domingo, 11 de mayo de 2008

¿Qué está pasando en El Líbano?

El Líbano concentra en sus 10.000 kilómetros cuadrados los problemas de todo un planeta. La presencia de 18 comunidades religiosas, la fuerte identidad tribal de sus 3,7 millones de habitantes y la herencia de los odios de la guerra civil, finalizada de forma forzada en 1990 tras 15 años de combates, complican hasta el extremo la convivencia en el país de los Cedros. A ello hay que sumar la presión de las grandes potencias, Estados Unidos e Irán, que utilizan el Líbano para dirimir sus disputas y la proximidad de Irak e Israel, factores que condicionan movimientos de sus fuerzas políticas tan extremos como los que hemos visto estos días.

¿Cuáles son las facciones en conflicto?
Desde que el Gobierno de coalición salido de las legislativas de 2005 se rompiera, dos grandes bloques se disputan el poder: la coalición del 14 de Marzo, actualmente la mayoría en el Gobierno, próxima a Occidente y formado por los suníes de la Corriente del Futuro, los cristianos de las Falanges y las Fuerzas Libanesas y los drusos del Partido Socialista Progresista de Walid Jumblatt, y la coalición del 8 de Marzo, respaldada por Siria e Irán y compuesto por los chiíes de Hizbulá y Amal, las facciones cristianas de Michel Aoun y Sleiman Franjie, el Partido Democrático druso y algunas formaciones armenias.

¿Cuáles son los orígenes de la crisis?
Dos grandes bloques se disputan el poder: la coalición del 14 de Marzo, actualmente la mayoría en el Gobierno, próxima a Occidente y la coalición del 8 de Marzo, respaldada por Siria e Irán
En noviembre de 2006, la presión internacional para establecer un tribunal que juzgue el magnicidio de Rafic Hariri –considerado por la oposición un instrumento político para atacar a su aliado sirio- y para aplicar la resolución 1559 que obliga a las facciones armadas a deponer sus armas –y que no sólo debería afectar a Hizbulá, sino también a los palestinos y a las facciones en el Gobierno, todas con milicias propias- fue considerada por los chiíes un intento de atacarles. El 8 de Marzo retiró a sus ministros del Ejecutivo, lo que convirtió al Gabinete en 'ilegítimo' a ojos de la oposición, dado que según la Constitución todo Gobierno debe tener representación de las principales sectas.
Hizbulá y sus socios organizaron un campamento en el centro de Beirut para pedir la dimisión del Ejecutivo en un pulso con el Gobierno que se fue degradando a medida que se sucedían atentados de los que, sin prueba alguna, la mayoría acusaba a Damasco y, en cierto modo, a Hizbulá. La división entre ambas partes, exacerbada por los enfrentamientos sectarios de Irak y los combates interpalestinos, se puso más de manifiesto que nunca con la elección del presidente, que tenía que haberse producido en noviembre. Mayoría y oposición no llegaron a un acuerdo sobre el nuevo jefe del Estado, dejando al país en un vacío político imposible de cubrir pese a las presiones árabes e internacionales.
Con el transcurso de los meses, ambas partes están de acuerdo en que el candidato idóneo para ser presidente es Michel Sleiman, jefe del Ejército, pero condicionan su elección a otros factores, como la formación de un Gobierno de unidad con cuotas de bloqueo, el consenso en los altos cargos del Estado o el cambio de la ley electoral. Durante estos meses de enfrentamiento político, líderes de ambas partes han aludido a la guerra civil como solución en diversas ocasiones.

¿Qué ha detonado la violencia?
La promulgación de dos decretos gubernamentales que afectan directamente al poder de Hizbulá, un partido político con una rama militar en teoría destinada a la resistencia contra Israel más poderosa que el propio Ejército libanes. El Gobierno libanés decretó hace días la destitución del jefe de Seguridad del aeropuerto, próximo al Partido de Dios, y la ilegalización de la red de comunicaciones propia de Hizbulá, considerada vital para que no sea detectada por Israel. Un día después, la oposición utilizó la convocatoria de una huelga general para lanzar una campaña de desobediencia civil que cerró el aeropuerto y dejó muchos barrios en manos de las milicias. La jornada siguiente, el líder chií Hasan Nasrala afirmó que el Gobierno le había declarado la guerra con sus medidas y exigía la revocación de éstas. Como demostración de fuerza lanzó a sus hombres a las calles, que tras escasos combates con las milicias de la mayoría tomaron con pasmosa facilidad Beirut Oeste en 36 horas.

¿Qué fuerzas participan en los combates?
Las fuerzas armadas, única institución multiconfesional que permanece unida, se mantienen al margen de los combates entre facciones para no perder su neutralidad
Por el momento sólo fuerzas musulmanas: los chiíes de Hizbulá y Amal apoyados por facciones afines como el Partido Nacional Sirio frente a las milicias suníes afines a Saad Hariri, líder de la mayoría, y las drusas de Jumblatt. Los cristianos, también bien armados, se mantienen por el momento al margen de los enfrentamientos.

