SI BIEN ESOS CAMBIOS CORRESPONDEN AL PRESIDENTE, LOS DECIDE EL MINISTRO.
No parecía una buena señal reemplazar, como lo hizo Aguad, a las autoridades del ministerio y al mismo tiempo a los uniformados. De ese modo continuarán ahora los máximos jefes del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea.
El Gobierno decidió ratificar en sus cargos a los máximos jefes del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea, además del titular del Estado Mayor Conjunto (EMC). Continúan así en su puesto los tenientes generales Bari del Valle Sosa (EMC), Diego Suñer (EA), el almirante Marcelo Srur (ARA) y el brigadier general Enrique Amreim (FAA) que habían asumido tras la designación del saliente ministro Julio Martínez, El nuevo mandamás de la defensa, Oscar Aguad, comunicó la novedad en sendas reuniones con los responsables de cada fuerza. Los rumores de pasillo en el Edificio Libertador, sede de la cartera, daban por segura la desvinculación de los tres jefes, excepto el del EMC, teniente general Sosa, que cuenta con el apoyo del senador Federico Pinedo. Los otros, huérfanos de padrinazgo político, sólo podían exhibir trayectoria y resultados de gestión desde su designación en el arranque del gobierno de Cambiemos a la fecha.
La jefatura de Gabinete dio amplia libertad a Aguad para seleccionar y designar a los colaboradores directos en la gestión política de la defensa, potestad que parece no haberse extendido a los cargos de los uniformados. Aunque el sistema establece que es el Presidente en su rol de comandante de las Fuerzas Armadas quien dispone los cambios, la regla habitual es que lo hace orientado por el ministro. Cambiar todo el elenco militar al mismo tiempo que las autoridades del ministerio era una señal de que algo no funciona en el "equipo" de Cambiemos. Fuentes del sector dicen que la guadaña se postergó hasta fin de año, época normal de renovación de las autoridades.
Hubo algunos hechos que configuran demérito en la percepción política que se tiene de los titulares del Ejército y la Fuerza Aérea. Se trata de la exposición pública de ciertos desaguisados en el área de la Contaduría General del Ejército que son objeto de una investigación judicial, en la que la fuerza se presentó como querellante, y una observación de la Sindicatura General de la Nación que pesa sobre el jefe aéreo Amreim en relación con el contrato de adquisición de 12 aviones de entrenamiento Texan II a los Estados Unidos. Habría dispuesto el pago de cifras millonarias en dólares compensando partidas que excederían sus atribuciones. La controversia burocrática planteada por la Sigen sumada al torniquete en las cuentas fiscales dispuesto por Gustavo Lopetegui, secretario de Coordinación de Políticas Públicas, congeló la operación por los Texan. Es probable que la sangre no llegue al río, la compra de esos entrenadores fabricados por la empresa Beechcraft fue un pedido que hizo Barack Obama a Macri en la última visita del mandatario estadounidense a la Argentina.
El ministro comenzó a recibir rondas de exposición de los jefes con el doble propósito de semblantear liderazgos y absorber información directa sobre estado y necesidades de cada una de las fuerzas. Acompañó a Aguad un puñado de oyentes entre secretarios de estreno y otros colaboradores. El primer encuentro, el martes último, fue con el almirante Srur. El intercambio con el jefe naval se extendió por más de dos horas; Aguad mostró lectura previa. Bombardeó con preguntas acerca de las capacidades de la Armada para el efectivo control del Atlántico Sur. Se reveló como un ministro al día en los menesteres de ese escenario donde convergen intereses locales y multinacionales. En el plano doméstico, la cuestión ancestral irresuelta entre la Armada y la Prefectura es la disputa por espacios de jurisdicción marítima. Se sabe que el presidente Macri dijo en reuniones de seguimiento del Ministerio de Defensa que la fuerza de seguridad debería focalizarse en el ámbito de las 24 millas y cooperar con la Armada en el control del espacio marítimo de las 200.
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