La licitación de la obra –que fue proyectada en 2010 y que iba a demandar una inversión superior a los 500 millones de dólares—quedó prácticamente descartada con la última reasignación presupuestaria que decidió el ministro de Economía, Axel Kicillof y llevó adelante el Jefe de Gabinete, Aníbal Fernández.
La decisión administrativa 940 –que amplió los fondos para el programa “Más escuelas, Mejor Educación” en más de $ 12.000 millones y las partidas para los subsidios del sector eléctrico en $ 10.153 millones—le quitó al ministerio de Planificación de Julio De Vido la totalidad de los recursos que tenía asignados para la TUC.
Al igual que el tren bala y el Polo Audiovisual de la Isla Demarchi, la Torre de Avellaneda pasó a integrar el listado de proyectos faraónicos del kirchnerismo que quedaron en la nada.
Eran $ 57 millones que De Vido y el secretario de Obras Públicas, José Francisco López debían utilizar para poner en marcha el proceso licitatorio de la megaobra antes del cambio del mando en la Casa Rosada.
Sin fondos, ni tiempo para adjudicar los trabajos, ahora el futuro del proyecto dependerá de las prioridades y decisiones que adopte el próximo gobierno que asuma el 10 de diciembre.
Megatorre frustrada
Diseñada en 2010, la TUC iba camino a ser la estructura arquitectónica más alta del país y una de las más elevadas del mundo. Con una altura de 368 metros, la torre fue pensada para concentrar las antenas de las señales de la televisión digital y las transmisiones de FM, UHF, VHF y microondas que actualmente están en el edificio del ex ministerio de Obras Públicas, en la avenida 9 de Julio.
Localizada en las playas ferroviarias que separan los estadios de Racing e Independiente, la TUC iba a contar con 44 pisos circulares de 1.500 metros cuadrados cada uno que estaban divididos seis sectores. Un espacio cultural en los 6 primeros pisos donde se ubicaría el Museo de Telecomunicaciones; doce pisos de oficinas comerciales y un sector específico para radios de FM.
También incluía tres pisos destinados al turismo y la gastronomía, con un restaurante panorámico y mirador a 136 metros de altura. En tanto para los canales de la TV digital y las señales de microondas, el proyecto dejaba reservado un total de 10 pisos.
Inicialmente, la idea de De Vido y López era armar una licitación con un esquema similar al utilizado para las usinas santacruceñas que ganaron el grupo chino Gezhouba y Electroingeniería y la represa de Chihuido que quedó para Eurnekian y las empresas rusas de InterRao y Power Machines.
Los oferentes debían traer una propuesta de financiamiento que cubra como mínimo el 85% del monto total de la obra, la cual se iba a repagar con la explotación comercial de la TUC y los desembolsos que asumiera el Estado.
Pese a que no se construyó un sólo metro cuadrado, De Vido ya le pagó más de 50 millones de pesos a los arquitectos del proyecto, que ahora queda descartado.
Tras un par de viajes a Moscú y Beijing, los funcionarios de Planificación habían logrado que se interesarán en el proyecto la estatal rusa Sinomach y las chinas RFT, CCCC, China Dalian Economic Technological y China Constructión Enginneering. Pero al no haber avanzado con el llamado a licitación, ese interés decayó y hoy por hoy nadie puede asegurar que a esas constructoras extranjeras les siga resultando atractivo venir a la Argentina.
Hasta ahora, pese a que no se ha construido un sólo metro cuadrado el gobierno ya lleva desembolsado en los aprontes de la TUC cerca de $50 millones a los arquitectos Héctor Raúl Muñiz y Jorge Eduardo Príncipe.
Éstos habían ganado el concurso de ideas realizado por Planificación y la Sociedad Central de Arquitectos para la elaboración de los estudios y anteproyectos. En 2011, la cartera de De Vido les encomendó la confección del proyecto final y la maqueta de la obra, tareas por las que embolsaron una suma total de $ 48.090.000.
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