lunes, 5 de junio de 2017

Un mar de riquezas y oportunidades desaprovechadas

(Editorial del La Nación) - Urge recuperar el potencial de la Armada Argentina para el patrullaje aéreo y marítimo permanente del océano

En marzo pasado, la Comisión de Límites de Plataformas Marítimas, dependiente de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (Convemar), aprobó unánimemente el pedido argentino de extensión del límite de nuestra plataforma continental.

En un hecho calificado de histórico, tras décadas de silencioso y pacífico trabajo que abarcó varios gobiernos, se agregan así un millón setecientos mil kilómetros cuadrados a los cuatro millones ochocientos mil ya reconocidos como argentinos, esto es, un aumento del 35% sobre la superficie anterior y que pasa a representar el 48% del territorio nacional.

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Esta valiosa ampliación, además de reafirmar nuestros derechos sobre minerales, hidrocarburos y especies ictícolas, se traduce en implicancias por demás favorables para los intereses argentinos en temas como Malvinas, Islas del Atlántico Sur y Antártida. Ya no hay límites de profundidad y el límite de la base se extendió desde la costa hasta las 350 millas, todo un leading case.



Foto: Sobrevuelo de una aeronave de exploración de la Marina en la milla 200, donde se observan las luces de barcos pesqueros extranjeros ilegales. Gentileza Armada Argentina.

El actual gobierno promueve aumentar las áreas protegidas, entre ellas las orientadas a conservar la gran diversidad de recursos del Mar Argentino, así como el manejo costero integrado. Por otro lado, el Ministerio de Ciencia y Tecnología está impulsando el proyecto Pampa Azul, una iniciativa que se suma a la paciente tarea del Instituto de Investigaciones y Desarrollo Pesquero (Inidep) para explorar, investigar y conservar los innumerables recursos que nos ofrece el mar, vasta fuente de riquezas sujeta a normas que aseguren su sustentabilidad y el control de la desenfrenada pesca ilegal.

Nuestras exportaciones de pescado ascienden a mil millones de dólares anuales; sin embargo, se extraen ilegalmente del Mar Argentino recursos pesqueros por otros tres mil millones de dólares todos los años a manos de flotas extranjeras que no contabilizan beneficio alguno ni para el trabajo argentino ni para el comercio exterior, evadiendo cuantiosas imposiciones fiscales. La pesca clandestina en nuestra plataforma es un grave problema que debemos afrontar.

Las flotas extranjeras cuentan con medios electrónicos para detectar tanto el movimiento de cardúmenes como la posición de navíos argentinos, lo que demanda un mayor esfuerzo de control.

No sabemos qué pasa en el Mar Argentino milla por milla, día por día. Por falta de recursos, la Armada Argentina no puede empeñar sus medios de superficie y aéreos en adecuada secuencia de patrullas para asegurar el cumplimiento de las leyes vigentes. Las 200 o 350 millas náuticas, y aún más allá, según los compromisos internacionales, exigen a la Armada esfuerzos de distancias y tiempos de permanencia en el mar con barcos adecuados y personal idóneo, con los cuales no cuenta.
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Urge recuperar el potencial de la Armada nacional para el patrullaje aéreo y marítimo permanente del océano. La flota está envejecida y con graves problemas de mantenimiento, además de carecer de combustible suficiente para el patrullaje sistemático. Los bajos sueldos han provocado la disminución de personal, tanto de navegación como en la fuerza aeronaval. Algunas de las corbetas de nuestra maltrecha flota son de la década del setenta, y las únicas incorporaciones recientes son algunos remolcadores y aviones usados de origen ruso. Se impone un programa para retener al personal que se retira, tanto por las bajas remuneraciones como por la frustración de la inactividad, consecuencia de la reducción de las horas de navegación por la falta de medios.

Mientras tanto, las encendidas arengas sobre nuestros derechos en el Sur pronunciadas en distintos ámbitos contrastan con esta escena de permanente expoliación de nuestra riqueza ictícola.

En este campo, la ausencia del Estado en cuestiones de seguridad y defensa nacional paga un altísimo costo y pone en serio riesgo nuestra soberanía. Una soberanía que se construye no sólo en negociaciones con buenos resultados como los que reseñamos, sino también cotidianamente en un terreno económica y estratégicamente tan importante como el Atlántico Sur.

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