Tenemos gran déficit fiscal, ya que sumando todos sus componentes llegamos al 8,1 % del PIB, una cifra difícil de manejar. Esto incluye el déficit primario nacional, el déficit de intereses, los déficits de las provincias y municipios, el déficit del sistema jubilatorio y el déficit cuasifiscal.
Es muy importante tener claridad sobre el tamaño de la tarea emprendida para ver si vamos cumpliendo con nuestros objetivos.
Por ahora hablamos del déficit fiscal primario, que es la unidad más chica de esos déficits. Suma alrededor de 4,6 % del PIB del país y eso no nos tranquiliza, no es un resultado que esté en línea con lo que estamos calculando para el futuro.
¿Qué pasa con los otros desequilibrios? El total de estos cálculos es de 3,5 % del PIB (homogeneizando metodologías), una cifra relativamente grande, que va creciendo cada año. Con el 4,6 % más el 3,5 % de estos déficits llegamos al 8,1% que es el verdadero déficit fiscal que hay que financiar.
El desequilibrio futuro del sistema fiscal nacional es bastante peligroso y debe ser tenido en cuenta como primera prioridad, claro que sin olvidarnos de los otros déficits. Este número de 4,6 % del PIB es el que arrancamos en 2016 y, si bien hay varios intentos de reducirlo, para este ejercicio, sigue en el mismo nivel de 2016. Tendremos que hacer un ejercicio bastante importante para ir achicándolo de a poco, lo que no es nada fácil. Por ahora lo estamos financiando con deuda, pero no se podrá seguir así todo el tiempo.
Una de las variantes es bajar las alícuotas de los ingresos brutos que es uno de los principales impuestos de las provincias. Para ello, el ministro respectivo y sus directivos van a cada provincia una vez por semana para tratar de coordinar el apoyo de los diputados y senadores en relación a las leyes que hay que pasar. Este proceso está bastante avanzado aunque no se llegó a un acuerdo con todas ellas.
Otro ángulo adicional sería el de bajar o eliminar el impuesto al cheque y al depósito, es decir el impuesto a las actividades financieras, lo que si bien es bastante simple, significa una gran caída de recaudación para el gobierno nacional, que no tiene claro de qué manera sustituir esos recursos.
También se está hablando de ajustar por inflación los balances de las empresas de todo tamaño que hasta ahora no sufren ninguna corrección por inflación que permita moderar este tipo de impuestos. Esto sería un gran avance y debería también incluirse, entre otras correcciones, el valor de los terrenos, campos y oficinas que también ahora están sin ajuste.
También se está hablando de efectuar correcciones a las cargas sociales de los trabajadores, especialmente a las cargas patronales, cuyo resultado es muy elevado y desubica a la mayoría de los costos del país. Esto es más fácil decirlo que hacerlo, dada la sensibilidad política de medidas de este tipo.
Se duplicó la población que tiene que cobrar las jubilaciones y estos cobros, en la medida en que vayan ocurriendo, van a crear un nuevo déficit en el sistema previsional argentino, tanto a nivel nacional como en las provincias que aún lo tienen. Este es un tema que no puede esperar. Lo mismo podemos decir con los sistemas de salud ya que hay varios que están próximos a presentar problemas de financiamiento.
Pronto se enviará al Congreso el presupuesto para el 2018 y ahí veremos si algunas de estas opciones se van condensar en proyectos de leyes, como pueden ser las que mencionamos u otras como las de reducción de los impuestos a la exportación de soja que se pospuso bajarlos por un año, pero luego se postergó y ahora tendremos que bajar en dos años lo que antes se lograba en uno.
Queremos ver lo que se puede hacer con nuestra parte fiscal para el futuro del país. Faltan solo meses para enfocar el resultado, aunque muchas cosas tendrán que esperar, pero no todas. Es fundamental seguir avanzando.
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