martes, 8 de agosto de 2017

Río Turbio y otros muertos que quedaron en el placard de Energía

Por CLEDIS  CANDELARESI - Cronista.com
Energía tuvo un sueño muy osado, que podría honrarse con u$s 230 millones, casi una nimiedad si se consideran los montos comprometidos en grandes obras energéticas. Ese es el presupuesto estimado para poner en funcionamiento la usina térmica de Río Turbio y, de ser legalmente factible, con Isolux, la misma controvertida contratista que hasta ahora ejecutó el inconcluso y oneroso emprendimiento.
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Pero las fantasías oníricas del ministerio que comanda Juan José Aranguren deberían superar muchos obstáculos para concretarse, empezando por las dudas que aún subsisten en el Gobierno sobre el sentido de terminar esa central térmica, que según la Sindicatura General de la Nación hasta ahora costó el dislate de u$s 1624 millones, cinco veces por encima de un precio de referencia en el mercado.

La obra tiene escaso rédito económico general, pero es importante para la comunidad santacruceña, jaqueada por problemas económicos. Puesta en funcionamiento, integraría un combo con la mina homónima que permitiría mantener viva a la población en un punto de la frontera norte de Santa Cruz que, de otro modo, estaría condenado a la desolación.

Puertas adentro, el vicejefe de Gabinete, Gustavo Lopetegui, es categórico. Para él debería abandonarse la partida y cerrar la mina estatal. Esta producirá carbón para la central que apenas aportará al sistema 240 mega (0,6% de la potencia instalada).
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Sin embargo, los corazones sensibles del área energética concibieron una idea diferente, inspirados en el afán de garantizar la supervivencia de empleados mineros que no podrían hacer otra cosa. Y, por qué no, con aliento del mal menor: mejor gastar un poco más para terminar la usina térmica que tirar aquel monto a la basura.

La obra paralizada a poco de terminar fue ejecutada por la española Isolux Corsan y dio lugar a millonarios reclamos cruzados con el Estado, de los que deben ocuparse los abogados públicos. La constructora ibérica está en convocatoria, el pool de bancos liderados por el Santander aún no le encontró comprador y el juez Claudio Bonadío reabrió una causa por presuntos sobreprecios en Río Turbio.

Esos son los grandes obstáculos para consumar la otra parte del atrevido plan oficial, que sería contratar la terminación de la usina con la propia Isolux, más allá de cómo se resuelvan los entuertos con ella, escindiendo el pasado del futuro.

Mirando hacia adelante, la empresa tiene todo el know how y un nuevo concesionario podría resultar mucho más caro, al tomar recaudos por los posibles vicios ocultos de la obra, según especulan en algunos despachos públicos. Pero para esa eventual (y pragmática) contratación directa es necesario un dictamen jurídico oficial que la avale y, previo a ello, que la contratista resuelva su situación patrimonial. Ergo: idea en stand by.

Claro que si éste u otro plan para poner en marcha el complejo viera la luz, luego sobrevendrá un ajuste ineludible para Yacimientos Carboníferos Río Turbio (YCRT). La usina térmica cobraría por su energía unos 80 dólares el mega, según las actuales pautas de mercado. Eso es muchísimo menos de lo que necesita para pagar el carbón que usará como insumo. Carísimo por los altos costos de la mina, que nadie en el macrismo imagina subsidiar ad infinitum.

Hay otras obras de dudoso valor y opaca historia que ponen a Energía en el dilema de seguir gastando para no convertir en desperdicio total el esfuerzo fiscal pasado.
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El Gasoducto del Noreste es otro ejemplo. Enarsa es responsable de otra obra pública dificultosa y cara, que hace más de una década propuso construir Techint bajo el esquema de iniciativa privada pero que el ex ministerio de Planificación decidió llevar a cabo con licitaciones por tramos hoy sospechadas de irregularidades.

El Gobierno encomendó a la Sigen auditar en detalle esas contrataciones, mientras que la firma pública está relicitando un fragmento del ducto que se había adjudicado a Vertúa y quedó inconcluso a pesar de los pagos recibidos por la empresa. La idea es terminarlo más allá de su justificativo técnico.
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En realidad, el destino del millonario gasoducto nordestino, que prevé abastecer de gas natural a Salta, Formosa, Chaco y Santa Fe, es una incógnita a despejar. El ministro Juan José Aranguren apuesta a que Bolivia tendrá gas suficiente para venderle a la Argentina llenando esos caños.

Las productoras gasíferas de la cuenta norteña, buscan como acopiar el carburante que les sobre en el verano para inyectarlo en el ducto terminado durante el invierno. Mientras que el propio Hugo Balboa, presidente de Enarsa, plantea que será utilizado como un gran depósito para la época estival.

Una idea vanguardista de funcionarios exigidos por la herencia de mega obras que los incomodan con disyuntivas, alborotando sus conciencias.

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