domingo, 27 de agosto de 2017

Comodoro Rivadavia: Cuando el petróleo es cielo y es infierno

Por Carlos M. Reymundo Roberts - LA NACION
La principal ciudad de la Patagonia austral se debate entre la extraordinaria riqueza de su suelo, con crudo y gas a raudales, y alarmantes índices de desigualdad, violencia, juego, consumo de droga y prostitución
Desde el Chenque. El cerro que es símbolo de la ciudad tiene parte de sus laderas ocupadas por barrios de inmigrantes, muchas veces sin agua corriente, cloacas, gas y transporte
Desde el Chenque. El cerro que es símbolo de la ciudad tiene parte de sus laderas ocupadas por barrios de inmigrantes, muchas veces sin agua corriente, cloacas, gas y transporte. 

Pasó hace pocos años en el barrio Stella Maris, muy cerca del centro. En una escuela que acababa de inaugurarse empezaron a sentir olor a gas. No tardaron en descubrir el problema: la habían construido sobre un pozo de petróleo no registrado. Hubo que tirarla abajo.

La historia tiene un valor testimonial: refleja la tensión que ha habido siempre aquí entre su gran tesoro económico y las dificultades para gestionar esa abundancia. Una ciclotimia recurrente de euforias y crisis, al ritmo de saltos del mercado y decisiones políticas. El cielo y el infierno entreverados, una y otra vez.

La naturaleza había sido generosa con estas tierras. Además del subsuelo con crudo y gas a raudales, una cadena de cerros balconea sobre un mar de azul infinito. Y, por detrás, llanuras y mesetas que la vista no logra abarcar. Un pequeño paraíso sólo matizado por vientos que lastiman.

Pero la postal de Comodoro Rivadavia, enclave estratégico sobre el golfo San Jorge, en el sudeste de la provincia de Chubut, se deterioró rápidamente. La ciudad fue creciendo en forma caótica y de espaldas al mar; los cerros se poblaron de barriadas pobres a las que iban a parar las sucesivas oleadas de inmigrantes, y el petróleo se transformó en monocultivo y partícipe necesario de las penurias que asuelan estas playas: un estremecedor cóctel de desigualdad, violencia, consumo de droga, juego y prostitución.
Una rara combinación de enorme riqueza debajo de la tierra y problemas estructurales en la superficie. La Kuwait argentina, principal conglomerado de la Patagonia austral (unos 220.000 habitantes, aunque algunas fuentes sostienen que supera los 300.000), convertida en uno de los tres distritos con mayores índices de homicidios en todo el país.

No son los únicos contrastes de una ciudad de perfiles muchas veces sorprendentes. Tiene 548 kilómetros cuadrados, más del doble que la ciudad de Buenos Aires. Por eso, y por su déficit en transporte público y su geografía quebrada, llena de depresiones, cerros y cañadones, el auto es un elemento de primera necesidad. En sus extendidos barrios bajos, que están un par de escalones por encima de las villas, se ven hasta dos autos por casa, muchas veces de alta gama. La foto típica es una Hilux estacionada en la puerta de un rancho. 

Los sueldos son en promedio altos, de unos 50.000 pesos en el sector petrolero y similares en camioneros y la construcción, pero el costo de vida es muy caro: comer en un buen restaurante puede costar 1000 pesos, como en Puerto Madero. Imán para gente de todo el mundo, enfrenta al mismo tiempo el desafío de retener a sus jóvenes, que emigran en busca de un futuro más seguro, menos dependiente de las oscilaciones del petróleo. "Me voy, esto no da para más", les dijo el año pasado un ingeniero recién recibido a sus padres, y partió para Neuquén. El último derrumbe del precio del barril, de los 115 dólares de 2014 a los 50 dólares en que se mantiene hoy, dejó a Comodoro de rodillas.

Atados al crudo

"El problema es que nos hemos quedado sin alternativa al petróleo. Antes había pesca, ganado ovino, industria textil? Ahora se depende exclusivamente del petróleo, y en Buenos Aires ni se enteran: lo único que les interesa son los votos del centro y del norte del país. Además, la presión de los gremios llevó los costos a niveles imposibles de sostener", dice el experto en energía Daniel Gerold, nacido y criado en Comodoro Rivadavia. Ahora vive en Buenos Aires, pero vuelve periódicamente. "Para peor, los gobiernos de la provincia y de la ciudad han sido malos y dependientes del gobierno central. Siempre ha habido mucho desmanejo, imprevisión e ignorancia."

Fundada en 1901 al pie del cerro Chenque, seis años después vivió el acontecimiento que marcaría su destino -el descubrimiento de petróleo- de forma totalmente fortuita: haciendo perforaciones para buscar agua. Fue el primer hallazgo de crudo en la Argentina, el que le dio el título de "capital nacional del petróleo". Entre Comodoro Rivadavia y sus alrededores hay 5800 pozos, en su mayoría ya maduros, menos productivos. Por día se extraen 125.000 barriles de crudo (el 25% del país) y nueve millones de metros cúbicos de gas.

