La declaración del viceministro de Economía, respecto a su
facultad de fundir o no a Techint, no puede más que confirmar lo que
está sucediendo en la Argentina. El Estado decide qué empresario vive y
progresa y qué empresario no. No son los consumidores, no son los
clientes internacionales, no es la calidad de su producto, no es su
tecnología o utilidad. Es simple y llanamente el Gobierno.
Si un empresario comulga con el Gobierno pero sus productos son caros, de mala calidad, o atrasados tecnológicamente, probablemente logrará que le cierren la importación de bienes que le compitan, le darán subsidios o le allanarán el camino para que los competidores no lo puedan hacer y su empresa será un ejemplo de emprendimiento nacional.
Si por otro lado se es crítico al modelo, entonces se permitirá la competencia de bienes importados, se subirán tarifas o eliminarán subsidios o se controlarán los precios de los bienes que produzca y entonces esa empresa será un fracaso, independientemente de si es eficiente o no.
Las nuevas reglas
Por lo tanto el panorama está claro. Si en Argentina se quiere ser un industrial exitoso, lo importante es estar en línea con el Gobierno. Comienzan a perder importancia los consumidores, el precio o la calidad del producto, e incrementa la de asistir a los actos oficiales y no hablar mal del Gobierno en los diarios. Lo que parece una caricatura es cada vez más cierto. Los retos públicos a los que critican, y los beneficios que obtienen los que apoyan se hacen cada vez más notorios. Ya es vox pópuli que todos los que viajaron a Azerbaiyán con el secretario de Comercio interior, lo hicieron con el propósito que les autorizara la importación de productos a la Argentina, cosa que la mayoría al parecer, logró. Fue el primer viaje para promover exportaciones que logro destrabar importaciones.
El síndrome de Estocolmo
Es muy interesante hablar con varios empresarios de diferentes sectores de la economía Argentina. Ya lo comente con varios de ellos, pero cada vez hablan menos de sus clientes y más de Guillermo Moreno. Y lo particular es que casi todos se quejan de sus modales, pero rescatan su franqueza y honestidad.
La mayoría padece el síndrome de Estocolmo. Este síndrome es una reacción psíquica en la cual la víctima de un secuestro o persona retenida contra su propia voluntad, desarrolla una relación cómplice con quien la ha secuestrado. Los tiene prisioneros, pero de sólo pensar que renuncia y se va, genera más angustia que alivio. Es increíble como este síndrome está presente en la gran mayoría de los que se relacionan con Moreno. Lo cual no deja de ser un elogio a su trabajo y personalidad. Saben que los tiene secuestrados, pero ya no sabrían que hacer sin él. No se imaginan ni este gobierno, ni otro sin Moreno.
Fundar y no fundir
Estos años de fuerte crecimiento económico por desgracia no ha sido acompañado de un fuerte crecimiento de empresas argentinas que se hayan hecho grandes en el país y luego se multinacionalizaran. Por el contrario, para aprovechar estos años de crecimiento, se han instalado cada vez más empresas extranjeras, comprando empresas argentinas, principalmente de Brasil, Chile o Perú.
Mientras el viceministro de economía piensa como fundir a una de las pocas empresas argentinas con inserción internacional, las empresas extranjeras cada vez pesan más en la economía argentina.
El impedir el desarrollo de empresarios locales de importante tamaño y hacer que las empresas argentinas valgan cada vez menos, lo único que logra es que cada vez sean más chicas y más fáciles de comprar.
Burguesía vs. Estado
Mientras el Estado argentino se involucra más en empresas estatales, casi todas deficitarias hasta el presente, el último examen comparativo internacional de la secundaria nos da que la educación argentina está por debajo de la región y que los niveles de salud pública, tanto mortalidad infantil como materna no han mejorado de manera significativa en estos tiempos.
En lugar de ponerse a hacer lo que no saben. Deberían promover la fundación de muchas empresas, darles un marco económico y legal estable para que crezcan y cada vez valgan mas, no por amistad o afinidad ideológica, sino porque los consumidores lo eligen, porque sus productos son buenos y eficientes, que es en definitiva el único camino sustentable.
De todas maneras, si el gobierno sigue poniendo restricciones discrecionales a las importaciones, ignora la inflación, retrasa el tipo de cambio y sigue subiendo los impuestos, va a lograr fundir unas cuantas empresas.
Lástima, porque en estos últimos años se fundaron y crecieron muchas empresas. Pero este último año, hay más peleas y menos gestión. Haber tenido varios años buenos en el pasado, no quiere decir que tengamos un buen año 2012.
Esperemos que el próximo discurso haga especial énfasis en fundar empresas, en hacerlas crecer y que se consoliden y expandan y no en fundirlas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Los comentarios mal redactados y/o con empleo de palabras que denoten insultos y que no tienen relación con el tema no serán publicados.