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lunes, 24 de septiembre de 2012
Mitos y realidades de la economía preelectoral
Por Néstor O. Scibona para LA NACION (Mail: nestorscibona@gmail.com)
Si el gobierno de Cristina Kirchner pudiera pedirle un deseo a la economía para 2013 -un año donde se juega mucho más que las elecciones legislativas- seguramente sería reproducir el "boom" de consumo y crecimiento de 2010/2011, pero con menos inflación, sin déficit energético ni fuga de capitales. Salvo en este último punto, donde la proliferación de controles hizo que el torrente de salida de divisas se frenara con fórceps en estos meses, aquella mítica ilusión no tendría puntos de contacto con la realidad.
Esto no significa que 2013 vaya a ser, para la actividad económica, un año tan escuálido como 2012. Todo indica lo contrario, aunque los pronósticos privados sobre cuánto podría crecer el PBI el año próximo van de 2,3% a 5%, pasando por el oficial de 4,4% incluido en el Presupuesto. Esta disparidad tuvo, incluso, visiones complementarias en el jugoso debate entre economistas que tuvo lugar durante la convención anual del Instituto Argentino de Ejecutivos de Finanzas (IAEF) en El Calafate: mientras Ricardo Delgado (Analítyca) sostuvo que había que decirle "adiós a la desaceleración", su colega Carlos Melconian (M&S Consultores) consideró lo mismo con respecto al crecimiento a "tasas chinas" de años pasados.
Paradójicamente, los factores que hoy más empujan provienen del exterior; para contrariedad de CFK que atribuye todos los éxitos al "modelo nacional y popular" y los problemas a un mundo que crece menos, pero a velocidades no despreciables en los países emergentes que más le interesan a la Argentina.
Como en otros años, la soja aportará el bonus track. Los precios internacionales récord a raíz de la sequía estadounidense auguran, si el clima local acompaña, una cosecha récord del "yuyito" y también del maíz. Según cálculos privados, un volumen superior a 100 millones de toneladas significaría (según precios) ingresos extras del orden de 6000/9000 millones de dólares en divisas y de 2000/3000 millones por retenciones, además de un efecto multiplicador sobre diversas industrias y servicios.
A esta perspectiva se agrega la aún lenta reactivación de la economía de Brasil (sometida por Dilma Rousseff a una doble terapia de estímulo a la demanda interna y mejoras de competitividad), que permite prever un repunte de las exportaciones industriales argentinas, fundamentalmente, de automotores.
Por tratarse de un año electoral, el gobierno de CFK seguramente aportará su dosis de "anabólicos" aunque el proyecto de Presupuesto no lo sugiera. Siempre en los años electorales aumentó más el gasto público para fogonear la demanda interna (con un récord de 45% en 2007). La novedad es que ahora busca hacer lo mismo con la oferta, a través de líneas de crédito dirigido y préstamos a tasas subsidiadas con fondos de la Anses que, según Melconian, son "shows para la cadena nacional", pero no sacan a flote a la economía ni al empleo.
Mejoras con bemoles
Con esta base, está claro que 2013 pinta mejor que 2012. Pero el escenario es distinto al del pasado. Aquí es donde surgen límites y bemoles.
Por lo pronto, el cepo cambiario y la avalancha de controles para "blindar" las reservas del Banco Central tuvieron un alto costo en términos de confianza, inversión privada (se perdieron casi 4 puntos de PBI) y actividad económica. Para 2013 no parece perfilarse un gran cambio. Puede haber en ciertos sectores un repunte de la inversión que acompañe a la demanda interna, pero no de magnitud equivalente a la que se contrajo. En este sentido, una encuesta entre grandes empresas presentada en el IAEF por la firma Ernst & Young revela que sólo un 21% aumentará inversiones el año próximo, básicamente (61%) en ampliaciones y pequeños proyectos de rápido repago para atender la demanda local, 10% para sustituir importaciones y 29% para elevar exportaciones. Más preocupante aún es que 27% de las firmas prevé reducir en el empleo en menos de 10% (y otro 9% en una proporción superior).
Hay quienes suponen que el mayor ingreso de "soja-dólares" permitiría flexibilizar o racionalizar las trabas a la importación, como viene ocurriendo en los últimos meses. Sin embargo, pocos apuestan a una flexibilización masiva y mucho menos al fin del cepo cambiario. La razón es que si repunta la economía, otro tanto ocurrirá con el déficit energético y no habrá tanto excedente de divisas, sobre todo con el uso discrecional de reservas del BCRA previsto en el proyecto presupuestario.
Otra incógnita es la política cambiaria. Aunque en los últimos meses el BCRA acentuó el ritmo de devaluación (al 15% anualizado) para no aumentar la brecha con el real brasileño, la inflación sigue elevando los costos internos en dólares. Para 2013, el proyecto de Presupuesto prevé un tipo de cambio promedio de 5,10 pesos. Sin embargo, hay dudas con respecto a qué promedio se refiere. Entre los analistas no pasó inadvertido un trabajo del Cenda (el think tank de Axel Kicillof), que propone desdoblar el mercado oficial con un dólar bajo para exportaciones agrícolas e importaciones energéticas; reintegros para exportaciones industriales de alto valor agregado, y un dólar mucho más alto para turismo y giro de utilidades y dividendos. ¿Un ensayo teórico o un anticipo?
La cuestión fiscal también se choca contra otra realidad: a mayor déficit fiscal, mayor emisión monetaria y más riesgos inflacionarios. El Tesoro debe atender gastos virtualmente indexados a una inflación más alta (movilidad jubilatoria, Asignación Universal por Hijo) y, con ingresos impositivos que crecen a menor ritmo, la diferencia debe ser cubierta con la "maquinita" del BCRA, que viene emitiendo pesos al 38% interanual. Según como evolucione la demanda de dinero (forzada por el cepo cambiario) esa realidad entraña el riesgo de una mayor presión sobre los precios y el dólar paralelo. Paralelamente, la movida política de congelar los subsidios al transporte en el área metropolitana -para endosarle el costo de mantenerlos o aumentar tarifas a Macri y Scioli- complicará a los pasajeros al restarles capacidad de consumo, al igual que lo que ocurre con las subas de impuestos en muchas provincias para atenuar sus penurias fiscales.
Por el lado de la demanda, el fraccionamiento de los aumentos salariales pactados en las demoradas paritarias de este año hará que el consumo se comporte espasmódicamente, incluso hasta casi mediados de 2013. Tampoco ayuda la desactualización del mínimo no imponible del impuesto a las ganancias (casi un año y medio sin ajuste) y que tal vez se descongele con alguna sorpresa cuando se clarifique la interna de la CGT o vayan acercándose las elecciones.
En la reunión del IAEF, el economista Miguel Kiguel explicó que la Argentina no tiene un problema de stocks (deuda, reservas, colapso bancario) como los que hacen estallar crisis económicas, sino de flujos (déficit fiscal, energético, inflación, deterioro cambiario, etc.) que pueden demorar años en ser corregidos. Esta visión se complementa con las expectativas. El gobierno de CFK generó tanta desconfianza empresaria con la imprevisibilidad en las reglas, que nadie está dispuesto a perder oportunidades, pero tampoco a arriesgar demasiado. Máxime con la economía subordinada a la política electoral y a una incierta reforma constitucional...
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