¿Cuál es el papel del Ejército?
Las fuerzas armadas, única institución multiconfesional que permanece unida, se mantienen al margen de los combates entre facciones para no perder su neutralidad, algo que lo escindiría inmediatamente condenando al país a la guerra abierta. Su papel se limitaba a impedir ataques a civiles y a proteger edificios oficiales hasta que ayer su máximo responsable, el general Sleiman, se hiciera responsable de la crisis ayer, revocando bajo su responsabilidad las medidas del Gobierno contra Hizbulá y pidiendo la retirada de hombres armados de las calles, algo que ya está sucediendo. Hoy, sus tropas han recobrado el control de la seguridad aunque la oposición prosigue su movimiento de desobediencia civil, que se traduce en el bloqueo de la carretera al aeropuerto.

¿Qué papel han jugado EEUU e Irán?
Mientras que Irán financia y arma a Hizbulá pero nunca se pronuncia sobre los acontecimientos internos o la política libanesa, la presión de Washington sobre sus aliados (a quienes también apoya con fondos y ayuda militar) para enfrentarse con la oposición chií ha sido notoria. El Gobierno de Bush –el mismo que no para de repetir que "no admitirá injerencias externas" en el Líbano en referencia a Siria, su otro gran enemigo regional- ha animado en diferentes ocasiones a la mayoría a que eligiese un presidente sin contar con la oposición, pese a saber que semejante decisión llevaría al país a una guerra abierta.
Del mismo modo, Washington presiona para la puesta en marcha del Tribunal Internacional sugiriendo la responsabilidad siria en los atentados políticos que éste investiga, aunque los fiscales de Naciones Unidas aún no han señalado a los responsables, lo que refuerza la convicción chií de que la Corte es un instrumento occidental creado por EEUU en su particular guerra contra Damasco y Teherán. De ahí que muchos observadores vean lo ocurrido estos días como otro revés para Washington en la región, como ocurrió cuando tras la invasión reforzó a los chiíes iraquíes (algunos de los cuales hoy combaten a sus tropas) o promovió una guerra entre sus aliados palestinos de Al Fatah contra Hamas –a la que acusa de estar apoyada por Irán- en Gaza. Como explica Robert Fisk en el Independent, "cuando Hamas se convirtió en parte del Gobierno palestino, Occidente lo rechazó y Hamas tomó el control de Gaza. Cuando Hizbulá tomó parte del Gobierno libanés, los americanos lo rechazaron y aquél tomó Beirut Oeste".

¿Cómo se explica la rápida victoria chií?
Las fuerzas chiíes han demostrado una organización militar que supera a la del Ejército regular. En apenas 36 horas culminaban el control del Beirut musulmán incluso en barrios considerados fieles a la mayoría, como Hamra o Clemenceau. Las milicias del 14 de Marzo se han revelado peor armadas e incapaces de acometer un enfrentamiento con Hizbulá –no se debe olvidar que su entrenamiento, desde hace años, se produce sobre el terreno y contra el enemigo regional más poderoso, Israel- al menos en Beirut. Los combatientes de la oposición lo explican de forma sencilla: "Ellos combaten por dinero, nosotros por convicción". En otros puntos del país, donde los suníes o los drusos son mayoritarios, la situación sería diferente.

¿Cómo puede evolucionar el conflicto?
Los escenarios son poco halagüeños. En el mejor de los casos, si el Gobierno revocase oficialmente los decretos contra Hizbulá regresaríamos al vacío político anterior sin visos de que los bloques en conflicto, ahora enfrentados por las armas, deseen volver a la mesa de negociaciones. Una dimisión del Gobierno, algo poco probable dado el expreso respaldo occidental y de sus aliados árabes, tampoco significa un acuerdo inmediato dado que mayoría y oposición tendrían que consensuar la composición del siguiente gabinete. El peor escenario podría ser la dimisión del jefe del Ejército y candidato consensual a la Presidencia, el único líder respetado por los dos bloques y responsable de la unidad de su institución.

¿Hay riesgo de un conflicto armado generalizado?
Por desgracia es probable. Las rencillas de la guerra civil, cuyos líderes son los mismos que hoy dirigen los partidos políticos, no están resueltas y esa herencia se suma al carácter tribal de una población que carece de identidad nacional. Es de prever que los crímenes de estos días sean objeto de venganzas familiares en los días sucesivos, aunque es posible que Hizbulá no desee una escalada para preservar su supuesto carácter de resistencia contra Israel, algo ya en entredicho desde el momento en que dirigió sus armas contra otros libaneses.
Por otra parte, un solo ataque contra una oficina cristiana podría arrastrar a los cristianos al enfrentamiento generalizándolo en todo Beirut y todo el país, dada la división de las fuerzas de esta secta religiosa, algunas en la mayoría en el poder y otras con la oposición.

Fuente: MÓNICA G. PRIETO (El Mundo.com)
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