La tuneladora alemana, que abre o debería abrir
el boquete para que corran bajo tierra los trenes del Sarmiento, se
llama “La Argentina” y, como metáfora cruel, está lista para funcionar
pero no funciona.
El soterramiento, el más anunciado de la historia, no avanzó un metro. Nunca empezó, aunque Randazzo se fotografió con la tuneladora ya montada y explicó, con la pretensión fundacional del kirchnerismo, que comenzaba al fin “la obra ferroviaria más importante de los últimos cien años”. La obra sigue en el limbo y después del Tren Bala, es uno de los mayores papelones ferroviarios del Gobierno.
Es una obra clave que derrumbaría el muro de vías que parte a la Ciudad en dos y que mejoraría, por donde se lo mire, la vida de la gente. Pensada para unir al norte con el sur, crearía espacios verdes en barrios muy poblados, terminaría con los accidentes en los pasos a nivel y aumentaría sensiblemente la frecuencia de los servicios, que podrían correr como si ahora las barreras permanecieran bajas todo el tiempo. Hasta hoy, puras palabras.
El Gobierno experimenta un gran placer por los anuncios pero esta vez se le fue la mano.
En seis años, anunció cinco veces la obra.
La primera, en 2006, para decir que iba a licitarse. Un año y medio después para decir que habían recibido las ofertas y la tercera, en enero del 2008, para decir que se firmaron los contratos. A fines de ese mismo año, Cristina dijo que ya estaba la plata: fue la cuarta. Y en julio del 2012, Randazzo llamó otra vez a la prensa para el último show. Se fotografió con “La Argentina” mientras era bajada al túnel y dijo que empezaría “de inmediato” la obra que nunca empezó.
El Sarmiento es el tren de las tragedias de Once y de Castelar y es el de la imposibilidad de viajar en forma humana desde hace mucho tiempo. Los ferrocarriles operan atestados y los nuevos vagones que propagandizó Randazzo no son nuevos sino de segunda mano y son viejos en cualquier país desarrollado.
“La Argentina” en vía muerta y la Unidad Especial creada pomposamente para el soterramiento eterno, paralizada. Si se hubieran cumplido los plazos, hoy los trenes correrían por dentro del túnel entre Caballito y Liniers. Como no se cumplieron, la Ciudad ha retomado la construcción de puentes en Flores y Caballito. Por la desidia se gastará en proyectos que pueden quedar inservibles.
La tuneladora sigue sin arrancar y nadie se anima a arriesgar una fecha de cuándo lo hará. La financiación está descarrilada en algún cajón del Ministerio de Economía. Hay un problema con la palabra relato y es que tiene varios significados, todos cercanos pero distintos.
Un relato puede ser un cuento.
Cuando las palabras encubren las cosas se llama propaganda, que es la manera de no hacer lo que hay que hacer y de decir que se hace lo que no se hace, aunque lo necesitemos todos.
El soterramiento, el más anunciado de la historia, no avanzó un metro. Nunca empezó, aunque Randazzo se fotografió con la tuneladora ya montada y explicó, con la pretensión fundacional del kirchnerismo, que comenzaba al fin “la obra ferroviaria más importante de los últimos cien años”. La obra sigue en el limbo y después del Tren Bala, es uno de los mayores papelones ferroviarios del Gobierno.
Es una obra clave que derrumbaría el muro de vías que parte a la Ciudad en dos y que mejoraría, por donde se lo mire, la vida de la gente. Pensada para unir al norte con el sur, crearía espacios verdes en barrios muy poblados, terminaría con los accidentes en los pasos a nivel y aumentaría sensiblemente la frecuencia de los servicios, que podrían correr como si ahora las barreras permanecieran bajas todo el tiempo. Hasta hoy, puras palabras.
El Gobierno experimenta un gran placer por los anuncios pero esta vez se le fue la mano.
En seis años, anunció cinco veces la obra.
La primera, en 2006, para decir que iba a licitarse. Un año y medio después para decir que habían recibido las ofertas y la tercera, en enero del 2008, para decir que se firmaron los contratos. A fines de ese mismo año, Cristina dijo que ya estaba la plata: fue la cuarta. Y en julio del 2012, Randazzo llamó otra vez a la prensa para el último show. Se fotografió con “La Argentina” mientras era bajada al túnel y dijo que empezaría “de inmediato” la obra que nunca empezó.
El Sarmiento es el tren de las tragedias de Once y de Castelar y es el de la imposibilidad de viajar en forma humana desde hace mucho tiempo. Los ferrocarriles operan atestados y los nuevos vagones que propagandizó Randazzo no son nuevos sino de segunda mano y son viejos en cualquier país desarrollado.
“La Argentina” en vía muerta y la Unidad Especial creada pomposamente para el soterramiento eterno, paralizada. Si se hubieran cumplido los plazos, hoy los trenes correrían por dentro del túnel entre Caballito y Liniers. Como no se cumplieron, la Ciudad ha retomado la construcción de puentes en Flores y Caballito. Por la desidia se gastará en proyectos que pueden quedar inservibles.
La tuneladora sigue sin arrancar y nadie se anima a arriesgar una fecha de cuándo lo hará. La financiación está descarrilada en algún cajón del Ministerio de Economía. Hay un problema con la palabra relato y es que tiene varios significados, todos cercanos pero distintos.
Un relato puede ser un cuento.
Cuando las palabras encubren las cosas se llama propaganda, que es la manera de no hacer lo que hay que hacer y de decir que se hace lo que no se hace, aunque lo necesitemos todos.
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