El destino quiso que la tragedia del submarino ARA San Juan se produjese en momentos en que la gestión de Mauricio Macri se hallaba prácticamente en su pico histórico de imagen favorable en la opinión pública. De acuerdo con la más reciente encuesta de Poliarquía, por primera vez desde que asumió el actual Presidente, hay más argentinos que consideran positiva la situación del país respecto de quienes la califican como negativa. El 45% de la población cree que está mejor que un año atrás y el 58% estima que el año próximo será aún mejor, según el mismo sondeo.
Otra encuesta, concluida el 17 de noviembre por Management & Fit, también es elocuente: el índice global de optimismo económico se ubica en 39,6 puntos, valor máximo desde que Macri está en la Casa Rosada. Y el índice de optimismo político ronda los 47 puntos, apenas medio punto por debajo de su récord histórico. Finalmente, los últimos números de la consultora Isonomía son igualmente concluyentes: el Presidente goza de una imagen positiva del 58%.
La tragedia del submarino y sus 44 tripulantes ha golpeado a una opinión pública que muchas veces es experta en buscar culpables de hechos que, sin pruebas a la vista, resultan inexplicables. Quizás por eso, Macri, en sus primeras declaraciones públicas sobre este acontecimiento, se preocupó ayer por destacar que "no tenemos que aventurarnos a buscar culpables" hasta no poseer "información completa".
Para el Presidente, la prioridad no pasa hoy por deslindar responsabilidades, sino por extremar todos los esfuerzos para hallar el navío y no dejarse vencer por la desesperanza. "Esperamos dar con el submarino en los próximos días", expresó, aun en contra de la opinión de no pocos especialistas que son pesimistas sobre la posibilidad de que eso ocurra en lo inmediato si el submarino o sus restos se encuentran a más de 600 metros de profundidad, como señalan algunas hipótesis. En su cabeza, sin embargo, ya estaría sellada la suerte del jefe de la Armada, Marcelo Srur, quien dejaría la conducción de esa fuerza más adelante.
Desde distintos sectores, se ha intentado comparar este hecho con la catástrofe ferroviaria en la estación de Once, ocurrida en febrero de 2012. Hay una diferencia sustantiva: aquel tren en el que perdieron la vida 51 personas era un transporte público en el que podía haber viajado cualquiera de nosotros. Otra distinción es que, de acuerdo con las investigaciones judiciales, el deficiente mantenimiento de los trenes no se debía a falta de presupuesto, sino a un desvío de fondos públicos.
Nadie puede saber qué habría ocurrido si la tragedia del San Juan se hubiera producido semanas antes de las elecciones de octubre, que le dieron un importante triunfo a la coalición oficialista Cambiemos.
Sin embargo, distintos analistas de opinión pública estiman que, al igual que con el caso de Santiago Maldonado, la ciudadanía ensayará, a la hora de buscar responsables, teorías más afines a sus propias visiones políticas que a datos objetivos. Quienes se encuentran políticamente más cerca de Macri esgrimirán que el submarino había sido reparado en 2014, durante el gobierno de Cristina Kirchner, quien tres años antes le había augurado treinta años más de vida útil al navío, construido en Alemania en 1985.
En cambio, quienes estén más cerca de posiciones combativas frente al oficialismo, responsabilizarán de todo lo ocurrido al gobierno de Macri y hablarán de una campaña de ocultamiento y desinformación, de la que hasta ahora no hay indicios serios. Lo único que permanece oculto es el submarino y, con él, las explicaciones a esta desgracia.
En los próximos días, surgirán toda clase de especulaciones sobre las causas de la supuesta explosión del submarino. Podrá culparse a la gestión anterior por haber reparado o "replacado" las baterías del navío en lugar de haberlas cambiado; una práctica que sus detractores comparan con una vieja tradición de los años 70 y 80, cuando en la Argentina se vendían baterías para automóviles "acondicionadas", cuyo precio era la mitad de las nuevas. Pero ni siquiera una deficiente reparación durante la década kirchnerista elimina la responsabilidad de las actuales autoridades por el mantenimiento del submarino.
El problema de las Fuerzas Armadas argentinas es estructural y se remonta a mucho más tiempo. El deterioro del equipamiento militar comenzó tras la guerra de las Malvinas y se fue profundizado por los sucesivos gobiernos.
El proyecto de presupuesto para 2018 es claro al respecto. De los $ 21.000 millones de gastos previstos para la Armada, nada menos que $ 18.500 millones irían al gasto en personal. Apenas $ 968 millones se destinarían a mantenimiento, reparaciones y bienes de uso, tan sólo el 4,6%. El desmantelamiento de la industria de la defensa nacional sigue a la orden del día.
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