El Gobierno porteño quiere mudar al complejo áreas de servicios para los vecinos. Ahora están recuperando el edificio donde funcionaba el antiguo hospital del Patronato. Y desde 2018 restaurarán la construcción donde estaba el asilo.
Obras en el edificio del ex Padelai. /Silvana Boemo
En el edificio donde alguna vez funcionó el hospital del Patronato de la Infancia, en Humberto I y Balcarce, ya casi no hay rastros de una toma que duró décadas. Apenas unos murales en la fachada con retratos del Gauchito Gil, un caballo, un payador y una bailarina. Y un cartel junto a una ventana, que ofrece vino, gaseosas y fernet. Adentro hay andamios y obreros alisando contrapisos de cemento. La recuperación del ex Padelai está en marcha. Después de años de ocupación y abandono, sus instalaciones se convertirán en oficinas del Gobierno porteño destinadas a áreas de servicios para los vecinos.
Inicialmente, en el predio de San Telmo se iba a instalar Cultura. Pero en el Ejecutivo cambiaron de idea: las dimensiones del complejo no alcanzan para albergar la estructura de ese ministerio. En la cartera de Desarrollo Urbano revelan que ahora analizan qué áreas llevar relacionadas con servicios para los vecinos, para que el ex Padelai recupere el rol social que tuvo históricamente. "La idea, en cualquier caso, es mudar las dependencias del Gobierno porteño al sur de la Ciudad, mientras que en los alrededores de Plaza de Mayo quedarán las del Gobierno nacional", explica Eduardo Macchiavelli, el ministro de Ambiente y Espacio Público, a cargo de la obra de restauración.
Si se cumple el plazo previsto, la puesta en valor del edificio del ex hospital del Padelai estaría terminada en diciembre. La intervención costará $ 33 millones y abarca 1.500 m2 repartidos en dos plantas. En los años de ocupación, allí vivían 5 familias. El primer paso de la obra consistió en descubrir la estructura original, retirando las divisiones precarias y los materiales flojos. La sorpresa fue que estaba en buen estado, a pesar del descuido y del paso del tiempo.
Después de todo, el conjunto que data de 1892 fue realizado por el arquitecto Juan Antonio Buschiazzo. Lo crearon para darle educación, asistencia y ayuda a los hijos de los trabajadores y de los inmigrantes que deambulaban por la Ciudad.
Ahora al antiguo hospital le devolverán su entrada principal sobre Humberto I, donde aún balconea el exterior vidriado de lo que fue el quirófano. Sobre esa calle, ya renovaron los muros de contención. Y hace poco comenzaron a restaurar las fachadas. Como es un inmueble protegido, la obra fue consensuada con la Comisión para la Preservación del Patrimonio Histórico de la Ciudad. Conservarán tal cual el exterior y su doble escalinata imperial, pero modernizarán el interior. Y al costado ya está terminado un anexo de cemento modernista para albergar los servicios, incluyendo los sanitarios.
Más adelante, construirán un anfiteatro al aire libre y dejarán 3.400 m2 de espacios verdes abiertos para los vecinos. Y en 2018, según el Ejecutivo, comenzará la obra en el edificio de Balcarce y San Juan, que hasta enero estuvo ocupado por 35 familias. Mucho antes, en ese lugar funcionaba el internado para chicos marginados o huérfanos del Padelai, que estaba manejado por monjas. Hasta que en 1978, las autoridades del Patronato acordaron con el entonces intendente Osvaldo Cacciatore dejar la sede de San Telmo, a cambio de un terreno que nunca les dieron.
El predio quedó abandonado y, en noviembre de 1984, fue usurpado por 108 familias que formaron una cooperativa. En 1990, el ex intendente Carlos Grosso les reconoció la propiedad del 70% del inmueble. A cambio, debían hacer mejoras que nunca concretaron. Por eso el Gobierno porteño cuestionó la validez del acuerdo y en 2003, con la excusa de que había riesgo de derrumbe, la gestión de Aníbal Ibarra desalojó el lugar.
En 2009, la Legislatura porteña aprobó una ley de expropiación del predio y la Ciudad se lo cedió a España para que hiciera un centro cultural. Pero los españoles se retiraron del proyecto por falta de fondos y, en 2012, el director del centro permitió que reingresaran los ocupantes. Y una vez más, en el viejo internado se improvisaron divisiones y hasta los sótanos fueron usados como vivienda. Así se llega al 5 de enero pasado, cuando el Gobierno porteño consensuó un desalojo con los habitantes a cambio de subsidios o créditos del IVC.
Una cooperativa de cartoneros trabajó durante días para limpiar el edificio. Después, el único trabajo que se hizo fue desprender los materiales que podían derrumbarse. La licitación para arreglarlo se hará a principios del año próximo. Mientras, en su interior hay escombros y un intenso olor a humedad por las filtraciones de agua.
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