Aunque la ciudad ha vivido siempre de la renta extraordinaria del "oro negro", también es víctima de una industria que, si no se desarrolla en un contexto adecuado, sostenible, puede abrir heridas profundas. "Nuestro principal problema es la desigualdad generada por un sector con salarios muy altos, que contrastan con los del resto de la ciudad e incluso con los del mismo gremio -dice el contador César Herrera, profesor de Economía Política en la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco, en la zona norte de Comodoro, e investigador social-. Un operario que trabaja en extracción gana unos 100.000 pesos, contra los 30.000 de un petrolero del sector administrativo y los 24.000 que se pagan en las empresas proveedoras de la industria. Son diferencias demasiado grandes."

Medianía y opulencia

En la actualidad, hay unas 11.000 personas ligadas en forma directa a la principal industria de Comodoro (3000 menos que en 2014, cuando empezó la caída en los valores del crudo) y unas 10.000 en forma indirecta, el 25% de las 87.000 personas económicamente activas. El índice de desigualdad en los ingresos medido por el coeficiente Gini pega un grito de advertencia en Comodoro: es 0,52 (cero es la mayor igualdad, y uno, la menor), contra el promedio de 0,42 del país.

"El petróleo tira todos los precios para arriba. Pero yo trabajo en una empresa de servicios y no gano como los petroleros", se queja Oscar Carrizo, hijo de un catamarqueño llegado hace 40 años.

Jorge "Loma" Ávila, secretario general del Sindicato del Petróleo y Gas Privado de Chubut, dice que, debido a la crisis del sector, están aceptando una reducción de las horas extras e incluso salarial en nuevos contratos. "Para mantener los empleos la única opción es resignarnos a ganar menos", dice. Con fama de duro y difícil, y muchas historias sobre sus espaldas, Ávila llegó al encuentro con la nacion acompañado por cinco "compañeros del sindicato".

Los desequilibrios sociales saltan a la vista. La medianía del casco urbano, donde casas consolidadas y casuchas elementales se alternan en las mismas cuadras, contrasta con la relativa opulencia de Rada Tilly, 12 kilómetros al Sur, la ciudad donde reina Cristóbal López (ver en la próxima página). Con una población de unas 15.000 personas, atrae por sus playas y residencias, su orden y, especialmente, su seguridad, un oasis en comparación con Comodoro. Bastión de la UCR, los vecinos de Rada Tilly miran a "la capital del petróleo", en manos del kirchnerismo, con poco disimulado desdén. "Trabajamos allá, pero vivimos acá, que es otra cosa", dice Luciana T., empresaria pyme.

El ocio como vicio

Como otras ciudades o regiones que dependen del petróleo, Comodoro está a merced de lo que se denomina "cultura extractiva": un perfil industrial basado en la obtención del recurso y no en su procesamiento. "La cultura extractiva trae a la ciudad a miles de personas solas, que están de paso, fuera de su ámbito, desarraigadas, con jornadas de trabajo de 12 horas, porque la extracción no se detiene nunca; gente para la cual la ciudad es una habitación -dice el profesor Herrera-. Muchos se gastan el sueldo en los VIP [departamentos donde se ejerce la prostitución], en bebida, droga y juego. Acá no hay mucho para hacer: el ocio es vicio."

La oferta de droga, juego y VIP es amplia en Comodoro, que tiene dos casinos, más otro en Rada Tilly -los tres, de Cristóbal López-, acceso casi irrestricto a marihuana, cocaína y drogas sintéticas, y sexo al paso. Distintas fuentes policiales estiman que hay por lo menos unos 100 VIP en la ciudad, a los que se suman whiskerías con "pase" a habitaciones interiores.

"No coincido con esas cifras. Hay prostitución, pero es un problema menor", dice Juan Pablo Luque, viceintendente de la ciudad y presidente del Concejo Deliberante.

Hace 20 días, una información de la agencia local de noticias online Adnsur retumbó como un estallido en despachos oficiales: una investigación judicial había dejado al descubierto una red de policías y funcionarios de la anterior gestión municipal, también kirchnerista, que cobraban coimas de 15.000 pesos por semana a VIP y whiskerías.

El politólogo Sebastián Barros, profesor de la Universidad de la Patagonia, investigador del Conicet y estudioso de "las inequidades de Comodoro", dice que si bien los salarios de los petroleros por primera vez en mucho tiempo dejaron de subir como lo hacían antes, subsiste el problema de fondo: gente que tiene mucha plata y la gasta mal. "Hay operarios que ganan 100.000 pesos, lo cual es lógico porque suelen trabajar en condiciones extremas de frío, lluvia y vientos de 100 kilómetros por hora. El tema es que después se les va en autos, televisores, en la noche. Cero consumo cultural, pese a que la oferta ha crecido mucho. La ciudad se concibe a sí misma como un lugar de petroleros que derrochan sus sueldos."

Un lunes a la tarde, una casa de artículos para el hogar sobre la calle San Martín, principal arteria comercial de la ciudad, parece rebalsar de gente. El gerente del local está lejos de sorprenderse: "Acá hay plata y no hay mucho para hacer, y el patrón de consumo de los que trabajan en el petróleo es conocido: electrodomésticos, alcohol, putas y drogas".

Leonardo Bustos, un ex comisario que fue jefe de la policía de Chubut y hoy es asesor de la municipalidad local, admite que, por falta de recursos, el tráfico de drogas prácticamente no se controla.

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