. La carga más pesada es la sanción de la Presidenta, a quien no se cansa de elogiar. El juicio de valor de Cristina Kirchner sobre la gestión de De Vido está expresado en que le ha ido quitando casi todas sus responsabilidades.
El área de Energía está en manos de Áxel Kicillof, quien la maneja a través de su segundo, Emmanuel Agis, y de la secretaria Mariana Matranga. Transporte fue anexado al Ministerio del Interior, a cargo de Florencio Randazzo. Y las telecomunicaciones son controladas por La Cámpora, a través de Norberto Berner. Convertido casi en un desocupado, es comprensible que De Vido intente una defensa del Gobierno, deshilvanada y agresiva. Es la manera de ocultar el ocaso prematuro al que lo condenó la Presidenta.
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