La operación Kirchner-Ducler para apoderarse de YPF ha terminado alimentando un reclamo contra la Argentina.
Más que se sospechaba, se sabía conociendo al personaje: Néstor Kirchner estaba detrás de la compra del 25% de YPF a Repsol aunque en las formas el comprador había sido el grupo Esquenazi, dueño del Banco de Santa Cruz. Ahora empiezan a aparecer las pruebas. Y de un modo que pinta tenebroso.
Kirchner siempre fue un jugador a todo o nada y desde bastante antes de llegar a la Rosada. En sus tiempos en el Sur solía cruzarse a Chile de noche y secretamente para apostar en un casino. Esa compulsión a ir al límite marcó también su paso por la política. Y por los negocios: para él el dinero equivalía a poder.
Fue una verdadera bendición que le llegaran más de 600 millones de dólares por la privatización de YPF. Así como los recibió los mandó al exterior. En esa operación estuvo la mano de Aldo Ducler, que entonces le escribía discursos a Menem. Antes había militado en el nacionalismo y pasado por los gobiernos de Onganía y de Isabel Perón. También fue funcionario de la dictadura.
Un demócrata de toda la vida y un personaje de segunda fila que supo estar en lugares clave en el entresijo de la política y la economía. Ducler era un operador financiero todo terreno. De esa cabeza y de la cabeza de Kirchner salió una operación fantástica: quedarse con un pedazo de YPF y tomar el control de la petrolera sin poner un peso. Obvio, con la complicidad de los españoles que vendieron a muy buen precio y se aseguraron el apoyo del poder político para girar sin traba alguna cada año a Madrid sus dividendos, lo que para otros estaba vedado. Y sin preocuparse por su consecuencia: la descapitalización de la empresa.
La primera fase de la compra consistió en montar Petersen Energía en España y Petersen Energía PTY en Australia. A menos de tres semanas de creada y contra todas las normas, Petersen en España recibió créditos de un consorcio bancario encabezado por el Credit Suisse. A sola firma y con el aval de las mismas acciones. Todos creen que la garantía real y oculta de esas acciones fueron los intereses de los 600 millones de dólares de Santa Cruz. Back to back. Petersen compró el resto de acciones de YPF con un préstamo de la propia Repsol.
El pago de los créditos es mucho más conocido: cuotas anuales que Esquenazi pagaba con los dividendos de YPF. O sea: con la misma caja de YPF. Duró hasta que muerto Kirchner y con el gobierno de Cristina Kirchner necesitado de dinero decidió expropiar YPF como si fuera una gesta antiimperialista. Cayó el valor de las acciones y los bancos se vieron obligados a liquidarlas y reclamar por la pérdida a Petersen, que quebró. La situación fue aprovechada por fondos buitre.
Las acciones soñadas por Kirchner terminaron en esas manos que le reclaman a la Argentina miles de millones de dólares por la expropiación que decidió su viuda. Otro capítulo para esta oscura historia: Ducler murió buscando vender los datos de la operación Kirchner-YPF a través de su abogado y abogado también de Cristóbal López. El Club K de Estafadores de Santa Cruz que arrancó en los 90 sigue haciendo historia. Trágica.
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